Amigas y amigos
Ante todo quiero dar gracias por la presencia de todos ustedes, especialmente por la gente de los barrios más alejados. He ido con tanto gusto a visitarlos y a compartir la Misa con ustedes en los distintos barrios, donde he encontrado mucha fe y mucho cariño cristiano.
Hoy quise celebrar esta Misa de despedida con ustedes, pero sobre todo por ustedes, en este último acto mío como pastor en esta Arquidiócesis, porque apenas terminada la Misa ya viajo.
Y digo por ustedes, porque son el sentido de mi sacerdocio.
Cuando en la adolescencia, en mi pueblito del interior, empezaba a brotar el sueño de ser cura, mi idea era ayudar a otros a vivir mejor. Era chico, pero ya veía que el Evangelio de Cristo puede hacer tanto bien.
Y leía en el Evangelio las palabras de Jesús: lo que hicieron a los hermanos míos más pequeños me lo hicieron a mí. Entonces empecé a buscar la forma de vivir eso y descubrí que me hacía tan feliz. Por ejemplo, iba a visitar a una anciana ciega y abandonada por todos, y le leía cuentos, historias, y podía ver en su rostro qué cosas le provocaban una sonrisa. Entonces poco a poco comencé a seleccionar mejor lo que le leía porque ya sabía lo que la haría sonreír.
Así descubrí una felicidad que no encontraba en otras cosas de este mundo. Más todavía cuando podía reconocer en ella a Jesús.
Eso mismo vivirán ciertamente los sacerdotes, los catequistas, los misioneros, los docentes, los agentes de Caritas, los que ayudan a la gente en situación de calle, todos los que hacen presente el Reino de Dios.
A veces he recibido quejas cuando me he referido a los derechos de los más pobres. Pero para mí es inevitable hacerlo, es parte inseparable de mi sacerdocio.
Yo no soy ningún modelo de compromiso, pero toda la vida me taladró eso en la mente y en el corazón: “Tucho, no te olvides de los pobres”. ¿Qué quieren que le haga?
Pero hoy quise reunirlos para orar por ustedes, porque yo vine aquí para ustedes. Quiero ofrecer esta Misa por ustedes, para bendecirlos. Y le pedí al Papa Francisco que me permita bendecirlos en su nombre, como pastor universal.
Porque la vida sigue, y ya está nombrado el nuevo pastor, para una nueva etapa de esta Arquidiócesis.
En estos 5 años hemos vivido tantas cosas, angustias y alegrías que nos han unido, y sé que a través de mí también han quedado cosas buenas, pero ahora el Espíritu Santo quiere comenzar otra etapa con ustedes y para eso envía un nuevo pastor, con sus dones, sus carismas, sus capacidades.
¿Cuál es mi gran mensaje para cada uno de ustedes? Evidentemente ya no puedo decir nada que suene a líneas pastorales, ya hay un nuevo Obispo nombrado.
Pero lo que sí tengo que recordarte es que Dios te quiere, sos único, valés tanto, tanto. Valés por el amor infinito que Dios te tiene, valés por los brazos de Cristo abiertos en la Cruz.
Gracias a los obispos auxiliares y a los sacerdotes por su paciencia conmigo y porque cada uno se entrega a su modo, con la gratitud de haber recibido un llamado tan lindo del Señor.
Si a veces los he cansado con mis insistencias ha sido por un sincero amor a esta Arquidiócesis que ha sido mi esposa estos cinco años. Realmente quise vivir aquí, este fue mi lugar en el mundo estos 5 años, y traté de viajar lo menos posible para estar aquí.
Y gracias a las religiosas, a las laicas y laicos que tantas veces y con tanta generosidad le ponen el hombro a la Iglesia, le regalan su esfuerzo, su entrega y su amor para construir el Reino sin asco y sin miedo.
Quiero agradecer además a las autoridades provinciales y municipales por la relación cordial y de colaboración que pudimos sostener, y a las distintas instituciones de la sociedad que trabajan por el bien de todos.
Perdón sobre todo por el bien que pude hacer y no hice. Pero me alegra saber que me sucede Mons. Gabriel Mestre, un Obispo con experiencia en otra Diócesis, joven, con muchas energías y creatividad, y que seguramente podrá avanzar en todo lo que yo no alcancé a hacer en estos años.
Ahora, tengo el honor, el gran honor de ir a acompañar a Francisco en esta etapa de su vida, sabiendo que no le llego ni a la suela de los zapatos, pero cuento con su confianza y eso es lo que importa.
Los quiero mucho. Les dejo a todas y a todos un fuerte abrazo y les deseo lo mejor. Amén.
Card. Víctor Manuel Fernández, prefecto electo del Dicasterio para la Doctrina de la Fe