Viernes 22 de noviembre de 2024

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"La Eucaristía. Plato fuerte que debemos compartir y anunciar"

Homilía pronunciada por monseñor Gustavo Montini, obispo de Santo Tomé, durante la celebración del Corpus Christi (Catedral Inmaculada Concepción, 10 de junio 2023)

1. Con alegría nos encontramos en esta celebración y a modo de concelebración espiritual, nos unimos a todas las comunidades cristianas diseminadas en nuestro territorio diocesano que celebran hoy, de modo solemne, Corpus Christi. En muchos lugares se realizará la institución de laicos, al ministro extraordinario de la comunión.

2. Hay algunas situaciones en la vida, sobre todo dolorosas, que cuando las experimentamos, nos dejan sin palabras. Nos exponen a que salga lo mejor y también lo peor que cada uno tenemos dentro. Pensemos en la pandemia que hemos vivido, pensemos en las situaciones de conflicto que se dan en el mundo y lamentablemente también entre nosotros, pensemos en la difícil situación social, laboral, económica y moral que estamos viviendo como país. Podríamos llegar a entrever que algo de ello sucedía tanto, en aquella dura travesía del Pueblo de Israel por el desierto camino a la tierra prometida como, en la triste sensación vivida en la comunidad de Corintos, muy fragmentada y tomada por rivalidades estériles, totalmente inconducentes.

3. Es en ese contexto donde aparecen grandes incertidumbres, muchos miedos y sobre todo, hondos interrogantes. Pensemos en nuestra propia vida personal, familiar y social. Seguramente tenemos experiencia de ello. Es en este ámbito y en este tironeo, donde reconocemos nuestra profunda fragilidad y donde Dios habla. Así lo atestigua el libro del Deuteronomio que acabamos de escuchar: “el hombre no vive solamente de pan, sino de todo lo que sale de boca del Señor”. Dios habla y con su palabra quiere gestar un diálogo iluminador. Si nos habla, es porque nos ama y su Palabra, posee un contenido y un sentido sin el cual nuestro caminar sería duro y difícil.

4. En el tiempo en que vivimos y haciendo una interpretación literal, la frase referida suena sugestiva y hasta provocativa, en un país donde más de la mitad de sus habitantes, no tiene el pan necesario para alimentarse. Muchos tienen hambre y con tristeza constatamos que, no la pueden -ni la podrán- saciar si no son socorridos. Jesús no fue un espiritualista que evadía lo más crudo de la realidad. Por el contrario, en varias ocasiones los evangelios atestiguan sus reiteradas denuncias frente injusticias y mal trato, tanto del poder imperial como así también, de la dirigencia religiosa de su tiempo. Incluso en reiteradas ocasiones, compadecido al ver multitudes a la deriva, no dudó en hablarles y darles de comer. Siguiendo su ejemplo, nosotros no podemos pasar de largo ni mirar para otro lado. Menos aún hacer un juicio rápido y peyorativo. La colecta nacional de caritas y la maratónica tarea evangelizadora que realizamos en la diócesis, al menos en algo, tienen la finalidad de dar buen cause a esta realidad y al magisterio de Jesús.

5. También es una buena ocasión para que la sugestiva frase del Deuteronomio que acabamos de mencionar de algún modo nos interrogue: ¿con qué alimentamos nuestra vida? ¿de qué la nutrimos? No sólo pensemos en nuestra salud física, sino en aquella total e integral, en la que necesariamente se incluye el bienestar de nuestra mente y de nuestro corazón. Somos conscientes de que hay múltiples ofertas de “alimentos chatarra” –a buen precio- que terminan por dañar de modo irreparable no sólo nuestro aparato digestivo, sino también terminan por corromper lo más alto y lo más sagrado de nuestra dignidad humana.

6. El texto del Deuteronomio nos permite conocer y descubrir con mayor hondura quienes somos. El hombre es el único ser de toda la creación que no se sacia sólo con el pan material. Necesita algo más. Si sólo pensaríamos en su comida e hipotéticamente le daríamos todo el alimento del mundo, aun así, el hombre no encontraría ni su lugar, ni su camino, ni su destino, ni su dicha. Debemos tener cuidado frente algunas propuestas simplistas con estas características. La mentalidad pragmática y la tecnocracia terminan por reducir al hombre a su mínima expresión, limitándolo a estadísticas y entes de consumo, con el fin de ofrecerles un poco de pan, olvidando –o quitándole - el anhelo inapagable de felicidad y coartando los medios para encontrarla.

7. La maravillosa dignidad del hombre no se agota en un plato de comida. Es mucho más. Necesita de otro alimento que no necesariamente se reduce al pan material. La misma constatación se evidencia en las sociedades con más oportunidades. Aunque se tenga el alimento suficiente, el hombre sigue sufriendo necesidad de algo más. Se tiene hambre de un hogar, hambre de oportunidades para crecer, hambre de relaciones sanas y saludables, hambre de fraternidad y paz, hambre de unidad, hambre de ser amados y de amar, hambre de felicidad.

8. Quizás por ello Jesús llega a decir en el Evangelio: “les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre (la de Jesús) y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes”. Es decir, aunque vivan “no tendrán Vida”. Será una vida sin sustancia, sin vuelo, sin sentido y sin plenitud. Una vida pobre o una pobre vida. La Eucaristía no es sólo comida ni menos aún sólo bebida. Es “la Palabra que sale de la boca Dios” que, en Jesús, nos ama. Es decir; nos acompaña y nos devuelve la dignidad, haciéndonos hermanos y fuertes frente a los miedos y luchas presentes en el camino. Nos levanta frente a nuestras reiteradas caídas y cura las innumerables lastimaduras que nacen de los golpes y del andar. Toda esta inmensa riqueza no la podemos silenciar. Se trata de un plato fuerte que juntos, debemos compartir y anunciar.

9. La Eucaristía que celebramos y adoramos, para quien la vive de verdad, cuando se la comulga –como dice Apóstol Pablo en la Carta a los Corintios (1Co 10,16-17)- no nos deja igual. Transforma y nos transforma. En aquella comunidad tomada por divisiones y enfrentamientos estériles, lentamente la gracia de Dios conduce a sus integrantes, a la tan ansiada unidad. Jesús presente en el Santísimo Sacramento del Altar, nos regala una nueva forma de mirar, purifica nuestro modo de amar inspirando el gesto y la palabra oportuna, concede una nueva luz para elegir, y renueva las fuerzas de nuestro caminar. ¡Qué esperanzador es escuchar esta posibilidad, en un país dividido y agobiado! Lo mismo podríamos decir de nuestra diócesis, que desea caminar para constituirse en “una Iglesia de corazón joven que camina, cuida y anuncia”.

10. Nos transforma y nos lleva hacer lo que en muchas oportunidades los Evangelista atestiguan que el mismo Jesús ha realizado. Se lo recuerda como Aquel que “pasó haciendo el bien” (Hech 10,38). Es providente que Corpus una vez más, coincida con la colecta nacional de caritas a la que hicimos referencia. La Eucaristía bien vivida, necesariamente nos lleva a la caridad comprendida desde la integralidad. No sólo de comida y bebida. Sino de un vínculo fuerte y transfigurado. En este sentido es sugerente el lema propuesto por Caritas para este año, inspirado en el Buen Samaritano: “Mirarnos. Encontrarnos. Ayudarnos”. Jesús –“el Pan vivo bajado del Cielo”- logra el milagro de que nuestro corazón, pueda mirar de otro modo. Transforma nuestros caminos individuales –y nuestros individualismos- para gratuitamente encontrarnos. La mirada limpia, y la alegría fraterna del encuentro, necesariamente nos desinstala para, generosamente ayudarnos.

11. Estamos por vivir un acto cívico de trascendental importancia. Las elecciones. Es el momento donde los ciudadanos ejercemos el mayor poder que se tiene en una vida democrática. Se trata de la inmensa posibilidad de elegir “el pan” para nuestro presente y nuestro futuro. No dejemos que nos llenen de ruidos o que nos deslumbren con inauguraciones y propagandas o menos aún, que compren nuestras voluntades convirtiéndonos en pleno siglo XXI, en esclavos. El lema de caritas y su semblanza samaritana, puede ser inspirador y sugerente de cara a estas elecciones. Pidamos a Dios presente en el Santísimo Sacramento del altar, la luz necesaria y la fuerza suficiente para que todos, ciudadanos y dirigentes, estemos a la altura de las circunstancias.

12. Dios es tan bueno con nosotros que no nos abandona. Se queda en la Eucaristía, con todo lo referido y, nos regala pastores para que la hagan presente. Si Dios quiere, la próxima semana aquí mismo, celebraremos la ordenación de Ricardo Lezcano como sacerdote y de Adán De Mato, como diácono camino al presbiterado. La fe nos permite ver a Jesús en la Eucaristía. Él es capaz de convertir en bien todo lo que nos pasa, aún lo feo y lo malo. Con sencillez y humildad, puestos en sus manos y en adoración, le decimos ¡Gracias! Que así sea.

Mons. Gustavo Montini, obispo de Santo Tomé