Viernes 13 de diciembre de 2024

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Décimo aniversario del papa Francisco

Homilía de monseñor Hugo Nicolás Barbaro, obispo de San Roque de Presidencia Roque Sáenz Peña, durante la misa por el 10º aniversario del pontificado del papa Francisco (14 de marzo de 2023)

¿Pedro, me amas más que estos? Es hermosa y hasta conmovedora la conversación entre el Señor y San Pedro poco antes de la Ascensión, y de la que fue testigo San Juan.

Cristo fue preparando a San Pedro para la tarea que Dios en su providencia tenía prevista para él. Era un hombre joven cuando su hermano Andrés lo invitó a conocer a Jesús. Quedó impactado por la figura del Jesús, pero aún más cuando notó que lo conocía, lo esperaba.

Pedro empezó a estar cerca de Jesucristo, a escucharlo. Un día, cuando volvía de pescar con su hermano Andrés, recibió el llamado: síganme, y yo los haré pescadores de hombres. Al instante dejaron todo y lo siguieron.

Poco a poco fue aprendiendo todo de Jesús a quien quería un montón. Aprendió a ser hombre de fe. Cómo se le habrá quedado grabada aquella ocasión cuando lo invitó a remar mar adentro y a lanzar las redes para pescar. No era horario de pesca, no era lógico, por eso le respondió: Señor toda la noche hemos estado pescando, pero si tú lo dices, en tu nombre echaré la red. Fue tanto lo que pescaron que necesitaron ayuda de otros barcos. El mensaje era claro: apoyado en Cristo no habría imposibles.

Recordaría aquella tempestad en el mar en la que Jesús parecía ausente: dormía tranquilo en un rincón del barco. Estaban desesperados, Lo despertaron, el Señor calmó la tempestad y los recriminó: hombres de poca fe. Los Evangelios cuentan otra tempestad, fue tremenda, pero esta vez Jesús no estaba con ellos. En medio de la desesperación y el miedo les pareció ver un fantasma a lo lejos, era Cristo que se les acercaba caminando sobre el mar; Pedro corrió hacia Cristo caminando sobre el agua, pero se llevó un reproche por su poca fe, porque al dudar empezó a hundirse, estaba parado sobre el agua. Aprendería que Jesús siempre se acerca, nunca es lejano, está a nuestro lado, a confiar en la acción de Dios. 

¡Cuántos otros recuerdos le ayudaron en su misión! Lo contempló transfigurado, lleno del resplandor de su gloria. Le señaló cuál sería su futuro, su misión: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. TE daré las llaves del reino de los cielos, y todo lo que atares sobre la tierra será también atado en los cielos; y todo lo que desatares sobre la tierra, será también desatado en los cielos (Mt 16, 17-19).

También Jesús lo corrigió con fuerza: apártate de mí Satanás, porque no entiendes las cosas de Dios sino a la de los hombres. Quiso disuadir a Jesús de morir en la Cruz, estaba pensando de modo muy humano y no desde el servicio y la entrega hasta el final.

Aprendió a ser más humilde, a reconocer sus límites: Dios lo haría todo a través de su entrega sin condiciones. Por miedo, tres veces había negado a Cristo durante su Pasión; ahora, tres veces Jesús resucitado le preguntó: Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos? Y las tres veces respondió que sí: Señor, tu lo sabes todo, tu sabes que te amo. Su amor debía llegar hasta el extremo, como el de Cristo, hasta la cruz.

Desde entonces vemos a este hombre humilde, sencillo, sin haber recibido mucha cultura, entregado por completo a la misión, guiado totalmente por Dios, valiente, claro al hablar, guiando a la Iglesia, sacrificado, dispuesto a sufrir lo que viniera y acabó muriendo en la Cruz. 

Se cumplen hoy 10 años desde la elección del Papa Francisco. Vimos con emoción a un compatriota argentino a quien el Señor llamó a ser sucesor de San Pedro: sígueme, yo te daré las llaves del reino de los cielos; ¿Francisco, me amas? Apacienta a mis ovejas.

El Papa contó algunas veces que no se esperaba esta elección, tenía 76 años. Rezando experimentó la fuerza de Dios que lo sostenía. Y se sigue apoyando en esa fuerza: reza, pide continuamente oraciones, buscar que sea el Espíritu Santo quien guíe a la Iglesia.

No se nos oculta que le toca levantar la voz en un mundo muy revuelto. Muchos dejan de lado a Dios, lo ignoran, y de Dios procede el bien, el amor. De este modo el mal se mete más fácilmente por todas partes. Empieza por la vida de las personas, y a través de gente concreta, que no seamos nosotros, envenena las familias en las que acaba ausente el amor, infecta la sociedad de violencia, de guerras, de injusticias, de atentados a la vida y de tantos otros males.

El Papa denuncia los males y muestra el camino el camino del bien. Muchas veces no es oído, y en otras es criticado; jamás nos sumemos, pero sí recemos mucho por él.

¿Qué quiere el Papa? Que vivamos más cerca de Dios, una vida cristiana en serio: Nos anima con sus palabras que podemos encontrar en Internet, las del domingo con el Ángelus, por ejemplo, o las de los miércoles en las audiencias 

¿Qué más quiere? Que seamos servidores, que nos ocupemos de los demás, empezando por contagiar nuestra fe. Que tengamos ojos para descubrir las necesidades de quienes nos rodean o pasan a nuestro lado; muchas son materiales, pero otras espirituales: afecto, escucharlos, acompañarlos, rezar con ellos.

Impresiona la entrega del Papa, su espíritu de servicio, su interés por cada persona. Lo vemos saludando con atención y cariño, uno por uno, a una multitud y desde su silla de ruedas.

Tenemos la gran responsabilidad de que un argentino sea Papa, la responsabilidad de sostenerlo con la oración, y la de buscar en mayor sintonía con él.

Por lo que sé y vi, el Papa tenía siempre a mano una estampa o una pequeña imagen de la Virgen María, otra de San Jose y también alguna de Santa Teresita del Niño Jesús. Solía poner papelitos con intenciones debajo de cada uno. Seguramente alguna imagen de la Virgen Santísima tendremos todos a la vista en la casa. Que se nos escape muchas veces la mirada y recemos: Madre mía, el Papa, su persona, sus intenciones, su salud, cuídalo mucho.

Que así sea.

Mons. Hugo Nicolás Barbaro, obispo de San Roque de Presidencia Roque Sáenz Peña