La parroquia en la Iglesia local
Cuando uno dice “Iglesia” esto estrictamente puede entenderse sólo de dos maneras: la Iglesia universal y la Iglesia local o particular que es la Diócesis. En un sentido más figurado se habla de la familia como iglesia doméstica. La Iglesia local que no es la parroquia o el movimiento, es la Diócesis, conducida por un sucesor de los apóstoles.
Y la Iglesia local no es menos Iglesia que la Iglesia universal. No, en una Diócesis está plenamente la Iglesia. No es toda la Iglesia pero en ella, presidida por su Obispo, se realiza plenamente la Iglesia Católica. Una Diócesis es plenamente la Iglesia católica. Dice la Lumen Gentium del Concilio Vaticano II: “El Obispo diocesano es individualmente el principio y fundamento visible de unidad en su Iglesia particular, en la cual y en base a la cual se constituye la Iglesia católica una y única”.
Cada Diócesis es plenamente Iglesia porque tiene en ella todos los elementos de santificación que Jesús ha dado a su Iglesia: tiene un sucesor de los apóstoles presidiéndola, tiene la Eucaristía, la Palabra, todos los Sacramentos, comunidades, vida religiosa, y en nuestra diócesis también vida monástica. Todo ello en comunión con el Santo Padre a través del Obispo legítimamente designado.
No ocurre esto mismo en una parroquia y menos en un grupo, que sólo tiene sentido si está integrado en una Iglesia diocesana y nunca como una diócesis paralela. Para referirse a las Diócesis, en los primeros siglos se hablaba de “la Iglesia de Antioquía, la Iglesia de Jerusalén, la Iglesia de Alejandría”. Y hoy con el mismo sentido decimos “la Iglesia de La Plata, la Iglesia de Mar del Plata, la Iglesia de Catamarca”
Lo que expresa la Liturgia
Esta realidad de la Iglesia local se manifiesta ahora, en este lugar, porque está el Obispo diocesano de La Plata, sucesor de los Apóstoles que tiene a su cargo este territorio diocesano y responde por él al Santo Padre. Pero aquí también estás los obispos auxiliares, un gran número del Presbiterio, religiosas, religiosos, diáconos, laicos y laicas.
El Obispo diocesano es el signo y vínculo de unidad con la Iglesia católica. A través de él cualquier grupo, movimiento o institución que trabaje apostólicamente en la Diócesis se asegura estar unido a la Iglesia católica y no estar fuera de ella en una realidad paralela.
Pero ahora, en esta Misa, está plenamente expresada la Iglesia. El Ceremonial de los Obispos dice esto: “La principal manifestación de la Iglesia local tiene lugar cuando el Obispo celebra la Eucaristía rodeado por su presbiterio y los ministros con plena y activa participación de todo el pueblo santo de Dios. Esa Misa manifiesta tanto la unidad de la Iglesia local como su diversidad alrededor del Obispo y de la Eucaristía… Esto ocurre también en la visita pastoral del Obispo diocesano a una parroquia”.
Que esto, que se expresa en esta Misa, sea una realidad también en el corazón y en la vida de cada uno, para no contradecir con la realidad personal lo que se expresa en la Liturgia.
La comunión sinodal con el barrio
Cuando Jesús dijo “que sean uno para que el mundo crea”, expresaba que la comunión eclesial tiene un efecto misterioso: nos sostiene a nosotros y brilla a los ojos del pueblo de Dios. Desgajarse de la comunión eclesial es autoexcluirse de la Iglesia fundada por Jesucristo que se remonta a los Apóstoles por sucesión apostólica. Y al desgajarse de la Iglesia para tener normas propias, doctrina propia, autoridad propia, tarde o temprano se emprende el camino de desaparecer.
Esta parroquia desde hoy tiene un nuevo párroco, que es la única autoridad, pero él está llamado a evangelizar todo este barrio en Villa Elisa. Acercar a todos los que puedan estar alejados para que en la parroquia se exprese la misma diversidad que hay en la Iglesia universal, con todo tipo de carismas y ministerios diversos.
Y entre las orientaciones que da el actual Papa a toda la Iglesia, cada comunidad debe tener las puertas bien abiertas para que entren todos. Y todos significa todos: gays, transexuales, personas llenas de dudas de fe, parejas en segunda unión, personas que no están convencidas de todo lo que la Iglesia dice, incluso ex presidiarios que quizás hayan matado a alguien, adictos. La Iglesia no quiere ser una secta y por lo tanto tiene que tener un lugar para todos.
Si alguien está en contra de algunas orientaciones o normas diocesanas o de una parte de la enseñanza de la Iglesia no será catequista o dirigente, pero eso no significa que se le cierren las puertas. A todos en este barrio debe llegar ese rostro amable de una Iglesia en salida que acoge, no juzga, no condena, no excluye.
No podemos olvidar algo que repiten varias veces los Hechos de los Apóstoles: que si bien los apóstoles eran perseguidos por algunas autoridades, por otra parte “gozaban de la simpatía de todo el pueblo” (Hch 2, 47; 4, 21.33; 5, 13).
Cuando hablamos de una Iglesia sinodal estamos diciendo eso: una Iglesia donde todos pueden ser parte, e incluso colaborar a su manera e incluso opinar. Esa riqueza multiforme que incluya a todo este barrio es lo que espero de esta parroquia de la Arquidiócesis.
No es una capellanía
Aprovecho para aclarar una confusión que suele haber: cundo se habla de “sinodalidad” el Papa Francisco se refiere a dar lugar a todo el pueblo para que todos puedan sentirse acogidos en la Iglesia, ser parte, dar su aporte, sentirse conectados con la Iglesia de Cristo. La sinodalidad no es darle participación a un grupo para que defina lo que se puede hacer o no en una parroquia.
Porque esta no es una parroquia personal (ad personam), que es una parroquia para un grupo de personas con una espiritualidad propia, un estilo, una serie de costumbres de ellos. En esta Arquidiócesis hay solamente una parroquia de esas: es la parroquia “Mater Ecclesiae” para la atención del grupo tradicionalista que pide los sacramentos en latín con la forma extraordinaria, y tiene un párroco sólo para ese grupo que es el padre Díaz.
Esta parroquia en cambio no es una parroquia para un grupo sino para un territorio y un barrio entero. Entonces la sinodalidad es con todo el barrio y el párroco no es una especie de capellán para un grupo de personas sino el párroco del barrio, como lo era el santo Cura Brochero.
El Evangelio dice que si amamos y saludamos sólo a los que son de nuestro grupo, son iguales a nosotros, piensan como nosotros, ¿qué hacemos de extraordinario?” Eso mismo hacen los paganos, eso no nos distingue como cristianos. Al contrario, lo que nos distingue es que abrimos el corazón y las puertas a todos los del barrio. Por eso, bienvenidos todos, bienvenidos los que se fueron, los que nunca volvieron, los que se quedaron a medias, los que en algún momento se sintieron rechazados o ninguneados.
Y ojalá se cumpla aquí lo que escuchamos hoy en la primera lectura que escuchamos recién: “Levanta los ojos y mira alrededor: todos se reúnen y llegan hasta ti… Los hijos que dabas por perdidos piden un lugar para ellos”.
La Iglesia no es una aduana dice el Papa Francisco, es casa de todos así como vengan, con su vida, sus errores y sus heridas a cuestas.
Nueva etapa
Empezamos una nueva etapa y cada nueva etapa viene con gracia, viene con dones divinos, sepamos abrirnos a las novedades del Espíritu Santo y dejémonos hablar por él en esta etapa que comenzamos. Bienvenidos todos.
Que venga un sacerdote distinto a los que hubo durante 20 años no es la muerte, es un llamado del Espíritu a desarrollar otros aspectos de la vida comunitaria. Sin duda habrá cambios, pero siempre para crecer. Y que venga un cura diocesano no es una fatalidad. Al cura de Ars era diocesano como el padre Cerniato y miren lo que hizo con la parroquia de Ars. El cura Brochero era diocesano y fue un modelo maravilloso de párroco.
Agradezco al párroco saliente, que ha participado de nuestras reuniones de sacerdotes, y a todos los párrocos anteriores. Como ya expresé en una nota, cada uno ha dejado lo suyo, cada uno ha dejado algún aporte para enriquecer esta parroquia.
Que el Señor los bendiga en la nueva etapa que les toque vivir y como hermanos que somos en Jesucristo, rezamos también por ustedes en esta misa.
El mensaje principal
Pero todo esto que he dicho hasta ahora no es lo más importante que vengo a decirles como sucesor de los Apóstoles, y padre, pastor, esposo de esta Iglesia de La Plata. Porque como san Pablo, puedo decir que no quiero saber nada, nada más que Jesucristo. Lo que quiero decir hoy a cada uno de ustedes, para que se viva en esta parroquia es lo siguiente:
Dios tu Padre te quiere, te ama, con un cariño infinito, con una ternura que no se puede explicar. Y te dice que él no se va, no te deja, él no abandona: “aunque se corran las montañas mi amor no se apartará de tu lado”. Y te quiere a vos, no estás excluido ni por tus pecados ni por tus errores, para vos también es la fiesta de su amor de Padre, así como estaba allí en el camino esperando al hijo pródigo con los brazos abiertos, te ama. Y no importa si otros no te valoran, si te juzgan, si te excluyen. Él te ama, sin límites y sin frenos.
Entonces caminá en su presencia y sentite infinitamente querido, y dormite en su presencia cada noche porque dice la Biblia que él acompaña a sus amigos mientras duermen. Y si te sentís débil, incapaz de enfrentar la vida, entregate en sus brazos y tené la certeza de que él te sacará adelante como sea, aunque no sea como vos te lo imagines. Dejate llevar.
Dice en el profeta Isaías que si te sentís como un gusanito pequeño, tan frágil que el roce de una hoja lo puede partir en dos, el Señor te sostiene en su mano con un cariño loco y te dice: “No tengas miedo gusanito mío, yo soy tu salvador”.
Lo segundo que te digo es que Cristo te ha salvado en la Cruz, por tanto amor lo dio todo. No tenés que salvarte solo, no tenés que comprar el amor divino con mil esfuerzos. Cristo ya te salvó. Y te salva hoy, de la soledad, de la angustia, del miedo, del vacío, del sinsentido.
Y lo tercero es que vive, ha triunfado, ha resucitado, y ha penetrado lo profundo de la historia y de tu vida. Por eso puede ser hoy tu amigo, podés charlar con él eso que nadie sabe, poder sacarlo todo afuera en su presencia, podés compartir con él tus sueños y alegrías, podés volver a empezar una y otra vez, podés descansar en su presencia, podés sentir que camina con vos saber que eso es verdad, es real más que el aire que estás respirando.
Pero si no querés perder la fuerza de su gracia acordate que hay un gran mandamiento: “ámense unos a otros”. Amen, comprendan, perdonen, traten bien, sirvan, acompañen. Porque el amor fraterno es fuego que hace crecer el encuentro con Cristo.
Que esta comunidad sea el espacio comunitario donde se viva gozosamente esta verdad que acabo de resumir, que es el centro del Evangelio. Si esta convicción se debilita se cae todo como un castillo de naipes. El cristianismo se convierte en un libro de doctrina o en un código más de moral.
Esta verdad es lo más sólido, lo más denso, lo más seguro de todo el mensaje de la Iglesia. Todo lo demás es cáscara. Y para esta parroquia no me interesa tanto la cáscara, me interesa la sustancia.
Seguimos como Diócesis un camino común de 3 líneas pastorales que son obligatorias:
La primera es misión permanente, estar en todos los hogares, en cada rincón, con este anuncio central.
La segunda es estar cerca de los pobres y abandonados. Si no hay Caritas tendremos que inventar otras formas de estar cerca de los que la pasan mal como comunidad cristiana. Ninguna parroquia puede decir: “Nosotros no nos dedicamos a esas cosas sociales, nosotros nos concentramos en el culto y la doctrina”. Si es así vendrán san Juan Crisóstomo, san Antonio de Padua, san Vicente de Paul, san Cayetano, Santa teresa de Calcuta y tantos otros a tirarles las orejas.
La tercera es crecer juntos hacia la santidad, y espero que en este año la parroquia siga especialmente este camino para gozar más y más de Cristo y para vivir más y más el Evangelio.
Querido padre Cerniato, nuevo párroco, que el Cura Brochero interceda por vos para que en este lugar puedas ser feliz y fecundo, metido a fondo en el corazón de todo este barrio. Sabés que toda la Diócesis te apoya y reza por vos en esta nueva misión. El padre Cerniato es un hombre noble, generoso, piadoso y la verdad es que no se pueden quejar. También agradezco que el padre Juan Francisco le dará una mano en la parroquia y el colegio algunos días cada semana. Pero cuento con la colaboración de todos porque la Iglesia, también en Villa Elisa, es la casa de todos y a la obra de la Iglesia la hacemos entre todos.
Mons. Víctor Manuel Fernández, arzobispo de La Plata