Hace un año nos estremecíamos por la muerte de decenas de personas, los más de 80 afectados graves de salud y las familias golpeadas, producto de lo que se popularizó como “droga adulterada”. Una manera de titular una sustancia que intencionalmente, fue envenenada y traficada para matar. Un año transcurrió desde entonces, al cabo del cual nos cuestionamos como Iglesia diocesana y como sociedad… ¿En qué quedó todo?
En el libro del Génesis (Gen. 4, 8-10), Caín mata a Abel y trata de esconder su acto delante de Dios. Cuando éste le pregunta ¿Dónde está tu hermano Abel?, descubre a la humanidad la profunda relación que nos conecta: nos necesitamos unos con otros. Nadie está de más, ni puede ser ocultado, eliminado o descartado.
A un año de la tragedia, nos preguntamos si contestamos con Caín: “No sé… ¿Acaso yo soy el guardián de mi hermano?”. ¿Nos hicimos cargo de las causas del dolor?, ¿fuimos misericordiosos como sociedad de San Martín y Tres de Febrero? ¿Respondimos al Dios que nos dice: “¡Escucha! ¿La sangre de tu hermano grita hacia mí desde el suelo?”
Advertíamos junto a los obispos de la región Buenos Aires del peligro de naturalizar todo: “…La adicción: ¡Es un grito! Clama con angustia, clama pidiendo ayuda, la drogodependencia se fue extendiendo, profundizando y complejizando… ¡qué pronto nos volvemos indiferentes! Seguramente este hecho de la “droga adulterada” será noticia por un tiempo, y después a otra cosa. De esta forma, nos desconectamos y naturalizamos todo tipo de violencia, nada ya nos llama la atención: personas que no tienen agua potable -ni demás servicios básicos-, quienes no tienen lo suficiente para comer o para acceder a una asistencia digna de salud, los que no tienen vivienda, los que no tienen trabajo o teniéndolo son explotados, las víctimas de la inseguridad, los abuelos abandonados, la trata de personas, las personas que están solas, los que siguen sufriendo el flagelo de la droga todos los días y tantas otras injusticas con las que nos enfrentamos a diario.”[1]. Tanto entonces como ahora, el clamor sigue llegando al cielo, pues hoy, en este mismo momento, se siguen multiplicando las víctimas del siniestro mecanismo de omisiones y ausencias y complicidades políticas-judiciales-policiales para la muerte y exclusión. Los mismos que se restablecieron al poco tiempo de ocurrida la tragedia.
Sin embargo, en este tiempo surgieron signos de esperanza. Ante esta realidad, como Iglesia diocesana, tanto el Obispo, nuestros Pastores y el equipo de Pastoral Social, nos pusimos a disposición de la escucha y el acompañamiento en el dolor de las víctimas y sus familias. También acompañamos una acción más decidida y organizada, junto a organismos de los estados municipales, provinciales y nacionales de salud mental y adicciones, instituciones de la comunidad, el Hogar de Cristo y movimientos sociales, tanto en los distritos de San Martín como en Tres de Febrero. Vimos también la creación de algunos dispositivos de atención sobre consumos problemáticos…Pero no alcanza.
Como una enfermedad con causas sociales, es una tarea de la comunidad trabajar organizadamente para sanar las heridas, recibir misericordiosamente la vida, a cada uno y una de los afectados, nuestros “rotos y rotas”, y acompañarlos en su promoción. Por ello, volvemos a exhortar a la sociedad, al estado y a la política, sobre la necesidad de proclamar una “Ley de Emergencia Social en Adicciones”, que priorice el destino de los recursos materiales y humanos para atender la grave situación de quienes son descartados por su enfermedad, como a sus familias. Al mismo tiempo, adoptar medidas similares en los niveles provincial y municipal.
Asimismo, también convocamos a que se multipliquen todas aquellas acciones de la comunidad que provean contención y escucha, educación, entretenimiento, deporte, aprendizaje de valores y amistad, que en nuestra experiencia se sintetiza en las “3C” : Capilla, Club y Colegio.
Este año se recuerdan los 40 años del retorno de la Democracia, una fecha que nos llama a valorarla, reafirmarla, y desarrollarla. Invitamos a todos y todas a reflexionar y profundizar en la idea de que tanto ayer como hoy, la misma no puede fructificar si amplios sectores del pueblo no ven respetados sus derechos humanos y son víctimas de la exclusión, la violencia y la corrupción.
Pidamos a Jesús, que pasó haciendo el bien y curando a todas y todos (cfr. Hech. 10, 38), que nos ayude en nuestro compromiso para sanar las heridas de nuestro pueblo de San Martín y Tres de Febrero.
Que María, Virgen de Lourdes, cuya fiesta celebraremos en estos días, nos proteja y guíe en la tarea de la misericordia.
Mons.Martín Fassi, obispo de San Martín
Equipo de Pastoral Social de la Diócesis de San Martín (DSM)
Nota:
[1] Comunicado de los Obispos de la Región Buenos Aires, No estás solo, lloremos juntos: la droga mata, Buenos Aires, 4/2/2022. https://aica.org/noticia-obispos-de-la-region-buenos-aires-no-estas-solo-lloremos-juntos-la-droga-mata