Viernes 22 de noviembre de 2024

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Mavidad 2022

Mensaje de monseñor Vicente Bokalic CM, obispo de Santiago del Estero; de monseñor José Luis Corral SVD, obispo de Añatuya y de monseñor Enrique Martínez Ossola, obispo auxiliar de Santiago del Estero, para la Mavidad 2022

“Y la Palabra se hizo carne, puso su tienda entre nosotros, y hemos visto su Gloria:
la Gloria que recibe del Padre el Hijo único,
en Él todo era don amoroso y verdad.” (Jn. 1,14)

Llegamos a esta Navidad en tiempos no fáciles para nuestra Patria y provincia de Santiago del Estero, donde compartimos el dolor de muchos hermanos y hermanas por pérdidas de seres queridos y cercanos, situaciones de sufrimiento, padecimiento por enfermedades, falta de trabajo y oportunidades de desarrollo; privación y carencia de bienes y servicios esenciales, etc. La pobreza crece y afecta principalmente a niños y niñas; el consumo problemático de sustancias acorrala a numerosos adolescentes y jóvenes; los adultos mayores, jubilados y jubiladas, no son atendidos adecuadamente…

Pero en medio de todo ello, de tantas fragilidades, incertidumbres y violencias, volvemos a recibir y a anunciar el mensaje: el Dios de la Vida, Verdad y Amor, quiso encarnarse asumiendo la naturaleza humana. Para salvar a la humanidad, nació en Belén de María santísima Jesús, nuestro Redentor, el Salvador del mundo. Él camina con su pueblo, desde abajo y desde adentro de nuestra historia quiere manifestarnos la cercanía y ternura del “Dios-con-nosotros”. En este tiempo nos centramos y contemplamos a Jesús “envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (Lc. 2,12) y en Él recibimos la sonrisa y la caricia de Dios.

Acoger y abrazar el misterio de la encarnación del Hijo de Dios es asumir su estilo para nuestras vidas, para las relaciones que entretejemos, en los espacios donde habitamos y en los puestos que ocupamos. Su estilo es cuidar la vida, promover vida para una sociedad más humana, entregar la vida por los demás. Navidad nos invita a valorar toda vida, en especial la de los niños, enfermos, ancianos. Por ello Navidad es fiesta de la Vida, de la paz y de la alegría, de la familia y de la comunidad.

En el pesebre pongamos nuestra mirada en el Niño Dios, que nuestro corazón reciba su mensaje: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en plenitud “(Jn. 10,10). Nos decía el Papa Francisco: “El corazón del pesebre comienza a palpitar cuando colocamos la imagen de Dios, presente en un niño que quiere ser recibido en nuestros brazos. En la fragilidad se esconde su poder que todo lo transforma. En Jesús, Dios se hace niño y así revela la grandeza de su amor”.

Seamos testigos de la esperanza que late en la debilidad y fragilidad del Niño necesitado de todo y de todos, dejémonos conmover en las entrañas por la ternura y atención que se manifiestan en la Virgen María y San José, aprendamos a descubrir la verdad y la bondad que brotan en lo simple y sencillo que genera comunión.

Proclamamos en cada Navidad que Dios en Jesús asume la pobreza, se pone del lado de los menos considerados y apreciados, de los últimos y postergados. Es Aquel que se mete en nuestra humanidad y desde lo más bajo nos eleva y transforma compartiéndolo todo, nos participa de su plenitud de gracia porque antes ha participado totalmente de nuestras miserias, precariedades e impotencias.

Este misterio nos interpela a no ser indiferentes y a la solidaridad con los pobres de nuestras comunidades, para recoger las luchas y los anhelos de cuanto promueve dignidad, humanidad y fraternidad. También damos gracias por tantas personas, vecinas de nosotros y que, desde hace tiempo, se hacen presentes con su cercanía y compromiso de servicio para acompañar y asistir a los más necesitados.

La Navidad nos impulsa a atravesar las tinieblas del egoísmo y de los desencuentros, de la corrupción y de la mentira, de las injusticias e inequidad. Si le abrimos el corazón al Señor nos convertimos en hijos e hijas de Dios, en hermanos y hermanas de Jesús, y en Él de toda la humanidad. Abrirse a la luz para todo cristiano es un compromiso y una responsabilidad que nace de la unión con Jesús y de la comunión con los demás.

“La luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no pudieron ahogarla” (Jn. 1,4-5). Que la luz de Belén nos inunde, experimentemos que nuestras vidas se llenan de nuevo resplandor, de entusiasmo por vivir y servir, de valor y coraje para no resignarnos a que las cosas pueden ser nuevas, de esperanza y de sentido para seguir caminando hacia un mañana promisorio. Ciertamente si nos dejamos traspasar por el misterio luminoso de la Navidad seremos enriquecidos como personas y como sociedad.

Como pastores de la Iglesia, que peregrina en tierras santiagueñas, los invitamos a caminar juntos en el espíritu de sinodalidad, comunión-participación-misión, que hemos comenzado a redescubrir en este último tiempo y que va impregnando todo nuestro ser y quehacer eclesial con nuevo sabor a Evangelio y perfume a Reino de Dios.

¡Feliz Navidad! Reciban nuestra bendición, la paz de Jesucristo descienda en sus corazones y los acompañe a lo largo de todo el 2023 y que sea un año fecundo para todos.

Mons. Vicente Bokalic CM, obispo de Santiago del Estero
Mons. José Luis Corral SVD, obispo de Añatuya
Mons. Enrique Martínez Ossola, obispo auxiliar de Santiago del Estero