A la estimada comunidad de la diócesis de Concordia
y a todo su pueblo, a mis queridos familiares, amigos y conocidos:
Navidad es la celebración de Dios que nos habla.
“Después de haber hablado antiguamente a nuestros padres por medio de los Profetas, en muchas ocasiones y de diversas maneras, ahora, en este tiempo final, Dios nos habló por medio de su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas y por quien hizo el mundo” (Heb 1,1-2).
Jesús es Dios Palabra junto al Padre desde la eternidad, que hecho carne habitó entre nosotros, nos revela a Dios, a quien nadie ha visto, y nos hace llegar la gracia y la verdad. (Jn 1,1-18).
¡Creer que Dios habla supone un gran acto de fe! Estamos muy acostumbrados a imaginar un Dios distante.
¡Navidad nos invita a creer que el Hijo de Dios se ha hecho hombre, que nació, trabajó con manos humanas, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre y nos habló palabras divinas en lenguaje humano!
Nacido de la Virgen María, Dios Hijo se hizo verdaderamente uno de nosotros, semejantes en todo a nosotros, excepto en el pecado. Este mensaje es escándalo para unos, locura para otros, pero “fuerza y sabiduría de Dios para los que han sido llamados” a la Salvación (1 Co 1,24).
Creer que Jesús nos habla hoy, “me” habla, reclama estar dispuestos a escuchar y a responder.
Los ídolos... son realidades de nuestro mundo a las cuales dejamos ir ocupando el lugar de Dios. Los ídolos seducen, pero no hablan, no responden.
Pregunta al dinero, al poder, a la fama, al placer cuando te reclamen constituirse en metas absorbentes de tu vida, o cuando les hayas dado el corazón y se hayan convertido en tus ídolos, pregúntales sobre tus inquietudes más profundas, pregúntales sobre ti, sobre el sentido de tu vida y de tu muerte, sobre por qué aparece el sufrimiento... y permanecerán mudos.
Una honda amargura queda en el alma después del paso fugaz de los ídolos... pero seguimos corriendo tras ellos.
Pero, ¿es posible que el Eterno, el Todopoderoso, hable a mí, insignificante creatura?
El Misterio de Belén nos dice sí: el Hijo de Dios asume nuestra condición humana para hablar nuestro lenguaje y podamos comprender la voz de Dios. “El Verbo de Dios ha habitado en el hombre y se ha hecho Hijo del hombre para acostumbrar al hombre a comprender a Dios” (S. Ireneo).
Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre, es la Palabra única, perfecta e insuperable del Padre. En Él lo dice todo, no habrá otra palabra más que ésta. Dios se ha revelado plenamente enviando a su propio Hijo, en quien ha establecido su Alianza con nosotros para siempre. El Hijo es la Palabra definitiva del Padre, de manera que no habrá ya otra Revelación después de Él.
Todos estamos invitados a acercarnos al pesebre de Belén para ver al Niño recién nacido. Su presencia tiene que hacernos reflexionar. No es un niño más, es la Palabra de Dios.
Miremos al Niño y escuchemos la Palabra que nos habla. En ese Niño, Dios nos está diciendo que nos ama, que quiere que caminemos en la luz, que nos ofrece su perdón, que desea que tengamos Vida, que está interesado en nuestra amistad y en nuestra Salvación.
En Jesús, Dios nos está pidiendo que salgamos de nuestro egoísmo para que nos abracemos a Él y podamos sentir a todos como hermanos; nos está invitando a que formemos la familia de los hijos de Dios.
El Niño de Belén, totalmente pobre y desprovisto de todo, nos advierte que hay una sola cosa que importa, y que es el amor de Dios.
A toda la comunidad diocesana de Concordia, a los hermanos que profesan la fe en Cristo y a los que reconocen al Dios único, a todos los hombres de buena voluntad, a las familias, a las comunidades, a cada corazón, especialmente los que sufren, a mis familiares y amigos les deseo una santa Navidad. Con mi bendición pastoral.
Mons. Luis Armando Collazuol, obispo de Concordia
Concordia, Navidad 2022