Jueves 28 de marzo de 2024

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"La verdad sustenta una auténtica esperanza"

Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas, para el 3° domingo de Adviento (11 de diciembre de 2022)

Los textos bíblicos de este tercer domingo de adviento nos llaman a animarnos y a no perder la esperanza: «Regocíjese el desierto y la tierra reseca, alégrese y florezca la estepa… ¡Sean fuertes no teman ahí está su Dios!» (Is 35,1-4).

El Evangelio (Mt 11,2-11), nos presenta la figura de San Juan Bautista quien, desde su austeridad profética, en la liturgia del adviento nos exhorta a convertirnos. Él es el profeta de la verdad, quien no dudó en denunciar a Herodes y en dar la vida por lo que creía. Sólo podemos volvernos a Dios, cuando nos disponemos a construir en nuestras vidas, en nuestras familias y en la sociedad desde la verdad. Construir en la verdad es como construir sobre roca y no sobre arena, es decir, desde las mentiras. Cuando con humildad somos capaces de revisarnos y evaluar cómo estamos construyendo, nos encaminamos a realizar un examen de conciencia y nos introducimos en el camino de reconciliación que nos permite volver a Dios.

El adviento ubicado en el fin de año, es un tiempo propicio para realizar un examen de conciencia que, aun implicando una dimensión personal, no es un acto individualista. Al contrario, al examinarnos debemos revisar cómo vivimos nuestros compromisos comunitarios y si el llamado a la santidad lo asumimos desde nuestra responsabilidad ciudadana construyendo una sociedad mejor.

En relación a esta dimensión social y por lo tanto a la caridad que debe tener nuestro examen de conciencia de adviento, el documento de los obispos argentinos «Navega mar adentro» escrito hace varios años para nuestra Patria y con reflexiones que mantienen especial vigencia, nos señala:

«El primer servicio de la Iglesia a los hombres es anunciar la verdad sobre Jesucristo […] nos exige responder con todos los esfuerzos que sean necesarios para lograr la inculturación del Evangelio, que propone una verdad sobre el hombre, la cual implica un estilo de vida ciudadano comprometido en la construcción del bien común» (95).

En el número siguiente se señalan algunos aspectos que son indispensables que tengamos en cuenta en todo examen de conciencia:

«Una conversión es incompleta si falta la conciencia de las exigencias de la vida cotidiana y no se pone el esfuerzo de llevarla a cabo. Esto implica una formación permanente de los cristianos, en virtud de su propia vocación, para que puedan adherir a este estilo de vida y emprender intensamente sus compromisos en el mundo, desarrollando las actitudes propias de ciudadanos responsables» (96).

En el Evangelio de este domingo el Señor nos anima en la esperanza: «Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven: los ciegos ven y los paralíticos caminan… y la Buena Noticia es anunciada a los pobres» (Mt. 11,5). Si es cierto que la responsabilidad ciudadana está ligada al llamado a la santidad, debemos señalar con esperanza que en nuestra gente hay muchos signos de solidaridad y participación. En las comunidades notamos la solidaridad a veces bien concreta que se da en ayudas entre familias y vecinos cuando alguno padece el flagelo de la desocupación o alguna enfermedad. Juntan plata para ayudar a un enfermo que no tiene cómo pagar por su salud, o bien «agrandan la olla». También se suman las redes de capacitación en educación popular, ciudadanía y se generan alternativas para pequeños emprendimientos, así como la posibilidad de vender lo producido de una manera directa sin muchos intermediarios, especialmente en las ferias francas. Seguramente nosotros mismos podemos hacer una larga lista de personas y situaciones que son signos de esperanza y de responsabilidad ciudadana y participación social. Las mejores soluciones siempre vienen de la gente que no se cruza de brazos esperando «un papá Noel» que lo venga a ayudar, sino de aquellos que, con el ancla en la fe, la esperanza y la caridad, entienden que la santidad implica asumir activamente un rol ciudadano comprometido.

Uno de los peores males en nuestro tiempo puede llegar a ser el escepticismo o el bajar los brazos en los momentos difíciles. En este adviento que nos plantea el tema de la esperanza, los cristianos sabemos que la fe en Dios y el compromiso activo, protagónico, solidario y sobre todo organizado, nos permitirá caminar en medio de las dificultades y encontrar alternativas.

Les envío un saludo cercano y ¡hasta el próximo domingo!

Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas