Con la llegada a nosotros de la estación de la Primavera -en el hemisferio sur-, observamos renacer la VIDA; y no sólo, la de la naturaleza que nos circunda, aún a pesar de los muchos atropellos ecológicos y despreocupación sobre el Cuidado de la Casa Común, sino también, la vida humana, personal y comunitaria en la convivencia social. Este dinamismo vital y renovador lo sentimos también dentro de nuestra propia Iglesia, Pueblo de Dios y Cuerpo Místico de Cristo, siempre guiada y conducida por el Espíritu Santo a lo largo de la historia, y convocada ahora, en este tiempo presente, a vivir y caminar juntos, sinodalmente, con una mayor intensidad.
La necesidad y el anhelo de conversión, la alegría y la esperanza que brotan de la fe cristiana, pueden apreciarse en los Aportes de la Síntesis de Argentina para el Sínodo de la Sinodalidad, 2021-2023. Después de la fecunda etapa de escucha y diálogo, llevada a cabo en nuestras Iglesias particulares, los meses pasados, es muy fuerte la llamada a “integrar e incluir a todos” hacia la fraternidad universal de la familia humana, pues Dios quiere que todos los hombres se salven y conozcan y vivan la verdad (Cf. 1Tim 2,4). En definitiva, la conversión a la Sinodalidad, es una llamada a la santidad, éste es su horizonte (Cf. n° 52, Síntesis Argentina para el Sínodo).
Pasó Agosto, mes en que celebramos el misterio de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María en cuerpo y alma a los cielos; misterio que nos ayuda a orientarnos a la Vida eterna. Pues bien, ese mismo día, acompañamos y despedimos, en su pascua definitiva al Reino, a la Hermana Elisa Rosales Coronel mci, misionera de Jesús y de la Iglesia, mujer consagrada que supo transmitir, durante sus largos años de vida en Formosa, el entusiasmo y la alegría de la fe, la entrega y el servicio generoso a los pobres y enfermos.
Septiembre se nos presenta con alegría y esperanza, -tan propias de los Jóvenes-; mes, especialmente dedicados a ellos; y después de dos años largos de pandemia, están muy ilusionados de encontrarse nuevamente y caminar juntos hacia la Basílica de Nuestra Señora de Itatí (Corrientes), deseosos de asumir también ellos, como protagonistas responsables, con su creatividad y compromiso propios, una Iglesia Sinodal: Comunión-Participación-Misión. También en este mes, celebraremos, Dios mediante, a MARÍA, madre de Jesús y de la Iglesia, en su Natividad y Niñez, en sus advocaciones de Nuestra Señora de los Dolores, de la Esperanza y de la Merced.
En fin, más allá de las situaciones y contingencias socio-política-económicas actuales, en las que debemos contribuir entre todos a mejorar y reordenar en torno a los valores de la verdad, la libertad, justicia, igualdad y solidaridad, respetando la independencia de los poderes constitucionales, si es que queremos vivir en una auténtica y verdadera democracia… procuremos que nuestras vidas, llamadas a la perfección y a la santidad, sea cual fuere nuestro propio estado: laical, consagrado o ministerial, tiendan siempre y estén referidas y centradas, a ejemplo de los santos, sobre todo, de la Bienaventurada Virgen María (LG cap. VIII), a fin de que alcancen su plenitud, en el Misterio de Cristo y de la Iglesia. Anunciemos, proclamemos y testimoniemos que Él, JESUCRISTO, es el único Redentor y Salvador de la humanidad, y la Iglesia, su Cuerpo y Esposa, el sacramento universal de la unidad y salvación de todo el género humano.
¡Feliz, bendecida y promisoria primavera 2022!
Mons. José Vicente Conejero Gallego, obispo de Formosa