La Rioja recordó a Mons. Sigampa a un año de su partida

  • 1 de abril, 2022
  • La Rioja (AICA)
Con una misa presidida por el obispo de La Rioja, monseñor Dante Braida en la catedral de San Nicolás de Bari, la comunidad diocesana recordó a monseñor Fabriciano Sigampa a un año de su muerte.

El obispo de La Rioja, monseñor Dante Braida, presidió el 31 de marzo una misa en memoria de monseñor Fabriciano Sigampa “pastor riojano para el pueblo argentino y para su pueblo”.

A un año de su partida, la comunidad riojana se reunió para recordarlo con una misa en la catedral San Nicolás de Bari.

En su homilía, monseñor Braida recordó que hace un año, en plena Semana Santa, la comunidad se vio sorprendida por la partida de “nuestro hermano y padre”, monseñor Fabriciano Sigampa.

“Hoy, aún con el dolor de su partida, queremos recordarlo con un corazón agradecido por su vida y su ministerio como sacerdote y obispo”, expresó, y para ello, tomó luz de la Palabra de Dios.

En referencia al Evangelio, destacó que “nos presenta a Jesús que, con toda claridad, manifiesta que lo que lo mueve a hacer lo que hace es la relación que tiene con su Padre. Las obras que realiza son las que le dice el Padre, entre ellas haber sanado un enfermo que hacía treinta y ocho años no podía caminar o comer con pecadores buscando su conversión, o enseñar a una multitud que estaba desorientada”. 

“Su misión es manifestar el amor misericordioso de su Padre Dios para con todos, especialmente para con los pobres y pecadores, al mismo tiempo es ayudar a comprender que el mero cumplimiento de leyes no manifiestan la voluntad de Dios”.

Por eso, “no nos cansemos de contemplar diariamente cada página del Evangelio y en ella la vida y obras de Jesús, de ese modo vamos comprendiendo profundamente el amor de Dios, cuánto Él nos quiere y quiere a cada ser humano. No sólo lo comprendemos sino que él nos va haciendo dóciles y capaces para que también nuestras obras expresen ese amor”.

“Todo pastor en la Iglesia está llamado ser testigo del Jesús Buen Pastor que encontramos en el evangelio. Su misión también es buscar, y ayudar a su pueblo a buscar la voluntad de Dios, considerando el estado de vida de cada persona. La relación cercana y estrecha con Dios siempre nos revela nuestra verdadera identidad y la vocación para la que Él nos ha creado. Por eso la misión del pastor tiene que ver también con servir al pueblo para que cada uno de sus miembros se encuentre con Dios y viva desde la fe en Él y desarrolle su misión desde allí”, observó monseñor Braida.

Recordando a monseñor Sigampa, lo describió como un hombre de fe que creyó en Dios, en su vida laical, en el llamado al sacerdocio, y en su etapa de sacerdote, ordenado en 1971 por monseñor Angelelli.

Haciendo mención de algunas homilías de monseñor Sigampa, el obispo recordó que muchas  veces él hablaba de las vocaciones laical, religiosa y sacerdotal, que el Concilio Vaticano II y los respectivos sínodos posteriores buscaron describir con precisión. “Cuando llegó como pastor a Reconquista, mi tierra natal, una de sus líneas pastorales fue trabajar por los jóvenes y las vocaciones, en sintonía con las prioridades de la Iglesia latinoamericana en Puebla”, señaló. “Sabemos de muchas vocaciones sacerdotales a las que acompañó, también su aprecio por la vida Consagrada y el valor que les daba a los laicos que viven su propia misión en el mundo, en sus tareas y compromisos cotidianos”, destacó.

Por eso, agradeció particularmente al padre Fabriciano, relatando que “en primer lugar, cuando tenía quince años y pertenecía a un movimiento juvenil, el sacerdote asesor nos presentó al obispo recién llegado, él nos escuchó un rato y luego nos regaló una lámina del rostro de Jesucristo”. 

“Unos años más tarde fue él quien me presentó al seminario y me acompañó durante los cuatro primeros años. Recuerdo que al finalizar el año iba a conversar con él para comentarle lo vivido en ese tiempo. Y escuchaba de él sus consejos. Con él llegué por primera vez a esta tierra riojana en 1992 a participar del Tinkunaco, siendo seminarista”.

Señalando que cada vocación debe hacer la voluntad de Dios, con gestos de cercanía y obras concretas de solidaridad, valoró el interés que tuvo monseñor Sigampa por acompañar el mundo laical “para que cada laico asuma, desde la fe, sus compromisos temporales”.

“El amor a su tierra riojana y a sus raíces manifestó la realidad de una fe vivida desde una cultura particular con sus propias costumbres. Aun estando en otros lugares siempre buscaba participar del Tinkunaco y las fiestas de verano de San Nicolás. Nunca perdió el acento propio de esta tierra ni tampoco el fino humor que siempre lo acompañaba y le ayudaba para entrar en confianza con los interlocutores del momento. Para todo tenía un cuento, un chiste, una comparación con humor”, describió.

“Hoy vivimos este aniversario con esperanza. Queremos como él vivir plenamente la fe que hemos recibido y al mismo tiempo mirar hacia adelante con esa confianza de saber que no estamos solos. Que caminamos con un Dios que siempre está dispuesto a ayudarnos y que, a la vez cuenta con nosotros para que, con obras concretas, demos testimonio de su amor y misericordia ayudando a todo aquel que lo necesita”, afirmó, con el recuerdo agradecido de monseñor Fabriciano Sigampa, y pidiendo la intercesión de los beatos mártires Carlos, Gabriel, Enrique y Wenceslao –con quienes compartió la vida y la fe en esta tierra bendita- y la protección de nuestra Madre del Valle, a quien le tenía profunda devoción, para que “nos animen a seguir con alegría y fidelidad los caminos de Vida Plena del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo”.+

» Texto completo de la homilía