Monseñor Ángel Rossi asumió como nuevo arzobispo de Córdoba

  • 18 de diciembre, 2021
  • Córdoba (AICA)
"Que el Señor me dé una voz que sea reconocida por entonar, no melodías de muerte y condena, sino de vida, de misericordia y de esperanza", pidió tras la misa de ordenación episcopal.

En una misa concelebrada por más de 50 obispos y unos 500 sacerdotes recibió la ordenación episcopal, en la tarde del viernes 17 de diciembre, el sacerdote jesuita Ángel Félix Rossi SJ y tomó posesión del gobierno pastoral de la arquidiócesis de Córdoba, sucediendo en el cargo a monseñor Carlos José Ñañez.

La ordenación episcopal de monseñor Rossi se llevó a cabo en la explanada de la catedral Nuestra Señora de la Asunción, de la que participaron autoridades eclesiásticas, políticas y miles de fieles. 

El arzobispo saliente, monseñor Náñez, fue el consagrante principal, acompañado por monseñor José Ángel Rovai, obispo emérito de Villa María y tres obispos jesuitas: Hugo Manuel Salaberry SJ, obispo de Azul; Ernesto Giobando SJ, auxiliar de Buenos Aires, y Jorge Lugones SJ, obispo de Lomas de Zamora. 

En la ceremonia, monseñor Rossi asumió como arzobispo de Córdoba, jurisdicción eclesiástica que abarca la ciudad capital, el Gran Córdoba y algunas parroquias de departamentos vecinos.

De la emotiva ordenación episcopal también participaron representantes de los diversos grupos e instituciones de la comunidad arquidiocesana, de Fundación Manos Abiertas, de la que monseñor Rossi es fundador y asesor espiritual, como también de autoridades provinciales, como el gobernador, Juan Schiaretti, junto a su esposa, la senadora Alejandra Vigo, y municipales, con la presencia del intendente capitalino, Martín Llaryora.

También participaron de la celebración eucarística y saludaron al flamante arzobispo representantes de otros cultos cristianos y religiones, entre ellos el arzobispo metropolitano griego de Buenos Aires y Sudamérica, Iosif Bosch y el rabino Marcelo Polakoff, integrante del Comipaz, entre otros.

La ordenación episcopal, incluyó la imposición de manos, la oración consecratoria, la unción con el crisma y la entrega de los símbolos propios de los obispos: anillo, mitra y báculo pastoral.

El nuevo arzobispo tomó posesión, quedando entronizado en su Cátedra, entre aplausos y sonando las campanas de la catedral y de otros templos de la capital provincial. Luego fueron pasando a saludarlo uno a uno los obispos concelebrantes.

También conocido por su apodo “Bayín”, monseñor Rossi nació el 11 de agosto de 1958 en Córdoba capital. Es el segundo hijo de Ángel Sixto Rossi y Delicia Ruiz Caraffa, ya fallecidos. Tiene 63 años y fue designado por el papa Francisco el pasado 9 de noviembre y es la primera vez que un sacerdote jesuita asume en la arquidiócesis de Córdoba. 

Sucede a monseñor Ñáñez quien presentó al Papa su renuncia al haber cumplido, el 9 de agosto pasado, la edad de 75 años, de acuerdo con lo que establece la norma canónica y se despidió como arzobispo en una misa el martes 14 de diciembre.

Monseñor Rossi se venía desempeñando como consejero de la Provincia Argentino-Uruguaya de la Compañía de Jesús y como coordinador del Equipo Misionero Itinerante. Entre 2013 y 2019 fue superior de la Residencia Mayor de la Iglesia de la Compañía de Jesús. 

Monseñor Ñañez le legó su báculo, el mismo que llevó como signo de su pastoreo durante sus 23 años al frente de la arquidiócesis cordobesa.

Mons. Ñañez: “El Señor que te elige y te envía”
En su homilía, monseñor Ñáñez hizo público los sentimientos que embargaban su corazón en este "momento tan emotivo" y señaló “un gran asombro” por todo lo que el Señor le concedió vivir a lo largo de su ministerio pastoral 23 años de servicio como obispo en "esta querida arquidiócesis”. 

El arzobispo saliente agradeció a Señor el haber “experimentando su cercanía, ayuda y ternura” y junto al asombro también “brota en mi corazón la alabanza”, ya que -citando al salmista- “no hace faltar nada en su Iglesia”.

Monseñor Ñañez tuvo un recuerdo especial por el papa Francisco, en el día de su cumpleaños y agradeció particularmente “al padre Ángel porque con gran generosidad se dispone a asumir el cuidado de esta Iglesia local”.

También tuvo palabras de gratitud hacia la comunidad arquidiocesana “que tan generosa y constantemente colaboró con mi ministerio” y los invitó a recibir “con el mismo espíritu de fe y caridad al nuevo arzobispo”.

El arzobispo saliente destacó a continuación que la comunidad arquidiocesana de Córdoba “es una comunidad rica en dones” y entre esos dones señaló, en primer lugar, "el de los santos que han vivido y nacido en Córdoba, como así también de aquellos que aquí se formaron y de los que en diversos momentos la visitaron”. 

“No es un orgullo vano, añadió, sino que representa para nosotros el precioso desafío de seguir las huellas de estos hermanos que con generosidad y fidelidad nos han precedido en el camino de la fe y de tender decididamente a la santidad como nos invita con insistencia el Concilio Vaticano II”.

Después de agradecer a los sacerdotes, los diáconos permanentes -en creciente número-, a los religiosos y a las religiosas, a los seminaristas y a los laicos de la arquidiócesis, por ser todos ellos “generosos y talentosos en presentar su servicio a la Iglesia”, destacó además “la relación cordial, el encuentro y diálogo con otros credos”, como así también con los diversos representantes de “una sociedad plural, en vista de un mundo más humano y tendientes al cuidado de la Casa Común”.

Dirigiéndose al flamante arzobispo le expresó: “Querido padre Ángel, seguramente la percepción de la magnitud de la tarea que te dispones a asumir puede abrumarte por momentos, pero la consideración de la fe, del don de la plenitud del sacerdocio que vas a recibir te debe animar, el Espíritu del Señor estará sobre ti, al mismo tiempo dicho don precioso te asegura que no te faltará la fortaleza, ni la esperanza necesaria para afrontar la misión encomendada”.

Monseñor Ñañez animó a su sucesor a confiar en la certeza del amor que el Señor ofrece: “Un don inmenso, gratuito y totalmente inmerecido y sobre todo un don que no tiene vuelta”.

“Se trata entonces, subrayó, de que te dejes amar y que confíes ilimitadamente en ese amor, que correspondas generosamente a el, tal como te lo pide el Señor: “Permanezcan en mi amor”.

El arzobispo saliente señaló a su sucesor que “el Señor te regala la certeza de tu elección. La mirada de la fe descubre la mano del Señor que te elige y te envía”.

“Le encomendamos a la Virgen del Rosario tu ministerio del nuevo pastor, para ser instrumento fiel que nos impulsa a todos a la santidad”, expresó y concluyó: “Te deseamos de corazón un ministerio fecundo y alegre, en esta porción del Pueblo de Dios que el Señor te encomienda y que hoy te recibe con mucha alegría como su pastor”.

Mons Rossi: Que el Señor me de hombros para cargar las ovejas
Tras la comunión, monseñor Rossi dirigió unas palabras, las primeras como pastor de la arquidiócesis cordobesa, en las que manifestó su gratitud y sentimientos en “este emotivo momento”.

“Gracias a todos y a cada uno de ustedes. Al Señor en primer lugar que jamás me soltó de la mano y que con sus sorpresas nunca ha permitido que me apoltrone”, dijo al inicio de sus palabras.

“A mis padres que me enseñaron la dignidad del trabajo y la fe con gesto, a mi hermana Magdalena, verdadera compañera de camino en toda mi vida y que atesora en su corazón cosas de mí, que sólo una hermana y una hermana mayor conoce y custodia”, agregó.

El flamante arzobispo también agradeció al papa Francisco “que un día cuando era Jorge Mario Bergoglio me abrió las puertas de la Compañía de Jesús y que ahora a pesar de mis fragilidades que él conoce, me invita a cruzar este umbral que provoca en mí esta mezcla rara de vértigo y confianza”.

“A la Compañía de Jesús, representada hoy en su provincial, el padre Rafael Velasco SJ y en mis hermanos jesuitas. Esta Compañía de Jesús que mi hizo jesuita, es decir un hombre pecador y a pesar de ello llamado a ser compañero de Jesús. Que me enseñó -lo cual no significa que lo haya aprendido- que allí donde hay más dolor, está siempre nuestro sitio”.

Y también agradeció a monseñor Ñáñez, “que en el pasarme la posta, lo hizo al modo de padre, de hermano y de amigo”.

Asimismo, expresó gratitud “a mis hermanos ahora en el episcopado, a los obispos auxiliares, los curas, diáconos, religiosos y religiosas, consagrados y consagradas, que me han manifestado en este tiempo una confianza y benignidad desmesuradas, lo cual me anima para aquello para lo cual el Señor me ha puesto en este brete”.

Monseñor Rossi expresó su deseo de “caminar con ellos, a discernir con ellos, cual sea el mejor servicio para nuestro pueblo, fruto no del mandonearlo y mirarlo desde arriba, sino de escucharlo, escuchar sus cantos y escuchar el silencioso relato de quienes sufren y sienten que ya no pueden más y agacharnos a ellos al modo de lo que en realidad somos o debemos ser: no príncipes, no patrones de estancia, sino humildes peones, simples servidores de un pueblo que en dignidad siempre será más que nosotros”.

Y agregó: “Ese pueblo, verdadero maestro, encarnado en todos ustedes, familiares, amigos, compañeros del colegio, maestros y profesores, voluntarios, que como dice Francisco, fueron imprimiendo en mi alma sonrisas, arrugas y callos. Que han dejado sus huellas en mí, reflejo de lo vivido, de lo gozado y de lo sufrido”. 

El nuevo arzobispo dedicó unas sentidas palabras a los miembros de Manos abiertas, fundada y dirigida por él: “Sepan que para mí es un verdadero honor, no merecido, el ser escoltado, el ser custodiado, el ser abrazado esta tarde, en esta ceremonia, por aquellos que san Alberto Hurtado llamaba “patroncitos y patroncitas”. Hombres y mujeres que como dice nuestra Doña Jovita llegan cascoteados por la vida y que son los que dan sentido y engrandecen a obras de Manos abiertas, de Hombre nuevo, de Cáritas y de otras obras”.

“Yo les ruego que pidan para mí, -dijo monseñor Rossi- que el Señor me dé hombros fuertes para cargar las ovejas, mirada penetrante y compasiva para buscar y encontrar a las perdidas. Me de esa capacidad, ese ojo, que se necesita para ubicar siempre a la más lastimada y por eso mismo la preferida del Señor. Y junto con eso me de la capacidad de alegrarme por la gracia de ser dispensador de la misericordia del Pastor bueno”. 

“Que me dé una voz que sea reconocida por entonar, no melodías de muerte y condena, sino de vida, de misericordia y de esperanza. De consuelo en medio de las tribulaciones. Una voz, tanto para quienes han abrazado la fe, como para quienes no pertenecen a este rebaño”.

Finalmente tuvo también palabras de agradecimiento hacia la sociedad civil: “Gracias a las autoridades provinciales y municipales, a los medios de comunicación, a los agentes de la seguridad, de salud. Y a tantos otros, Con quienes trabajaremos muy juntos, como se viene haciendo cada vez que se trate de dar una mano, de celebrar algo lindo, de poner de pie al caído o de suavizar alguna penuria de nuestra gente. Por todo esto, una vez más. Muchas gracias”.

Ya entrada la noche, la celebración eucarística, culminó con la “mirada de nuestra madre y patrona, Nuestra Señora del Rosario”, a la que bajo su cuidado el arzobispo Rossi encomendó “la misión que se me ha confiado” y dedicó una oración de San Alberto Hurtado.+