Misa Crismal en Rafaela: Mons. Fernández llamó a ser una Iglesia en comunión

  • 25 de marzo, 2021
  • Rafaela (Santa Fe) (AICA)
El obispo de Rafaela, Mons. Luis Fernández, presidió el 24 de marzo la Misa Crismal, en la que se bendijeron los óleos y se consagró el Crisma, junto con la renovación de las promesas sacerdotales.

En la proximidad de la Pascua, el obispo de Rafaela, monseñor Luis Fernández, presidió el 24 de marzo la Misa Crismal en la catedral San Rafael.

En su homilía, destacó que en 2020, debido a la pandemia, por primera vez la diócesis no pudo celebrar la Misa Crismal. En ese sentido, agradeció a Dios “que la Vida de la Gracia nunca se detuvo, y en medio de incertidumbres angustiosas y  tristes dificultades, el Pueblo de Dios no dejó de recibir lo que más lo nutre y lo hace crecer como es la vida sacramental”.

“Estamos transitando profundamente este tiempo de Cuaresma, cargando sobre los hombros tantos días difíciles de dolor, pasión y calvario, que nos unen más íntimamente al Señor Jesús, que camina decididamente a Jerusalén para morir en la Cruz, lo que no entendían los apóstoles y nos cuesta también hoy a nosotros caminar”.

“En estos tiempos difíciles hemos palpado y vivido las mismas situaciones de  vida de grandes personajes bíblicos, como Abrahán, con el Covid-19, tuvimos que  sacrificar  muchos encuentros pastorales y nuestros afectos, semejantes al despojo de nuestro padre en la Fe, cuando Dios le pidió ‘dejar su tierra y sus costumbres’”.

“Nos hemos encontrado también, como Moisés, tan amigo de Dios, pero que experimentó de cerca el ‘sabor amargo de la tristeza’ en su vida tan probada por tener que ser ‘puente’ entre Dios y su Pueblo, y sin llegar a ver, salvo de lejos, menos aún ni pisar la tierra prometida, como nosotros hoy, a veces hasta sintiéndonos ‘inadecuados’ para la misión evangelizadora”. 

“¿Y quién, hermanos sacerdotes, en el año transcurrido, como el profeta Elías, no se sintió ‘desanimado’ hasta el extremo,  y tal vez hasta ‘llorando y gritando’ en su interior como Jesús en Getsemaní: ‘Dios mío, Dios mío por qué me has abandonado’?”, añadió. “Me sentí y me siento muchas veces, caminando con la mano en el arado mirando hacia atrás, o hacia adelante para decir, ya falta menos”, expresó.

“Nosotros también hoy podemos decir que ‘nuestra fe ha sido probada’, como fue la de Abrahán y los patriarcas, la de Moisés y la del pueblo cuando fueron esclavos en Egipto, la de los profetas, apóstoles y todos los santos de Dios,  confiados sólo en Dios, porque es capaz de hacer de nosotros nuevas creaturas, por eso nos invitó desde el inició de la Cuaresma a ponernos en camino junto con Él, aceptando ‘llevar la Cruz’, asumiendo las pruebas, convirtiendo el corazón, porque desde ahí surge la posibilidad de una nueva vida, con la fuerza de ‘despertar y hacer crecer lo mejor’ que hay en nuestros corazones, transformando la  realidad que nos toca vivir, porque las pruebas, desde la mirada del amor de Dios, se transforman en oportunidades que transparentan la novedad de la Pascua, capaces de lo ‘nuevo’, triunfando la vida sobre la muerte, experimentando, creyendo y aceptando que ‘si el grano de trigo no cae en tierra y muere no puede producir fruto’”. 

Finalmente, deseó que “la vida de la Iglesia diocesana, que hoy se renueva en esta Misa Crismal, nos ayude a todos a retomar con esta fuerza celebrativa, la confianza, serenidad y paz de tantos hombres y mujeres, conscientes este año de celebrar los 60 años de la diócesis, anunciar con la frescura del Evangelio, siempre nuevo, el amor profundo y sencillo a la Iglesia que amamos y con el Siervo de Dios, cardenal Pironio, seguimos trabajando unidos como meditaba en sus escritos: ‘Por una Iglesia, pobre, misionera y Pascual, desligada de todo poder temporal, al servicio de los más pobres y necesitados’”.

Y añadió: “Con ganas de seguir evangelizando como una ‘Iglesia en salida, no autorreferencial’ ni encerrada en sus problemas, en medio de un mundo tan cambiante y desafiante, aportando todos desde nuestras fragilidades y vulnerabilidades, con el alma puesta en Aquel que nos llamó y nos mostró que es desde la pequeñez y el desprendimiento, el sabernos escuchar y perdonar, con corazón de hermanos hacia todos, haciendo con paciencia la cultura del encuentro y como nos decía el querido San Juan Pablo II, con paciencia hacer una Iglesia en comunión, dando gracias a Dios, por la diversidad y pluralidad de las personas, a quienes queremos llamar hermanos, porque la única forma de dejar atrás y para siempre el individualismo es confiar en los hermanos”.

“En este Año de San José, le pedimos la valentía de ser creativos y padres de verdad, ayudando y acompañando esta nueva época de la historia de la humanidad, que nos ayude porque a veces, como él, ‘no comprendemos ni entendemos muchas cosas que nos pasan en la vida’, pero San José no se desilusionó ni se borró, nos enseñó a no desesperar y a ser capaces -porque  confió en Dios- de hacer que aún las cosas difíciles, pueden transformarse en verdadera Pascua de Dios para este mundo, todos los días”, concluyó.+

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