Card. Poli: "Que tengamos la libertad de poder optar por salvar a los dos"

  • 28 de diciembre, 2020
  • Buenos Aires (AICA)
"Que los Santos Mártires Inocentes cuiden a todas las almas inocentes que están en el santuario materno y esperan participar de la fiesta de la vida", pidió en víspera de votación de la ley de aborto.

El arzobispo de Buenos Aires y vicepresidente segundo de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), cardenal Mario Aurelio Poli, presidió hoy, fiesta de los Santos Inocentes, una misa concelebrada en la catedral metropolitana en el marco de la jornada de oración y ayuno convocada en víspera de la votación en el Senado del proyecto de legalización del aborto.

“Ellos están para siempre en el reino de los vivos e interceden por todos los niños y niñas inocentes en peligro, y esta celebración, como todos están advertidos, coincide con las vísperas del día en que el Honorable Senado de la Nación debatirá el proyecto de Ley que pretende legalizar la muerte de los niños y niñas inocentes mientras se están gestando en el vientre materno”, advirtió en la homilía.

“La gran prueba de la pandemia que padece toda la familia humana y que en la Argentina tiene todavía consecuencias muy dolorosas, nos hace pensar en la dignidad de cada vida, nos recuerda cuánto vale un ser humano. El papa Francisco quiso insistirnos en este punto en su última encíclica, de modo que la pandemia no nos deje iguales sino que nos vuelva más apasionados para defender toda vida: la vida de un anciano, de un discapacitado, de un enfermo, de un niño por nacer”, recordó.

El purpurado lamentó que “mientras los médicos y enfermeras cumplieron su misión con heroico sacrificio por salvar vidas, en estas últimas semanas el panorama se ha ennegrecido: la opción política pasó a ser una incomprensible urgencia, una febril obsesión por instaurar el aborto en la Argentina, como si tuviera algo que ver con los padecimientos, los temores y las preocupaciones de la mayor parte de los argentinos”.

“Otra cosa sería defender los derechos humanos de los débiles, de tal manera que no se los neguemos aunque no hayan nacido”, diferenció citando un documento del episcopado.

“Para quienes esperan empezar un año mejor, esta agenda legislativa no les trae esperanzas. Hay tantas cuestiones sanitarias y sociales a resolver, que requieren toda nuestra atención: desde los problemas que enfrentan los servicios hospitalarios hasta la cantidad de personas muy enfermas que este año no han recibido adecuada atención médica, pasando por las mujeres que sufren violencia o no tienen un trabajo digno. Pero lo que se les ofrece en este momento duro e incierto es el aborto, y eso es un golpe a la esperanza”, agregó.

El primado argentino expresó su convencimiento de que “una mujer vulnerable que está esperando, no necesita un aborto, sino que la ayudemos, que encuentre brazos y manos abiertos y solidarios” y completó con el pensamiento del médico y expresidente uruguayo Tabaré Vázquez, fallecido recientemente, con el que los obispos se sienten identificados: “De acuerdo a la idiosincrasia de nuestro pueblo, es más adecuado buscar una solución basada en la solidaridad que permita promocionar a la mujer y a su criatura, otorgándole la libertad de poder optar por otras vías y, de esta forma, salvar a los dos”.

“Nuestra sabia Constitución Nacional, orgullo de los argentinos, deja bien señalado que al Congreso, lejos de ocuparse en legalizar el derecho a matar o interrumpir la gestación de un ser humano –que para el caso es igual de cruel y abominable-, le corresponde: ‘Dictar un régimen de seguridad social especial e integral en protección del niño en situación de desamparo, desde el embarazo hasta la finalización del período de enseñanza elemental, y de la madre durante el embarazo y el tiempo de lactancia’”, señaló.

“A ellos como personas les cabe el ‘pleno goce y ejercicio de los derechos reconocidos por esta Constitución y por los tratados internacionales vigentes sobre derechos humanos’, y que también obligan a nuestro país a proteger la vida del ser humano desde su concepción. Además, se le reconoce como persona”, sostuvo.

El cardenal Poli fundamentó: “No cabe duda de que nuestra Carta Magna desde el Preámbulo, quiere preservar las dos vidas, la de la madre y la de la nueva y distinta persona que lleva en su seno, ofreciendo así al Estado el aval e instrumentos necesarios para que cumpla su primera obligación de velar por el derecho a la vida, de todos los ciudadanos, sin dejar a nadie afuera. De prosperar leyes en contrario, una vez más nuestra Constitución quedará en letras, al arbitrio de intereses ajenos al pueblo, que en su gran mayoría siempre apuesta a cuidar el maravilloso acontecimiento de la vida naciente, como también lo afirma la Academia Nacional de Medicina: ‘El niño por nacer, científica y biológicamente, es un ser humano cuya existencia comenzó en el momento de la concepción’”.

“¿Quién duda de que entre tantas riquezas naturales que cuenta nuestra Nación, los niños del presente, todos los niños y niñas son nuestra mayor fortuna?”, preguntó.

El arzobispo de Buenos Aires expresó: “Por eso transitamos estas jornadas con fe y confiados en el bien que habita en el pueblo, en esa tierra fértil que son los corazones de los argentinos, capaces de elegir la vida y la fraternidad más allá de todo. Y los creyentes confiamos en Dios, fuente infinita de esperanza, porque él nos dice: ‘Me invocará, y yo le responderé. Con él estaré en la angustia y lo libraré’”.

“Confiando en ese amor seguimos caminando, porque, como nos dice Francisco, ‘la esperanza es audaz, sabe mirar más allá de la comodidad personal, de las pequeñas seguridades y compensaciones que estrechan el horizonte, para abrirse a grandes ideales que hacen la vida más bella y digna. Caminemos en esperanza’”, subrayó citando la encíclica Fratelli tutti.

“Que los Santos Mártires Inocentes cuiden a todas las almas inocentes que están en el santuario materno y esperan participar de la fiesta de la vida. Virgen de Luján bajo tu mirada de Madre ponemos esta causa”, pidió en el final.

La misa fue concelebrada por monseñor Oscar Vicente Ojea, obispo de San Isidro y presidente de la CEA; monseñor Carlos Humberto Malfa, obispo de Chascomús y secretario general de la CEA; monseñor Eduardo María Taussig, obispo de San Rafael; monseñor Pedro María Laxague, obispo de Zárate-Campana; y los obispos auxiliares porteños: Joaquín Sucunza, Gustavo Carrara, Enrique Eguía Seguí, Ernesto Giobando SJ, Alejandro Daniel Giorgi y José María Baliña.+

» Texto completo de la homilía