Cruz del Eje: encuentro y misión de la vida consagrada en Villa de Pocho

  • 13 de diciembre, 2024
  • Cruz del Eje (Córdoba) (AICA)
Junto con el obispo, Mons. Araya, religiosas, religiosos, sacerdotes y representantes de otras formas de esa realidad dialogaron sobre los desafíos de una Iglesia sinodal, la escucha y la misión.

Religiosas, religiosos, sacerdotes y otros representantes de la vida consagrada de la diócesis cordobesa de Cruz del Eje se reunieron en Villa de Pocho para realizar una experiencia misionera, en el marco de la novena patronal de esa localidad. 

Con la presencia del obispo diocesano, monseñor Ricardo Araya, quien presidió la Eucaristía, durante el encuentro se insistió mucho en que el caminar de los religiosos en la diócesis esté marcado por un sentido de 'sinodalidad'. 

Algunos de los presentes comentaron que su tiempo de misión significó "dejar nuestros lugares y actividades, acomodar agendas y acordar modos; siempre con la mirada y el corazón puestos en llegar a los más alejados, de la forma más sencilla, dejándonos 'misionar por los demás". "En una palabra, 'salir' de lo cotidiano, de lo conocido, y hasta de lo agendado, para detenernos, escuchar, compartir, celebrar, llevar y recibir a Dios", agregaron. 

Además, destacaron el hecho de "encontrarnos y compartir de una manera cercana entre nosotros, consagrados, conociéndonos, rezando juntos, y así favorecer una 'cultura del encuentro' entre distintos carismas, en la alegría, la risa, los mates, los modos comunitarios, las historias de vocación, el servicio, el decidir juntos y ponernos en camino, en 'presencia y en nombre de Dios".  

"La 'sinodalidad' -dijeron- no es solamente una palabra 'de moda' para pronunciar de vez en cuando en algún guion de misa, en alguna homilía, o en un 'evento' diocesano o parroquial, sino que es una invitación a 'vivir y compartir' la sinodalidad, en gestos y palabras concretos, a dejar que 'atraviese' toda nuestra vida cristiana: en el encuentro cotidiano con otros, en la oración, en las decisiones que tomamos juntos, en el salir para responder a las necesidades, en la fe, la esperanza y la caridad".

También destacaron que, "como Iglesia que peregrina en estas tierras de Brochero, tenemos que seguir aprendiendo esto de la 'sinodalidad', cosa que Brochero vivió mucho antes de que se conociera la palabra. Porque significa hacer presente el propio Evangelio: 'A la manera de Jesús, con el talante de Jesús'". "Los Consagrados hemos ido dando pequeños pasos en nuestras propias comunidades, uniéndonos en estos días de misión, de manera particular", subrayaron.


En tanto, valoraron el hecho también de "detenernos y escuchar, compartir y celebrar", verbos que se hicieron camino y desafío; porque en un tiempo de ruidos, de corridas porque ya termina el año, de incertidumbres, de cansancio, nos es necesario detenernos para saborear lo sencillo, lo imperceptible, lo cotidiano; y escuchar, despejando ruidos, miedos, preocupaciones, para ir al encuentro del otro y escuchar lo que nos dice, nos cuenta, y también lo que no nos dice, pero transmite en su mirada, gestos y silencios". 

"Villa de Pocho tiene esta idiosincrasia de pueblo y ruralidad, de silencio marcado por los caminos polvorientos y el trabajo de campo, de fe recibida y que permanece, como modo popular de encuentro con Dios, y la Madre que cuida de cada uno de sus hijos; y así compartir el pan recién horneado, los deseos de mejores condiciones de vida y de una Iglesia más participativa, el amor por la tierra, la alegría por los hijos que vienen de visita, el dolor por la enfermedad y el alivio de la sanación, las tristezas por la sequía y la mirada puesta en Dios, que nunca abandona a su pueblo", enfatizaron.

Como otras de las vivencias, se refirieron al hecho de "celebrar, porque, en este tiempo de Adviento, el Padre vuelve a decirnos que renovemos la esperanza y preparemos el corazón, la casa, la familia, la comunidad; celebrar, porque nos reconocemos hermanos en el camino, porque nos encontramos, porque cada uno es una pequeña luz para los demás; celebrar, porque la fiesta y la alegría no pueden faltar en el corazón de los pueblos, les da fortaleza y ánimo, es el mismo soplo del Espíritu Santo que hace nuevas todas las cosas".

Finalmente, resaltaron que fue un camino de "aprendizaje en estos días de misión; regalo y gracia de Dios. De la mano de María: hija del pueblo, Madre de Dios, disponemos el corazón para responder a otros desafíos por los caminos diocesanos, como José Gabriel Brochero, a las puertas del Jubileo de la Esperanza, desde los distintos carismas y con sabor a Evangelio".+