Mons. Uriona: 'Hablar de la Resurrección, porque es el centro de nuestra fe'
- 18 de abril, 2024
- Río Cuarto (Córdoba) (AICA)
"Pedirle a Jesús constantemente la gracia de la fe en la resurrección, que no todo termina allí con la muerte sino que nuestro destino final es la resurrección", propuso el obispo de Río Cuarto.
Monseñor Adolfo Uriona, obispo de Río Cuarto, celebró el tercer Domingo de Pascua desde la capilla del Señor del Perdón, ubicada en el cementerio parque Perpetual, de la ciudad de Río Cuarto.
Haciendo referencia al lugar, monseñor Uriona señaló en su homilía: “Tenemos que hablar de la resurrección, porque ese es el centro de nuestra fe. Nos cuesta mucho creer en la resurrección.
Lo primero que vemos, que percibimos, es que la muerte destruye todo, es corrupción. No vemos más que eso, y sin embargo, el mensaje de Cristo es totalmente otro”.
“Es lo que les pasó a los apóstoles, quienes habían puesto una confianza muy grande en Jesús. No lo comprendían del todo. Lo acompañaron siempre porque lo amaban de corazón. Tenían puesta en Él esa confianza y esa esperanza. Insisto, no lo comprendían tanto, y cuando daba ciertos mensajes, como por ejemplo, los anuncios de la pasión y de la resurrección, menos. Cuando lo vieron morir en la cruz, eso los desalentó completamente. Esa esperanza que tenían se les terminó, y mal”, expresó el obispo.
“Por eso, cuando se les aparece Jesús, quedan atónitos, imagínense. Y se llenaron de temor porque pensaban ver un fantasma. Y en esto hay que hacer un paréntesis, ya que Lucas escribe este Evangelio para una comunidad de origen pagano, de cultura griega. En la cultura griega podían creer en la inmortalidad del alma. Estaban esas ideas, podían ser más propensos a ver fantasmas que aparecieran por la inmortalidad del alma. Por eso, cuando ellos lo vieron a Jesús, pensaban que era un fantasma”.
“Y Jesús les dice: ´Miren, aquí están mis llagas, la herida del costado, tóquenme. Ningún espíritu tiene un cuerpo como yo´. Dice que, en ellos, era tal la alegría que se resistían a creer. La alegría, en lugar de llevarlos a volcarse a la fe, los llevó a resistirse a creer. Entonces, Jesús les pide algo para comer, y ya es el colmo, porque los fantasmas no comen. Entonces, allí comienza a catequizarlos. Dice: ´Yo les había dicho, mientras estuve con ustedes, que tenía que cumplirse todo lo anunciado por la ley y los profetas y los salmos´, y se les abrió la inteligencia para que comprendieran las Escrituras”.
“La acción previa de Jesús precederá a lo que después es la llegada del Espíritu Santo, cuando ellos reciban el don del Espíritu y comiencen a anunciar el kerigma, la muerte y la resurrección de Jesucristo”. En este sentido, monseñor Uriona destacó que “hoy esto también nos cuestiona a nosotros, porque la fe en la resurrección debe ser algo que constantemente le tenemos que pedir como gracia a Él y trabajar en nuestro corazón. Creer que Jesús está vivo, que no todo termina allí, con la muerte, sino que nuestro destino final es la resurrección”.
A su vez, mencionó que Jesús envió a los apóstoles y que también nos envía a nosotros: “La misión es que anuncien esa buena noticia de la conversión para el perdón de los pecados. La conversión que viene a traer Jesús es la gracia que brota de la cruz y de la resurrección, y que se nos da a nosotros en el bautismo. El bautismo no es un simple lavado y perdón de los pecados, sino una nueva creación. Somos recreados en el bautismo, y eso nos compromete a vivir de una manera nueva. Este es el mensaje central de la Pascua. Le tenemos que pedir al Señor que nos ayude a todos a vivirlo, a todos. Comprometerme a vivir esto desde la fe, desde la confianza y desde la esperanza que nos trae el Resucitado, y transmitirlo a los demás.”.
Para concluir, el obispo llamó a pedir al Señor a través de su madre, la Virgen María, la gracia “de que las personas, especialmente las más alejadas, puedan descubrir a través de nuestro testimonio que Jesús está vivo, ya que ese es nuestro gran desafío”. +