Mons. Dus alienta a caminar juntos con docilidad, valentía y confianza

  • 28 de diciembre, 2021
  • Resistencia (Chaco) (AICA)
Así sintetiza el arzobispo de Resistencia el proyecto sinodal hacia una "Iglesia distinta". En un artículo en el diario Norte, hizo un balance de lo actuado en 2021 y proyectó los desafíos que vienen.

El arzobispo de Resistencia, monseñor Ramón Alfredo Dus, tituló “Por una Iglesia distinta” un artículo en el diario Norte, en el que hace un balance de la vida arquidiocesana en 2021, reflexiona sobre la situación social y proyecta los desafíos para el año que está por comenzar.

El arzobispo chaqueño destacó que el 2021 estuvo animado por el Año dedicado a San José y a recordarlo por su “valentía creativa” ante las dificultades, se refirió a la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe, y a la beatificación de Fray Mamerto Esquiú y al compromiso cristiano.

Al reflexionar sobre la situación social, monseñor Dus lamentó “el alto grado de intolerancia diaria que se vive y que se transforma en violencia generalizada, y en maniobras extorsivas”, expresó preocupación por el flagelo del consumo de drogas en el que caen niños y adolescentes, y destacó la acciones solidarias desarrolladas en los momentos más complejos de las restricciones por la pandemia de coronavirus.

“Como cristianos y católicos hemos reconocido que somos lo que la cultura va gestando y que somos parte de ella. Por esto hemos insistido y proclamado que el Estado es el responsable de velar por la comunidad social; pero también hemos acordado que la comunidad cristiana no puede mirar para el costado ante las necesidades de las familias, y que ayudar a construir la cultura del trabajo y a fortalecer la dignidad humana de cada persona es un compromiso que nos incluye como testigos del Evangelio que queremos anunciar”, sostuvo.

Tras animar a la comunidad arquidiocesana a ser “evangelizadores con Espíritu”, recordando que “la identidad de evangelizar quiere decir orar y trabajar”, subrayó: “Este año que termina nos da la conciencia que cada día se nos ofrece una nueva oportunidad”.

Monseñor Dus consideró que el año que se inicia inspira y orienta a “una nueva propuesta eclesial que es testimoniar una Iglesia sinodal, es decir que quiere caminar con actitud de escucha, cercanía y abierta a todos” y destacó las tres oportunidades que conlleva el camino sinodal hacia octubre de 2023.

“Una ‘Iglesia distinta’, abierta a la novedad que Dios le quiere indicar, escuchando la voz del Espíritu, caminando juntos, con docilidad, valentía y confianza”, sintetizó.

“El horizonte para el año que se acerca es situarnos en el camino de la fe de la Iglesia, con el humanismo que encierra el mensaje de Jesús. Esta convicción nos implica mantener vivo el sentido social de la existencia, la dimensión fraterna de la espiritualidad, la convicción sobre la inalienable dignidad de cada persona y renovar cada día las motivaciones para amar y acoger a todos”, concluyó, citando la encíclica Fratelli tutti del papa Francisco.

Texto del artículo
1. Con “valentía creativa”. La vida en la Iglesia católica en la arquidiócesis de Resistencia, en el año 2021 estuvo animada por el año dedicado a san José. Comenzó el 8 de diciembre del 2020, con motivo del 150.º aniversario de la declaración de san José como Patrono de la Iglesia universal y terminó en el 8 de diciembre último. PP Francisco escribió una Carta apostólica titulada Patris corde (“Con corazón de padre”) para ayudar a «que crezca el amor a este gran santo»; una figura extraordinaria y al mismo tiempo «tan cercana a nuestra condición humana», porque no impactaba, tampoco poseía carismas particulares ni se destacaba a la vista de los demás; no era famoso ni se hacía notar; los evangelios no recogen ni una sola palabra suya. Sin embargo con su vida ordinaria y en lo cotidiano realizó algo extraordinario a los ojos de Dios. Lo hemos recordado por su “valentía creativa” ante las dificultades; como padre trabajador, como alguien que ha sabido acoger y cuidar a su esposa y a educar al Hijo de Dios. Él nos ayuda a ser custodios de ese Jesús, al que reconocemos en nuestros hermanos, más frágiles y necesitados; pero también a custodiar la comunidad, la Iglesia, con sus requerimientos concretos y vivos en nuestros barrios, parroquias y en la sociedad. Su perfil es un modelo de vida en la fe, en el servicio, en la confianza en la providencia y en el caminar con la certeza que Dios acompaña a cada hombre y mujer como lo hace con nuestra humanidad toda.  

2. Asamblea Eclesial. Otro acontecimiento que ha marcado el año el trabajo en nuestros grupos, movimientos y parroquias ha sido la convocatoria y la participación en la Asamblea Eclesial para toda América Latina y el Caribe, organizada por el Celam, organismo que conforman todas Conferencias Episcopales católicas de Latino América y el Caribe. Este itinerario de consulta abierta a todos comenzó en mayo 2021, que preparó y luego inspiró el desarrollo de la misma asamblea en la semana del 22 al 28 de noviembre pasado. Centenares participaron a través de las redes sociales, junto con un grupo presencial que operaba en México a los pies del santuario de N. Sra. de Guadalupe. Todos testimonian una experiencia inédita de comunión y de participación que hizo sentir la importancia de los medios de comunicación. El objetivo fue poner en marcha una actitud de escucha eclesial para discernir juntos los desafíos a los que se enfrenta la fe y el testimonio de Iglesia en nuestro continente. Con la conciencia que todos somos discípulos y misioneros en salida se han consignados diversos desafíos urgentes; entre estos subrayamos: Reconocer y valorar el protagonismo de los jóvenes en la comunidad eclesial y en la sociedad como agentes de transformación. Impulsar la participación activa de las mujeres en los ministerios, las instancias de gobierno, de discernimiento y decisión eclesial. Promover y defender la dignidad de la vida y de la persona humana desde su concepción hasta la muerte natural. Incrementar la formación en la sinodalidad para erradicar el clericalismo. Reafirmar y dar prioridad a una ecología integral en nuestras comunidades.

3. Fray Mamerto Esquiú y el compromiso cristiano. La beatificación de Fray Mamerto Esquiú, esperada desde largo tiempo marcó un momento especial, aún en medio de la pandemia; tuvo un significado social e institucional como su persona en su tiempo, por porque aún hoy su pensamiento y mensaje son una profecía política. Recordemos que se destacaba por sus sermones, y el escritor judío Alberto Gerchunoff (el autor de “Los gauchos judíos”) lo describió como un sacerdote de ardiente predicación de caridad militante. Suenan hoy muy actual muchas de sus máximas: Sin educación no hay progreso, no hay instituciones, no hay leyes, no hay civilización, no hay nada. Además en el 9 de julio de 1853 en Catamarca pronunció uno de sus sermones más famosos sobre la Constitución, donde incitaba al pueblo a acatar la Carta Magna con la que se terminarían con las luchas fratricidas en el país. “La vida y conservación del pueblo argentino depende de que su Constitución sea fija; que no ceda al empuje de los hombres, que sea un ancla pesadísima; (…) Obedezcan, señores. Sin sumisión no hay ley; sin leyes no hay patria, no hay verdadera libertad: existen solo pasiones, desorden, anarquía, disolución guerra y males…”. Entre sus servicios a la patria, fue el ser electo diputado de la primera legislatura de Catamarca; se ocupó de la educación, de regular el nombramiento de jueces, de la defensa de la libertad de prensa y se ganó la antipatía de muchos cuando abogó para que el cargo de diputado fuera gratuito. La persona y el mensaje de Esquiú nos ha llevado como Iglesia a destacar, las palabras de PP Francisco en su encíclica Fratelli tutti, y reafirmar que el espíritu de la mejor política es y será siempre el servicio al bien común, la sensibilidad con la situación del pueblo, la promoción y cooperación en testimoniar las virtudes cívicas.

4. Reflexiones ante la situación social. En este año marcado por la situación de la pandemia y por el ejercicio de las responsabilidades democráticas que todos tenemos, favoreció en diversos momentos el dialogo y el intercambio en la diócesis sobre aspectos de la realidad que más preocupa a nuestras comunidades. En primer lugar emergía el alto grado de intolerancia diaria que se vive y que se transforma en violencia generalizada, y en maniobras extorsivas. Nos hemos preguntado qué está pasando en nuestra salud mental para llegar a reacciones tan drásticas. Se siente la falta de respuesta de la justicia ante casos de violencia, y se percibe una anomia social para revertir la situación. Además, no se puede ser indiferente ante el dolor en las familias que perdieron sus afectos. La pérdida de vidas ha suscitado angustia y miedo, con falta de atención psicológica y de contención en los grupos. Por otro lado la gran dependencia del Estado hace que la gente se inmovilice, y siga siempre esperando, reos de políticos de turno. La desocupación aumenta la pobreza, con la falta del alimento diario, a personas con necesidad de ser escuchadas. Hay preocupación por los jóvenes, por su gran apatía, sus limitaciones acceder al trabajo o a mejores posibilidades de estudios, que les cierra entusiasmo y horizontes. Muchos niños y adolescentes sufren en el flagelo de consumo de drogas. 

Ante este diagnóstico la comunidad diocesana, junto con otros actores sociales ha testimoniado esfuerzos por asistir con entrega de bolsones de mercadería, ropas, servicio de copeo, meriendas, almuerzos, acompañamiento a jóvenes y adultos mayores a través de la escucha y la contención. También se ha visto la importancia y utilidad de usar los espacios de plataforma virtual para reuniones, para acompañar, rezar, informar, dar catequesis, compartir la lectura de evangelio del día, organizar donaciones, comunicar acciones, etc. Aunque esta situación pandémica y de pobreza llevó al individualismo, en los momentos de urgencia la comunidad se ha revelado siempre muy solidaria. En un signo fuerte y actual que ante la necesidad emerge el corazón generoso, con una logística y agilidad para darse respuestas entre comunidades o entre las mismas familias, que ayudan a otras familias. Igualmente, ante la dependencia del estado que se vive hemos reflexionado sobre qué hemos hecho mal, y que tenemos que dejar de hacer. Como cristianos y católicos hemos reconocido que somos lo que la cultura va gestando y que somos parte de ella. Por esto hemos insistido y proclamado que el estado es el responsable de velar por la comunidad social; pero también hemos acordado que la comunidad cristiana no puede mirar para el costado ante las necesidades de las familias, y que ayudar a construir la cultura del trabajo y a fortalecer la dignidad humana de cada persona es un compromiso que nos incluye como testigos del evangelio que queremos anunciar.

5. Evangelizadores con Espíritu. Nuestra identidad de evangelizar quiere decir orar y trabajar. Al decir del PP Francisco no sirven ni las propuestas místicas sin un fuerte compromiso social y misionero, ni los discursos y praxis sociales o pastorales sin una espiritualidad que transforme el corazón. Siempre hace falta cultivar un espacio interior que otorgue sentido cristiano al compromiso y a la actividad (Evangelii gaudium 262).

Este año que termina nos da la conciencia que cada día se nos ofrece una nueva oportunidad. No tenemos que esperar todo de los que nos gobiernan, sería muy simple e infantil. Gozamos de un espacio de corresponsabilidad capaz de iniciar y generar nuevos procesos y transformaciones. Seamos parte activa en la rehabilitación y el auxilio de nuestra sociedad herida, de nuestra ciudad que padece violencia y pobreza. Estamos aquí y ahora ante la gran oportunidad de manifestar nuestra esencia fraterna. En vez de acentuar odios y resentimientos, podemos estrenar el deseo gratuito y desinteresado de querer ser pueblo, de sentirnos parte, de ser constantes e incansables en la labor de incluir, de integrar, de levantar al caído (cf. Fratelli tutti 77). 

Ante el año que se inicia nos inspira y orienta una nueva propuesta eclesial que es testimoniar una Iglesia sinodal, es decir que quiere caminar con actitud de escucha, cercanía y abierta a todos. La palabra sínodo ha entrado en el vocabulario eclesial de modo más difundido y popular: significa caminar juntos. Implica la experiencia poner el oído a qué dicen nuestras comunidades de ser Iglesia que vivimos; qué deberíamos corregir, que actitudes deberíamos discernir para el camino a transitar. Este proceso de reflexión y práctica tendrá un momento intenso en el sínodo de los obispos en octubre del año 2023. Pero como preparación y con sentido protagónico en toda la Iglesia católica ya se ha comenzado un tiempo de escucha a partir de las bases, para descubrir los desafíos que surgen del interior mismo de la Iglesia como también los que platea nuestra sociedad. El propósito es vivir un tiempo que nos permita captar tres oportunidades: a) no preparar un evento más, sino buscar de estrenar de modo estructural ser Iglesia sinodal, vivir la familia de la fe en la que todos se sientan a casa y partícipes; b) ser una Iglesia de la escucha, de la cercanía, y de la misericordia; c) Recobrar nuestra identidad más profunda, porque no hay que hacer otra Iglesia, pero, en cierto sentido, hay que hacer una Iglesia otra, o distinta, como decía un padre del concilio Vaticano II. Y este es el desafío. Una “Iglesia distinta”, abierta a la novedad que Dios le quiere indicar, escuchando la voz del Espíritu, caminando juntos, con docilidad, valentía y confianza.  

El horizonte para el año que se acerca es situarnos en el camino de la fe de la Iglesia, con el humanismo que encierra el mensaje de Jesús. Esta convicción nos implica mantener vivo el sentido social de la existencia, la dimensión fraterna de la espiritualidad, la convicción sobre la inalienable dignidad de cada persona y renovar cada día las motivaciones para amar y acoger a todos (cf. Fratelli tutti 86).+