Mensaje de Navidad de los obispos santiagueños

  • 25 de diciembre, 2021
  • Santiago del Estero (AICA)
Mensaje navideño de los obispos santiagueños Vicente Bokalic CM, de Santiago del Estero; su auxiliar, Enrique Martínez Ossola; y José Luis Corral SVD, de Añatuya.

¡Griten de alegría, cielos, regocíjate, tierra! porque el Señor consuela a su pueblo y se compadece de sus pobres! Con esta cita del profeta Isaías, los tres obispos de la provincia de Santiago del Estero, monseñor Vicente Bokalic Iglic CM, obispo de Santiago del Estero; su obispo auxiliar, monseñor Enrique Martínez Ossola; y monseñor José Luis Corral SVD, obispo de Añatuya, enviaron a sus respectivas comunidades diocesanas un mensaje de Navidad.

"Transcurriendo estos últimos días del año y con motivo de la celebración de la Navidad, queremos llegar a todos ustedes con un cordial saludo como pastores de Santiago del Estero y Añatuya.

"Este tiempo -señalan- nos encuentra con cansancios y desgastes por las difíciles situaciones vividas, decepciones por expectativas no alcanzadas o incumplidas, y hasta con enojos y tristezas por pérdidas sufridas o heridas recibidas y ocasionadas. Nos acompaña una dosis de incertidumbre y miedo ante el futuro; pero nos brotan sentimientos de gratitud, de ternura y compasión desde la fe y la esperanza.

"Navidad -añaden- es la fiesta de la vida, y la vida es encuentro, apertura, entrega. En la Navidad celebramos a Dios que en el pesebre de Belén se hace hombre, que se “abaja” para hacerse uno de nosotros en la misma dimensión y en el mismo plano, para entablar comunión y comunicación con toda la humanidad. Desde allí nos brinda consuelo, misericordia y amor. El amor “eleva”, “levanta”, nos pone de pie desde nuestras postraciones y caídas; nos hace pasar de regiones de tinieblas y muerte a la vida y la luz.

"Esta presencia y cercanía de Dios-con-nosotros nos invita a abrazar y asumir el estilo de Dios en nuestras vidas, vivir la apertura, el encuentro y la entrega. Navidad nos enseña que no podemos gestionar la vida aisladamente, necesitamos una familia y una comunidad que nos sostenga y nos ayude a mirar hacia adelante. Queremos soñar, caminar y construir juntos como hijos de un mismo Padre, ciudadanos de una misma tierra que nos cobija y caminantes en la misma carne humana. Entrar en el cauce de Jesucristo nos hace pasar de la indiferencia del aislamiento y de la cerrazón a la apertura a los demás, a la cercanía, al reconocimiento y cuidado recíprocos.

"Hay entre nosotros -señalan- debilidades y fragilidades que atender. Esta época nos ofrece la pobreza que golpea a muchos hermanos, muchas heridas para aliviar y sanar. Recibir al Niño Dios, en pañales y en un pesebre, nos reclama recibirlo y custodiarlo en los más pobres y sufrientes, en los descartados y en los excluidos de nuestro entorno. Los pobres no son estadísticas, son rostros y vidas. Nuestro amor se activa buscando para ellos vida sana, digna, y feliz que los saque de su postergación para que tengan vida plena como la que el Hijo de Dios vino a traernos.

En esta Navidad -continúan- pedimos crecer como hermanos, reforzar la cultura del encuentro y de la amistad social que es el mejor antídoto contra la cultura del individualismo y del enfrentamiento marcada por la desconfianza, la venganza y la violencia. Queremos cultivar el compromiso con el bien común como artesanos de paz y sembradores de vida.

El pesebre y el mensaje de Navidad nos sitúan en el territorio de la esperanza, que es creativa y audaz. Es una fuerza interior que nos pone en movimiento, superando lamentos y no quedándonos sólo en buenas intenciones, una fuerza que nos ayuda a mirar más allá y nos abre nuevos horizontes. Adentrarnos en la esperanza que se alumbra en la gruta de Belén es involucramos para ser presencia que consuela y anima para salir de la impotencia y de la resignación.

"Vayamos a Belén como los pastores y los magos donde somos recibidos “quizás sin el traje de fiesta”, donde encontramos la fuente de la verdadera fraternidad que nos ayuda a aceptarnos unos a otros. Belén nos inspira opciones valientes que nos dan nuevas energías para abrir procesos de reconciliación, comunión y participación.

Que la luz de Belén impregne nuestras vidas, la de nuestras familias y comunidades, y que el comienzo del nuevo año sea principio de un tiempo donde descubrimos oportunidades que nos ayuden a recomenzar y a plantearnos nuevos propósitos y desafíos.

Que María, Madre del Príncipe de la Paz y Madre de todos los pueblos, nos acompañe y nos sostenga en el camino, paso a paso, para ser testigos alegres de esta Buena Nueva. Feliz Navidad y bendecido año 2022.+