Mons. Ñáñez: "El Espíritu Santo es la nueva ley de la caridad"

  • 25 de mayo, 2021
  • Córdoba (AICA)
El arzobispo de Córdoba afirma que en la situación actual se necesita el auxilio del Espíritu Santo, "alivio del dolor, refugio en la fragilidad, seguridad en medio de la precariedad e incertidumbre".

El arzobispo de Córdoba, monseñor Carlos José Ñáñez, presidió la misa de Pentecostés en la parroquia del Espíritu Santo, donde explicó el significado que tiene esta solemnidad para los cristianos.

“Pentecostés representa la efusión del Espíritu Santo sobre la Iglesia en la persona de María Santísima y de los discípulos, como culminación del misterio pascual de Jesús”, precisó.

“Por la acción del Espíritu Santo el cristiano no solo sabe que debe amar a Dios y al prójimo, sino que también puede amar a Dios y al prójimo tal como la ley evangélica lo prescribe”, sostuvo.

El arzobispo cordobés recordó que el don del Espíritu Santo tanto en los evangelistas Juan como Lucas es el comienzo de la misión de la Iglesia, portadora de un mensaje de misericordia y de perdón. 

“Es el primer anuncio del Evangelio: Dios te quiere, Dios te perdona, Dios te sana y Dios te salva”, expresó, y agregó: “La presencia del Espíritu a su vez es fuente de la comunicación de diversos dones que son dados para el bien común”. 

Monseñor Náñez hizo referencia a la situación del país hoy, donde “seguimos experimentando el miedo, al que se suma una cierta angustia y la incertidumbre sobre el futuro, pero también experimentamos el enojo ante las deficiencias en el manejo de la situación por parte de los responsables, sobre todo por la demora en el proceso de adquisición y aplicación de las vacunas”.

“El enojo deriva muchas veces en desaliento y en desencanto”, advirtió.

El prelado consideró que frente a esta situación que afecta al mundo se necesita  imperiosamente el auxilio del Espíritu Santo que “nos regale su consuelo, que brinda alivio en el dolor, refugio en la fragilidad, seguridad en medio de la precariedad y la incertidumbre”. 

“Una seguridad que se funda en las promesas de Dios y en su fidelidad en cumplirlas. Una seguridad que posibilita el florecimiento de la esperanza, que es el remedio eficaz contra la tristeza el desaliento y el desencanto”, destacó.

“Necesitamos también el auxilio del Espíritu Santo que nos otorgue el don de fortaleza, para soportar la prueba: la que han tenido que afrontar quienes han perdido seres queridos, quienes están atravesando la enfermedad. Necesitamos el don de fortaleza para afrontar las tareas indispensables como la de los agentes sanitarios, médicos, enfermeros, enfermeras auxiliares de Medicina y de todas las tareas hospitalarias que sirven con esfuerzo, incluso arriesgando su propia vida; la de los pastores y consagrados que asisten espiritualmente a los enfermos; la de los educadores de niños, adolescentes y jóvenes, exigidos por las nuevas condiciones para desarrollar su tarea; la de los padres y madres de familia. Para todos ellos nuestra admiración y nuestra profunda gratitud”, puntualizó.

Monseñor Ñáñez insistió en afirmar que también se necesita del Espíritu Santo el regalo del don del consejo para “socorrer, acompañando, escuchando, en la medida de las posibilidades de cada uno a quien lo necesite”.

“Además, necesitamos del Espíritu Santo que nos regale el don de la sabiduría. Especialmente a nuestras autoridades para que teniendo siempre presente el bien común, busquen, encuentren y concreten las mejores soluciones que nos permiten a todos salir juntos y salir mejores de esta situación crítica. Pero también para todos los ciudadanos, para que en el momento de las elecciones no nos dejemos llevar por relatos encantadores, sino que atendamos a las mejores propuestas; las elijamos con verdadera seriedad y estemos comprometidos en exigir y controlar su cumplimiento”, añadió.

El arzobispo cordobés tomó el ejemplo de San José Gabriel Brochero, para referirse a la sinodalidad “como un trabajar juntos, entre todos, tras un proyecto común, animado por quienes están al frente del mismo, y se empeñan en acompañarlo con coherencia y con constancia” y encomenó a la comunidad eclesial cordobesa y a la Patria al  Espíritu Santo y a María Santísima, madre de la Iglesia y auxilio de los cristianos.+