Mons. Puiggari a los sacerdotes: "Tenemos que ser cercanos a nuestra gente"

  • 1 de abril, 2021
  • Paraná (Entre Ríos) (AICA)
El arzobispo de Paraná, monseñor Juan Alberto Puiggari, presidió el 31 de marzo la Misa Crismal con el presbiterio local.

Presidida por el arzobispo, monseñor Juan Alberto Puiggari, la comunidad de Paraná celebró la Misa Crismal, que contó con la presencia del arzobispo emérito, cardenal Estanislao Karlic, y el presbiterio local, y tuvo lugar en la capilla del seminario arquidiocesano Nuestra Señora del Cenáculo.

“Nuevamente celebramos esta Eucaristía de un modo muy particular como consecuencia de la pandemia. Extrañamos la presencia de las religiosas, consagrados y de nuestro pueblo fiel que nos acompañan todos los años”, reconoció el prelado en su homilía.

Esta celebración, señaló, “tiene un hondo sentido para el Presbiterio porque pone de manifiesto la unidad eclesial y el origen pascual de todos los sacramentos”. 

Refiriéndose a la capilla del seminario, consideró que “volver a un lugar tan querido por todos, ya que la mayoría acá aprendió a conocer, amar y seguir al Señor, es una magnífica oportunidad, en un tiempo difícil, para escuchar las exhortaciones  del Apóstol Pablo a Timoteo: ‘Te recomiendo que reavives el don de Dios que has recibido por imposición de mis manos’; ‘No malogres el don espiritual que hay en ti y que te fue conferido mediante una intervención profética por la imposición de manos del Presbiterio’”.

“Hemos vivido un año muy complicado y tenemos que enfrentar otro con mucha incertidumbre. Creo que todos somos conscientes de que este tiempo nos ha afectado en nuestro trabajo pastoral y tal vez en nuestra vida espiritual y psicológica, por eso necesitamos renovar el don. Tenemos que ser cercanos a nuestra gente y tuvimos que aislarnos, queremos una Iglesia en salida misionera y tuvimos que cerrar nuestras puertas. ¡Cuánto dolor celebrar sin el pueblo fiel y hasta lágrimas en muchos cuando pudimos celebrar con ellos!”, lamentó.

“Las actividades pastorales han sido múltiples, exigentes y muy novedosas para muchos. Si se piensa además en las condiciones socio-culturales, los sufrimientos y angustias de nuestros hermanos, el ejercicio audaz de la diaconía, el dolor profundo que nos causó la ley del aborto como una manifestación más del avance del secularismo y de una cultura neo-pagana… y tantas otras realidades que podríamos enumerar, todo esto hace que nuestro ministerio esté muy expuesto al peligro de la dispersión”, advirtió. 

En ese sentido, destacó la necesidad de la unidad del presbiterio: “Los obispos, los sacerdotes, necesitamos algo o Alguien que unifique nuestras facultades, nuestras actividades y trabajos para no sentirnos fuera de nuestro ser, casi alienados”.

Para “llegar al centro de nuestra identidad”, afirmó monseñor Puiggari, “para entendernos, para saber quiénes somos, cuál es nuestra misión, en dónde está nuestra fortaleza”, el gran secreto “es nuestro amor a la persona del Señor”. 

“‘Mi vida es Cristo’, como decía San Pablo, y por eso nuestro día debe centrarse en torno a la Eucaristía celebrada y adorada. Porque ahí nos sumergimos en el ‘Misterio’ personificando a Cristo, actualizando el Misterio Pascual”.

“Tenemos que recomenzar desde Cristo, y ¡qué mejor oportunidad que estos días, en donde se manifiesta la gesta más grandiosa del amor de Dios, para así redescubrir la belleza y la alegría de ser sacerdotes! Anunciar a Cristo. Anunciar la Vida. Él es como nos decía nuestro querido papa emérito Benedicto XVI, ‘el que nos hace la vida libre, bella y grande. ¡Sólo con esta amistad se abren las puertas de la vida! Solo con esta amistad se abren realmente las grandes potencialidades de la condición humana’”. 

Por eso, animó a “pedir la gracia del encuentro transformador con Cristo. En la escuela de María tenemos que ir haciendo realidad nuestra configuración con Él”.

“Nuestro tiempo necesita la esperanza y, naturalmente, durante este período de pandemia, esta necesidad es más apremiante. Nuestra fe en Jesucristo Resucitado sigue siendo siempre la fuente de la esperanza. Por su resurrección ha vencido el pecado y la muerte, y nos ha abierto un futuro sin fin. El mensaje pascual debe ser siempre el centro de nuestro modo de evangelizar”.

“Los hombres de hoy necesitan descubrir esta esperanza pascual. De otro modo, la muerte será la palabra final”, añadió.

Finalmente, en el año de San José, animó a los sacerdotes a contemplar su persona para ser custodios atentos, servidores de todos, padres que sueñan, modelo de valentía y discreción.

“Pido la gracia al Señor que, con el trabajo de todos, podamos edificar una Iglesia Pascual, signo e instrumento de Cristo Resucitado, una Iglesia en comunión, una Iglesia en misión y una Iglesia sinodal que se esfuerce por poner en práctica ese momento de gracia que fue el III Sínodo Arquidiocesano”, concluyó.+

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