Obispos argentinos reflexionan sobre la encíclica "Fratelli Tutti"

  • 6 de octubre, 2020
  • Buenos Aires (AICA)
La Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Argentina presentó la tercera encíclica del papa Francisco e invitó a "leerla", para no acceder a ella a través de interpretaciones prefabricadas.

El presidente de la Conferencia Episcopal Argentina y obispo de San Isidro, monseñor Oscar Vicente Ojea, junto con el vicepresidente 1° y arzobispo de Buenos Aires, cardenal Mario Aurelio Poli; el vicepresidente 2° y arzobispo de Mendoza, monseñor Marcelo Colombo; y el secretario general y obispo de Chascomús, monseñor Carlos Humberto Malfa; presentaron el 5 de octubre a través de las redes sociales, la encíclica Fratelli Tutti, del papa Francisco.

La presentación comenzó con las palabras de monseñor Ojea, quien expresó: “Queremos presentar esta trascendente encíclica del papa Francisco. La intención es que puedan leerla, que tengan un acceso directo a ella, no a través de interpretaciones prefabricadas y parciales".

"En nuestro país se leen muchos comentarios sobre el pensamiento y existen diversas lecturas sobre gestos del Papa, pero generalmente no se lee”, lamentó, y recordó: "En esta lectura de la encíclica los católicos escuchamos la voz del Espíritu Santo que nos invita a ser dóciles a su inspiración para mirar y actuar desde la fe, movidos por este texto del Magisterio Ordinario de la Iglesia en esta coyuntura tan difícil que estamos viviendo”. 

“Sabemos también que nuestros hermanos de distintas confesiones religiosas y también los no creyentes podrán tener una lectura directa y respetuosa de este Pastor que nos regala toda su experiencia humana y pastoral como un aporte significativo en este tiempo de crisis”, aseguró.

El prelado sanisidrense consideró que no se puede leerlo "pensando que se dirige exclusivamente a nuestro país como algunos medios insinúan habitualmente, sino que el Papa está pensando en una salida luminosa de esta crisis mundial abarcando en su mirada a todo el mundo globalizado”.

“Él venía preparando este texto antes de la pandemia pero es innegable que busca iluminar desde el Evangelio la mejor salida para esta crisis universal”, continuó, y reflexionó: “Muchas veces tenemos la ilusión devolver a una normalidad anterior a la pandemia, esto sería volver a un mundo enfermo ya que ella ha desnudado enormes desigualdades en nuestra humanidad. La propuesta es volver a la normalidad del Reino de Dios, en el cual hay pan para todos y cuya organización social está basada en el compartir, el contribuir y el distribuir y no en el poder y la exclusión”.

“El tema de la encíclica es el amor fraterno en su dimensión universal, es su apertura a todos a partir de la primera apertura a la amistad social”, explicó monseñor Ojea, y agregó: “Por su propia naturaleza el amor tiende a expandirse. Nadie alcanza su plenitud aislándose. El amor reclama mayor capacidad de acoger a otros, supera una indiferencia cómoda, fría y globalizada hija de una profunda desilusión que se esconde detrás del engaño de una ilusión: creer que somos todopoderosos y olvidar que estamos todos en una misma barca".

"La salida de la pandemia corre el riesgo de agravar este cisma entre el individuo y la comunidad”, alertó, y definió: “La encíclica es una invitación a soñar juntos una humanidad iniciando procesos de cambios que toquen lo más profundo de nuestra cultura y que cambie estilos de vida, modos de mirar y de pensar y hábitos de consumo muy arraigados en nuestro modo de vivir”.

“No es posible leer esta encíclica como estamos habituados a leer informaciones en el mundo digital sino que su mensaje es una invitación al pensamiento y a la reflexión promoviendo el encuentro y el diálogo que nos lleve a una sana integración de nuestras miradas y de nuestras acciones al servicio del bien común”, completó.

Un acercamiento a la catequesis de la fraternidad humana
El cardenal Poli, por su parte, expresó: “Una primera lectura de esta bellísima encíclica del Papa nos ha acercado a este tema que ya en sus catequesis y también en su magisterio asomó muchas veces, que es el de la fraternidad humana”. 

“Los capítulos 3 y 4, el papa los titula: ‘Pensar y gestar un mundo abierto’, porque se necesita una apertura a este nuevo principio que pretende regir las relaciones humanas, el principio de la fraternidad universal. Él dice, al comienzo del capítulo 3, que la vida subsiste donde hay vínculo, comunión, fraternidad y expresa una vida más fuerte que la muerte. Y con uno de los subtítulos de este capítulo, ‘El más allá’, llama a los corazones que se dejan complementar, que están abiertos a lo cultural, a lo social, y es aquí donde introduce el sentido más profundo de la fraternidad universal que es el valor único del amor, del amor cristiano”, desarrolló.

“Jesús nos llama hermanos a nosotros y también nosotros lo consideramos el hermano mayor en la familia de Dios. Hay un dinamismo de la historia, dice el Papa, que hace de las naciones de la Tierra una vocación común: son formas de una comunidad de hermanos. Esta dimensión no es una dimensión política. En el lenguaje del Papa, es profundamente humana. Y lo expresa en la letra de la encíclica diciendo que si tiene que haber una apertura, que sea una creciente apertura del amor. El amor nos pone directamente en tensión hacia la comunidad universal”, explicó.

“Hay un aspecto de la apertura universal del amor que no es geográfico, sino existencial: Es la capacidad cotidiana de ampliar mi círculo, de llegar a aquellos que espontáneamente no siento parte de mi mundo de intereses, aunque estén cerca de mí”, continuó el cardenal Poli. “Por otra parte, cada hermano y hermana que sufre abandonado y abandonada por la sociedad es un forastero existencial, aunque haya nacido en el mismo país. Puede ser un ciudadano con todos los papeles, pero lo hace sentir como un extranjero en su propia tierra”, detalló. 

En ese sentido, el purpurado porteño precisó: “La indiferencia impone toda barrera, y la solidaridad, esta palabra que el Papa va a introducir como consecuencia de la fraternidad universal, salva todas las barreras, culturales, religiosas, e invita a tener un corazón abierto al mundo”.

“Pensando en los migrantes, para ser sensibles ante esta realidad, el Papa propone cuatro verbos: acoger, proteger, promover e integrar. Está dicho a todas las naciones, especialmente a las que tuvieron en la historia capítulos de integración de los migrantes, pero que en el último tiempo se han cerrado a este proceso humano”, consideró.

Monseñor Colombo participó desde Mendoza de la presentación. A su turno, manifestó: “Es una alegría compartir con mis hermanos obispos esta primera lectura de la encíclica Fratelli Tutti”, y propuso una lectura atenta del capítulo 2, en la que el Papa se refiere al buen samaritano “como ícono, quizás como paradigma de la actuación del hombre nuevo en este tiempo difícil en el que nos toca vivir”. Esta encíclica, consideró, “nos va a dar la oportunidad de encontrarle nuevas riquezas y posibilidades porque el abanico de problemáticas que aborda es muy importante”.

En el caso del capítulo 2°, indicó, “la parábola del buen samaritano la conocemos todos, el Papa aborda esta parábola después de describir asépticamente el estado de situación que vivimos, es decir, después de habernos dicho con mucho detalle, con realismo, por momentos con tintes más dramáticos, lo que nos está aconteciendo como mundo. Viene a proponernos la figura del buen samaritano porque, nos dice el mismo Papa, es una parábola que nos interpela. El que está allí herido, caído, es un ser humano”.

“En la lectura que el Papa hace no insiste mucho en la situación de los asaltantes porque lo que va a querer poner de relieve es qué hacemos con el hombre herido, lastimado, descartado en el camino. Dice el Papa que somos analfabetos en acompañar, cuidar y sostener a los más frágiles y débiles de nuestras sociedades. Nos acostumbramos a mirar para el costado, a pasar de largo, a ignorar las situaciones, hasta que nos golpean directamente. Así nos pasa en la experiencia diaria: situaciones que hasta que no las sufrimos o padecemos nosotros nos resultan ajenas”, advirtió, y prosiguió: “Entonces va a ir analizando con mucho detalle esta parábola a la que propone una lectura que no sea moralizante, sino percibir las tensiones profundas y encontrar allí pistas para la actuación social de los hombres”.

Ahora es el Papa el que toma el lugar del catequista, señaló monseñor Colombo, y explica la parábola detallando a los personajes. En los salteadores, reconoce “los intereses económicos, muchas veces usurarios, que sacan ventaja y partido de tantos que están caídos”. En ese sentido, planteó: “¿Y nosotros qué vamos a hacer? ¿Vamos a protegernos a nosotros mismos, saldremos a perseguir a los ladrones, o vamos a atender al que está herido?”.

“Están los que pasan de largo, como aliados circunstanciales de aquellos salteadores. Y dice el Papa que en esta sociedad globalizada hay un estilo elegante de mirar para otro lado, que se practica bajo el ropaje de lo políticamente correcto, que mira al que sufre sin tocarlo, o incluso un discurso de palabras lindas pero que no son expresión de una solidaridad real”, reflexionó.

“Somos corresponsables, como parte de la sociedad, de protagonizar nuevos procesos y transformaciones sociales”. En esa línea “estamos llamados a incluir, a integrar y a evitar que algunas personas queden de lado”. El Papa “nos está llamando a la inercia de dejar de ser espectadores”. El samaritano, añadió, “subraya la apertura del amor: no hay razas, no hay distinciones, no hay situaciones sociales. Hay un hombre caído y otro que se hace cargo”.

Con esta reflexión, el Santo Padre invita a pensar “lo que significa existir en la vida social, lo que significa la fraternidad en la vida espiritual, y también el buscar con todo el corazón y con toda el alma, trabajar por la inalienable dignidad de las personas”.

Monseñor Malfa, a su turno, se refirió al capítulo de la encíclica que se centra en las “religiones al servicio de la fraternidad en el mundo” y subrayó: “Las religiones aportan la apertura a la trascendencia y los creyentes sabemos que ‘hacer presente a Dios es un bien para nuestras sociedades’. Sin Dios el hombre y la mujer pierden su dignidad y se transforman en un producto de una evolución ciega que se puede manipular”.

“El Papa recuerda una vez más la necesidad de reconocer el derecho humano fundamental de la libertad religiosa para los creyentes de todas las religiones, derecho que garantizan expresamente los Tratados Internacionales de Derechos Humanos”, destacó.

“Hay una particular referencia a la presencia de la Iglesia que no puede relegar su misión al ámbito privado, no puede estar al margen de la sociedad y cita al papa Benedicto XVI cuando dice: ‘la Iglesia tiene un papel público que no se agota en sus actividades de asistencia y educación’ sino que busca la ‘promoción del hombre y la fraternidad universal’”, añadió.

Además, destacó que el Papa “recuerda a los líderes religiosos su misión de ser auténticos ‘dialogantes y mediadores’ para construir la paz” y “señala que para muchos cristianos el camino de la fraternidad también tiene una Madre llamada María que en la cruz recibe esta maternidad universal y que María ‘con el poder del resucitado, quiere parir un mundo nuevo, donde todos seamos hermanos, donde haya lugar para cada descartado de nuestras sociedades, donde resplandezcan la justicia y la paz’”.+