Jueves 28 de marzo de 2024

Sólo aprendemos en familia a perdonar

  • 23 de octubre, 2012
  • San Isidro (Buenos Aires) (AICA)
El obispo de San Isidro, monseñor Oscar Ojea, reconoció que "experimentamos muchas lastimaduras en familia", al reflexionar sobre el perdón en la comunidad familiar. El prelado explicó que "para perdonar es necesario entrar en un proceso en el cual yo tengo que tomar un poquito de distancia, no puedo estar muy cerca y al tomar distancia me vuelvo al lugar del otro". "Qué hermoso es poder perdonar y que en familia nos sintamos comprendidos, valorados, escuchados. Comienza un vínculo nuevo después de perdonar, es como que crece el amor, es como haber pasado por una cuesta difícil y estar un poco más alto, cuando se ha perdonado", exclamó. "Sólo aprendemos en familia a perdonar. Es fundamental para el ejercicio del corazón. Para salir de un solo lugar, autónomo, en el que me estoy mirando a mí mismo y poder dar toda una vuelta, ponerme en el lugar del otro, aprender qué le ha pasado, qué lo ha condicionado, y desde allí, como Jesús, perdonar y vivir lo que decimos en el Padrenuestro, que
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El obispo de San Isidro, monseñor Oscar Ojea, reconoció que "experimentamos muchas lastimaduras en familia", al reflexionar sobre el perdón en la comunidad familiar, al que consideró un punto "fundamental".

"Muchas veces somos ofendidos, heridos, lastimados, por palabras, porque nos sentimos dejados de lado, porque sentimos que no hemos sido tomados en cuenta, o que no nos han valorado, y allí empiezan los celos, allí empiezan esas cosas que duelen: Muchas veces eso se hace como un callo, entonces comienzo a no hablar, a ponerme duro, a ponerme rígido, y allí empieza el corazón a endurecerse y a no poder tener la flexibilidad del amor que hace posible el perdón", subrayó.

El prelado explicó que "el perdón es la forma más perfecta que tiene el amor. Es la capacidad de ponerme en el lugar del otro, tomar un poco de distancia y pensar ?por qué me dijo eso? ?por qué no hizo esto?. Lo contrario sería estar representándome continuamente la escena que me tortura y que me hace mal, lo que me dijo, lo que me hizo o lo que no me dijo o lo que no hizo y volver a representarla en mi mente, como si fuera un montaje nuevo que lo único que hace es agudizar la herida, hacer más profunda la lastimadura de aquello "que me hiciste".

"Esto no ayuda a perdonar, al contrario, ayuda a fomentar, en un corazón endurecido el rencor. El estar volviendo continuamente sobre el mal que nos hicieron y así nos ponemos en víctimas, ejercitamos la autocompasión, nos convertimos en el centro de todo", precisó.

Tras señalar que esa herida, esa lastimadura queda "como único discurso de nuestra mente y de nuestra sensibilidad", sostuvo que "para perdonar es necesario entrar en un proceso en el cual yo tengo que tomar un poquito de distancia, no puedo estar muy cerca y al tomar distancia me vuelvo al lugar del otro".

"Qué hermoso es poder perdonar y que en familia nos sintamos comprendidos, valorados, escuchados. Comienza un vínculo nuevo después de perdonar, es como que crece el amor, es como haber pasado por una cuesta difícil y estar un poco más alto, cuando se ha perdonado", exclamó.

"Cuando el corazón ha perdonado se dilata, es como si el corazón estuviera más grande, hay más lugar en ese corazón", agregó.

Por último, monseñor Ojea recordó que "sólo aprendemos en familia a perdonar. Es fundamental para el ejercicio del corazón. Para salir de un solo lugar, autónomo, en el que me estoy mirando a mí mismo y poder dar toda una vuelta, ponerme en el lugar del otro, aprender qué le ha pasado, qué lo ha condicionado, y desde allí, como Jesús, perdonar y vivir lo que decimos en el Padrenuestro, que le pedimos al Señor que nos perdone así como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden."+

Texto completo de la reflexión