Miércoles 24 de abril de 2024

Mons. Ojea: "En la Argentina tenemos un conglomerado de problemas"

  • 13 de agosto, 2015
  • Getafe (España)
El obispo de San Isidro habló sobre el pontificado de Francisco y la recepción de su magisterio en la Argentina y en el mundo durante una escala que hizo en España de camino a Roma. El prelado señaló el narcotráfico y la trata como principales preocupaciones y consideró que la Iglesia debe comprometerse más con los sectores vulnerables.
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El obispo de San Isidro habló sobre el pontificado de Francisco y la recepción de su magisterio en la Argentina y en el mundo durante una escala que hizo en España de camino a Roma. El prelado visitó en el país ibérico a su hermano, radicado allí hace más de 40 años.

Monseñor Ojea dialogó con José Manuel Vidal, periodista y director de Religión Digital. Durante la entrevista se refirió a la personalidad del papa Francisco, su mensaje en pos del cuidado del medioambiente y la lucha contra la exclusión de los más débiles, y la vida de la Iglesia en la Argentina.

El prelado, que preside Cáritas Argentina, señaló el narcotráfico como principal preocupación, no solo por la oferta de droga y el consumo entre los jóvenes, sino por el delito, una consecuencia de la adicción. También apuntó el tema de la trata de personas.

"Tenemos un conglomerado de problemas que no se pueden abordar sólo desde un sesgo terapéutico, educacional o del desarrollo social. De nuevo necesitamos una mirada integral, interdisciplinar. Nos hemos encontrado con un desafío que sí es nuevo y es muy importante: que la Iglesia, aprovechando la cercanía que tiene con ese mundo, se comprometa", declaró el obispo en una entrevista radial.

¿Cambió mucho el cardenal Bergoglio, ahora que es Papa?
- Desde mi óptica no, tal vez porque lo he conocido en la intimidad. Yo creo que hay una plenitud: todo lo que estaba en germen lo ha llevado a la plenitud. Veo que el Papa es un hombre pleno, luminoso y capaz. Pero todo estaba ya en ciernes cuando era cardenal. Tal vez, en lo público, sus modos eran más tímidos, sin embargo era el mismo que es.

¿Sonríe más ahora? ¿Ése es el secreto de la felicidad que transmite?
- Yo tengo una carta suya, de muy poco tiempo después de que fuera llamado al pontificado. En la carta me dice que le inundó una gran paz cuando pensó que iba a ser elegido. De movida, sabía que esa paz no era suya. "Me siento blindado por esa paz ?me escribía-, y gracias a ella sobrevivo". Yo pienso que es la gracia. La gracia estuvo ahí en primer lugar. Y, en segundo, sus dones y sus cualidades personales, llevados a plenitud, que son muchísimos.

¿Hay una especie de ´revolución tranquila´ en marcha?
- Pienso que sí, que sus palabras y sus gestos despiertan cariño y atraen especialmente a los hermanos que están más lejos. Esto es lo revolucionario: ponerles en movimiento a ellos y hacernos interrogar a nosotros sobre muchas cosas.

¿Nos hacía falta esa incidencia tan grande que él hace en la misericordia y en la ternura?
- Era un paso necesario. En realidad, el tema de la misericordia había estado muy presente en las encíclicas de los papas anteriores, pero él ha virado de las palabras a los gestos con toda claridad. Su preferencia por los más pobres, su bula sobre el Año de la Misericordia, le definen. Hablando con él el día 15 de mayo, lo primero que le pregunté fue que si seguía levantándose a las cuatro de la mañana para la oración, como hacía en Buenos Aires. El Papa me dijo que sí y que, ahí, en oración, meditando sobre el hijo pródigo, pensó en ese padre que reiteradamente sale a mirar de lejos, a ver si viene el hijo.

Entonces, él pensó que la Iglesia tenía que ser como ese padre que ha aprendido a mirar a lo lejos para saber después acompañar al que viene de lejos haciendo camino. Por eso el Año de la Misericordia me ha conmovido mucho. Es el pensamiento que más repite este papa. El eje de su pontificado es esa parábola.

Esta sintonía total se ha percibido también en su último viaje, en el que ha pasado por su patria, pero sin pisar tierra. ¿Tiene pensado visitar la Argentina?
- Parece que vendría el año que viene en el segundo semestre, pero no está confirmada la fecha. En 2016 tenemos la celebración de los 200 años de la Independencia y por ese motivo tenemos un Congreso Eucarístico Nacional. Seguramente después de ese congreso vendría el Papa, aunque no está confirmado todavía.

Pero antes de eso, él ha querido hacer esta recorrida por los países de la periferia de la Argentina y a mí me pareció muy importante, porque en nuestro país tenemos una fortísima inmigración boliviana y paraguaya. Somos muy sensibles a lo que puede haber pasado en el viaje del Papa por Ecuador, Bolivia y Paraguay. También los interpretamos como mensajes dirigidos a nosotros, porque queremos mucho a los países de nuestra periferia.

¿Qué opina de su discurso, aquí calificado de "histórico", a los movimientos populares en Bolivia?
- Me pareció importantísima su denuncia al sistema. En primer lugar, creo en esa tripe T que tenemos que tener presente cuando pensamos en los pueblos originarios y en los movimientos populares: tierra, techo y trabajo. Son el marco básico que tiene que enmarcar la lucha de los pueblos por aquello que necesitan, su dignidad.

En segundo lugar, también fue importante porque denunció los crímenes cometidos por lo que hoy llamamos el Primer Mundo: los que tienen que ver con la Conquista de América. Esto ha sido trascendente: el hecho de que la Iglesia pida perdón, gesto que fue inaugurado por Juan Pablo II en el Jubileo, es históricamente importante porque reubica a la Iglesia en su diálogo con el mundo en pos de la justicia.

Él se refirió directamente a los crímenes de la conquista, por lo que la "madre Patria" española estaba señalada sin disimulos. ¿Debería la Iglesia española secundar esa petición de perdón del Papa?
- Yo no puedo entrar en lo que cada Conferencia Episcopal, de modo autónomo, puede decidir, pero me parece que es un gesto religioso, una manera, como dije, de reposicionar a la Iglesia en su diálogo con el mundo, especialmente con el de los más desprotegidos y con los países originarios. La renovación del respeto por los países originarios es muy importante en América Latina.

De hecho él, en ese mismo discurso, también revalorizó la figura de los misioneros españoles, de la denuncia de Bartolomé de las Casas...
- Hubo misioneros maravillosos que intentaron hacer una verdadera síntesis cultural, pudiendo tomar de forma magistral los elementos de la cultura indígena. Fue un modo de inculturación extraordinario que dio pie a la evangelización, y creo que es tan bueno resaltar esto como pedir perdón por todo aquello que no se hizo de un modo evangélico. El Papa ha reposicionado el Evangelio en esta situación.

Hablaba de la ´lógica de la espada´. Por otro lado, su próximo viaje también va a ser histórico: se prepara para septiembre la visita a Cuba y Estados Unidos.
- Pienso lo mismo. Justamente yo vengo ahora de Cuba, de la diócesis de Holguín, en el oriente, donde tenemos hace muchos años confiada una parroquia donde hay dos sacerdotes argentinos de San Isidro, que están atendiendo la parroquia y se van renovando con el tiempo. Realmente he percibido el entusiasmo que hay: un deseo vivo de que este Pontífice les visite.

Cuba ha recibido a dos papas: Juan Pablo II, cuya visita fue realmente histórica, y hace poco, Benedicto. Ahora, la visita de Francisco se va a dar en un nuevo contexto, tras haber mediado entre la isla y Estados Unidos, de modo que creo que va a ser muy trascendente. El pueblo la espera y va a ser la primera vez que visite nuestra diócesis de Holguín, que es la tercera ciudad de Cuba de mayor importancia. La gente está llena de orgullo.

¿Aprovechará para agradecerle ese paso histórico que se ha dado con su contribución?
- Sin duda. Además, la gente tiene mucha esperanza en lo que el Papa va a decir, sobre todo sobre la familia, que es un tema fundamental en Cuba, por el éxodo de cubanos que ha habido, el sufrimiento ocasionado por la lejanía de esos seres queridos...

La palabra del Papa va a ser sumamente importante también en todo lo que tiene que ver con la situación social. El Papa irá a renovar el impulso misionero en Cuba y a hacer un reconocimiento de lo que ha significado la Virgen cuando se ha roto la cadena de comunicación de la fe. Porque en eso hay que ser claro: en Cuba se ha roto la cadena de transmisión de la fe generacionalmente. Entonces, la devoción a la Virgen, Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, ha sido lo que ha mantenido a ateos y creyentes aglutinados, puesto que también es un símbolo nacional. Creo que el Papa va a hacer un importante hincapié en esta devoción histórica del pueblo cubano.

¿Y en Estados Unidos?
- Bueno, allí se presenta más complicado, aunque hay amigos y hermanos norteamericanos que quieren mucho al Papa. Otros no lo quieren, porque han interpretado las últimas cartas como una postura muy enfrentada al mundo capitalista, pero creo que van a tener oportunidad de entenderlo mejor. El humanismo de su mensaje a las Naciones Unidas... a raíz de esta nueva encíclica Laudato si´, que es extraordinaria.

Él ha propuesto un modo de ética integral y apasionante que de alguna manera nos vincula más hondamente con los hermanos no creyentes: el cuidado de la casa común. Desde la relación con la madre o hermana Tierra, surgen los otros deberes: la relación conmigo mismo, con Dios, con la comunidad y, en su interior, con los hermanos más pobres. Hay que proponer una moral integral e integrada. Creo que esto es nuevo y por eso lo creo importante para la construcción de un humanismo nuevo.

En la misma encíclica propone gestos muy concretos, pero también ha habido algún cardenal que últimamente le ha criticado porque no debería meterse tan explícitamente en cosas científicas. ¿Debería dejar eso de lado?
- Creo que el Papa entra en lo científico pero desde una mirada que tiene que ver con la fe y con la responsabilidad humana del cuidado de la Creación. En la presentación de la encíclica, junto a los cardenales, estuvo un científico agnóstico precisamente para avalar lo que Francisco ha escrito entrando en la ciencia desde una postura religiosa.

Es verdad que no pertenece a la Iglesia entrar en temas científicos, pero sí comprometerse con una mirada de fe con estas cuestiones tan concretas sobre lo que significan la tala indiscriminada de árboles, la sequía, la contaminación del ambiente, el exceso de basura, los agroquímicos y todos estos temas. Que el cambio climático incide en el mundo de la pobreza, creo que es incontrastable, por lo tanto hay que decirlo. El Papa le dará una profunda importancia en su mensaje a las Naciones Unidas.

Hablemos de la Argentina y de su diócesis. ¿Se nota en su país el ´efecto Francisco´? ¿Hay más cristianos ahora que el Papa es de allí?
Creo que hay más disposición a escuchar el mensaje. Hay una inmensa parte de católicos que, al estar felices, están movilizados desde el punto de vista misionero y evangélico. El pueblo tiene una actitud distinta y los obispos y sacerdotes todavía no estamos a la altura. ¿Cómo podemos ayudar al Papa mejor? Creo que esto no solamente pasa en la Argentina, sino que pasa también en otros países.

¿Por qué nos cuesta tanto aprovechar esta oportunidad que tenemos habiendo un icono que nos lo pone tan fácil?
- Creo que estamos demasiado acostumbrados a correr de un modo adelantado frente a una cabeza más conservadora. Es como si fuera un hábito: contestar a una autoridad que no es lo suficientemente abierta. Pero ahora, de pronto, el Papa es como le deseábamos. Cambian los términos: es su cabeza la que está más adelante y, entonces, el esfuerzo que tenemos que llevar a cabo es el de no quedarnos retrasados.

En la Argentina también hay problemas y usted, como presidente de Cáritas, los percibe...
- Yo diría que los problemas que tenemos son muy serios. El narcotráfico, que es un tema sumamente complejo: no hablo sólo de la oferta de droga y el consumo en los jóvenes -especialmente de los jóvenes de los barrios marginales-, sino del delito que acarrea la adicción. Es lo que en nuestra Cáritas llamamos "las nuevas pobrezas", una unidad entre droga y criminalidad... Al mismo tiempo, trae también el tema de la trata de personas. Es un nuevo modo de violencia: se juntan situaciones que deben ser abordadas de un modo global, no sólo desde un segmento.

Por ejemplo, si yo tengo un joven que tiene un problema familiar por la ausencia de sus padres por estar ocupados manteniendo a la familia, vivirá aislado y eso se convertirá en otro problema: de la carencia afectiva a la soledad. Recurre a la banda, como modo de sustitución de la familia, y su inserción en ella le lleva a hacer más problemas: abandona la escuela. Al problema de la educación se le puede sumar el de la enfermedad, porque la droga, en su viaje, trae necesariamente, si no es sida, la tuberculosis que ha reaparecido ahora en la Argentina por el tema de la alimentación.

Entonces, tenemos un conglomerado de problemas que no se pueden abordar sólo desde un sesgo terapéutico, educacional o del desarrollo social. De nuevo, necesitamos una mirada integral, interdisciplinar. Nos hemos encontrado con un desafío que sí es nuevo y es muy importante que la Iglesia, aprovechando la cercanía que tiene con ese mundo, ha de comprometerse. La tiene porque, como yo digo, ¿a quién le va a contar una abuela que el nieto le ha robado para consumir? Se lo dice al cura: no va a hacer la denuncia a una fiscalía. La Iglesia está empezando a convocar a los distintos actores sociales, para poder caminar en esto de la reconstrucción del tejido social en pos de un futuro mejor.

¿En este momento la voz de la Iglesia es más escuchada políticamente?
- Pienso que sí tiene más fuerza. La buscan más porque interesa como pensamiento. No sé cuál será su eco en otros países, pero en la Argentina, evidentemente, la presencia de Francisco ha elevado la exigencia de dirigir la palabra de la Iglesia a los diversos problemas sociales.

Hábleme de las villas miseria?
- Es un término que se usa mucho para señalar un barrio marginal. En Buenos Aires, digamos que donde termina el asfalto comienza este barrio de emergencia. La división está clara entre lo que es la villa y la ciudad. Pero en mi diócesis los barrios marginados están mezclados: son más pequeños y se entrecruzan. Entonces nuestro desafío es mayor: de convivencia, diálogo e interacción. Por un lado es apasionante, porque en mi diócesis vive la clase dirigente de la Argentina y la gente pobre.+