Jueves 28 de marzo de 2024

Mons. Arancibia admitió en la Sagradas Órdenes a dos seminaristas arquidiocesanos

  • 2 de noviembre, 2012
  • Guaymallén (Mendoza)
Monseñor José María Arancibia, arzobispo de Mendoza, presidió el rito de admisión a las Sagradas Órdenes de los seminaristas Diego Sebastián Flores e Ignacio López Risso, y otorgó el ministerio del lectorado al joven Andrés Darío Cascani y el ministerio del acolitado al aspirante al sacerdocio Gerardo Peñaloza.
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Monseñor José María Arancibia, arzobispo de Mendoza, presidió el rito de admisión a las sagradas órdenes de los seminaristas Diego Sebastián Flores e Ignacio López Risso, y otorgó el ministerio del lectorado al joven Andrés Darío Cascani y el ministerio del acolitado al aspirante al sacerdocio Gerardo Peñaloza.

El prelado dio lugar a las asignaciones de las misiones luego de presidir el rezo de vísperas en la capilla del Seminario Mayor Nuestra Señora del Rosario, de la ciudad mendocina de Guaymallén.

Apenas concluido el rezo de las vísperas, monseñor Arancibia dio paso al rito de la admisión a las Sagradas Órdenes a los seminaristas Diego Sebastián Flores e Ignacio López Risso.

Luego de la celebración eucarística que la comunidad comparte habitualmente en horas de la tarde, el arzobispo instituyó ministro lector al seminarista Andrés Darío Canciani y ministro acólito al aspirante al sacerdocio Gerardo Peñaloza.

El rito de admisión a las Sagradas Órdenes es una instancia en el camino de la confirmación de la vocación sacerdotal. Según se desprende del Pontifical y Ritual Romanos, "se celebra cuando el aspirante idóneo ha llegado ya a una suficiente madurez personal".

"El aspirante -sigue el texto- debe manifestar públicamente su intención de recibir las órdenes sagradas, y el obispo, por su parte, debe aceptar también públicamente esta intención". No obstante la ceremonia, este rito no debe nunca unirse con las órdenes sagradas ni con la institución de lectores y acólitos".

El ministerio del lectorado, en tanto, otorga al instituido poder brindar homilías en la asamblea litúrgica, educar en la fe y preparar a niños y adultos para recibir los sacramentos.

Por su parte, el acolitado brinda el permiso para distribuir, como ministro extraordinario, la sagrada comunión a los fieles y a los enfermos. +