Jueves 25 de abril de 2024

Francisco: "Las armas nucleares solo crean una falsa sensación de seguridad"

  • 10 de noviembre, 2017
  • Ciudad del Vaticano
El papa Francisco exhortó a condenar con firmeza la amenaza del uso de las armas nucleares porque "su existencia se relaciona con una lógica del miedo que no sólo afecta a las partes en conflicto, sino a toda la humanidad" y advirtió que su posesión solo proporciona a los países "una falsa sensación de seguridad". Lo hizo al recibir a los participantes de un simposio internacional sobre el tema que organizó el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral.
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El papa Francisco recibió el 10 de noviembre a los participantes en el simposio internacional "Perspectivas para un mundo libre de las armas nucleares y para el desarme integral", promovido por el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral que se realiza en el Vaticano.

"El actual escenario internacional, caracterizado por un clima inestable de conflictos y un oscuro pesimismo podría empujarnos a considerar que las perspectivas para un mundo libre de las armas nucleares y para un desarme integral, como es el título del seminario, pueda ser algo cada vez más remoto", expresó.

El pontífice exhortó "a condenar con firmeza la amenaza del uso, así como su posesión, porque su existencia se relaciona con una lógica del miedo que no sólo afecta a las partes en conflicto, sino a toda la humanidad".

"Las relaciones internacionales no pueden ser presa de la fuerza militar, de la intimidación mutua y la ostentación de las reservas de armas. Las armas de destrucción masiva, especialmente las armas nucleares, solo crean una falsa sensación de seguridad", sostuvo.

En el simposio participan once Premios Nobel de la Paz, entre ellos el argentino Adolfo Pérez Esquivel, altos cargos de la ONU y la NATO, diplomáticos, representantes de los Estados, entre ellos Rusia, Estados Unidos, Corea del Sur, Irán, además de grandes expertos en el campo de los armamentos y representantes de las fundaciones, organizaciones y de la sociedad civil comprometidas activamente en ese tema.

Asimismo, asisten miembros de las conferencias episcopales y de las Iglesias, en ámbito ecuménico y de otras religiones, así como delegaciones de profesores y estudiantes de las universidades de los Estados Unidos, Rusia y la Unión Europea.

Texto del discurso
Queridos amigos,
Saludo cordialmente a cada uno de ustedes y expreso mi gratitud por sus presencia y su actividad al servicio del bien común. Agradezco al cardenal Turkson las palabras de saludo y presentación.

Ustedes vinieron venido a este Simposio para abordar cuestiones cruciales, tanto en sí mismas como a la luz de la complejidad de los desafíos políticos del escenario internacional actual, caracterizado por un clima inestable de conflictividad. Un obscuro pesimismo podría llevarnos a creer que "las perspectivas para un mundo libre de armas nucleares y para un desarme completo", como dice el título del encuentro, parezcan cada vez más remotas. Es un hecho que la espiral de la carrera armamentista no se detiene y que los costos de modernización y desarrollo de las armas, no solamente las nucleares, representan un gasto considerable para las naciones, hasta el punto de dejar en segundo plano las prioridades reales de la humanidad que sufre: la lucha contra la pobreza, la promoción de la paz, la realización de proyectos educativos, ecológicos y sanitarios y el desarrollo de los derechos humanos.[1]

Además, no podemos dejar de sentir una aguda inquietud si consideramos las catastróficas consecuencias humanitarias y ambientales derivadas de cualquier empleo de las armas nucleares. Por lo tanto, considerando incluso el riesgo de una detonación accidental de esas armas, debido a un error de cualquier tipo, tenemos que condenar enérgicamente la amenaza de su uso, así como su posesión, precisamente porque su existencia es funcional en una lógica del miedo que no concierne solamente a las partes involucradas en el conflicto, sino a todo el género humano. Las relaciones internacionales no pueden estar dominadas por la fuerza militar, la intimidación mutua o la ostentación de los arsenales bélicos. Las armas de destrucción masiva, en particular las atómicas, no generan nada más que una engañosa sensación de seguridad y no pueden constituir la base de la convivencia pacífica entre los miembros de la familia humana, que debe inspirarse en una ética de la solidaridad[2]. Insustituible desde este punto de vista es el testimonio de los hibakusha, es decir, las personas afectadas por las explosiones de Hiroshima y Nagasaki, así como el de las otras víctimas de los experimentos de armas nucleares: ¡Que su voz profética sea una advertencia especialmente para las nuevas generaciones!

Además, los armamentos que tienen como efecto la destrucción del género humano son incluso ilógicos a nivel militar. Por otra parte, la verdadera ciencia está siempre al servicio del hombre, mientras la sociedad contemporánea parece como aturdida por las desviaciones de los proyectos concebidos en su seno y tal vez en su origen por una buena causa. Baste pensar que hoy las tecnologías nucleares se difunden incluso a través de comunicaciones telemáticas y que los instrumentos de derecho internacional no han impedido que nuevos estados se sumen al grupo de poseedores de armas atómicas. Son escenarios inquietantes si se tienen en cuenta los desafíos de la geopolítica contemporánea como el terrorismo o los conflictos asimétricos.

Y sin embargo, un realismo saludable no deja de encender en nuestro mundo desordenado las luces de la esperanza. Recientemente, por ejemplo, a través de un voto histórico de la ONU, la mayoría de los miembros de la Comunidad Internacional han dictaminado que las armas nucleares no solo son inmorales, sino que también deben considerarse como un instrumento ilegítimo de guerra. Se ha colmado así un vacío jurídico importante ya que las armas químicas, las biológicas, las minas antipersona y las bombas de racimo son armas expresamente prohibidas según las convenciones internacionales. Aún más significativo es el hecho de que estos resultados se deban principalmente a una "iniciativa humanitaria" promovida por una alianza válida entre la sociedad civil, los Estados, las organizaciones internacionales, las Iglesias, las academias y los grupos de expertos. En este contexto se coloca también el documento que ustedes, los galardonados con el Premio Nobel de la Paz, me han entregado y por el que les expreso mi agradecimiento.

Precisamente en este 2017 se celebra el 50 ° aniversario de la encíclica Populorum Progressio de Pablo VI. La encíclica, explicando la visión cristiana de la persona, resalta la noción de desarrollo humano integral y la propone como nuevo nombre de la paz. En este documento memorable y actualísimo, el Papa brindaba la fórmula sintética y feliz de que "el desarrollo no se reduce al simple crecimiento económico. Para ser auténtico, debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre. "(n. ° 14).

Es necesario, pues, en primer lugar rechazar la cultura del descarte y ocuparse de las personas y de los pueblos que sufren las desigualdades más dolorosas, a través de una labor que dé prioridad, con paciencia, a los procesos solidarios en vez de al egoísmo de los intereses contingentes. Se trata, al mismo tiempo, de integrar la dimensión individual y la social mediante el despliegue del principio de subsidiariedad, favoreciendo la contribución de todos como individuos y grupos. Por último, debemos promover lo humano en su unidad inseparable de cuerpo y alma, de contemplación y acción.

Así es como un progreso eficaz e inclusivo puede hacer posible la utopía de un mundo libre de terribles instrumentos mortales, a pesar de las críticas de aquellos que consideran que los procesos de desmantelamiento de los arsenales son idealistas. Es siempre válido el magisterio de Juan XXIII, que indicaba con claridad el objetivo de un desarme integral, cuando afirmaba: " Ni el cese en la carrera de armamentos, ni la reducción de las armas, ni, lo que es fundamental, el desarme general son posibles si este desarme no es absolutamente completo y llega hasta las mismas conciencias; es decir, si no se esfuerzan todos por colaborar cordial y sinceramente en eliminar de los corazones el temor y la angustiosa perspectiva de la guerra. (Enc. Lett. Pacem in Terris, 11 de abril de 1963, 61)

La Iglesia no se cansa de ofrecer al mundo esta sabiduría y las obras que la Iglesia inspira, consciente de que el desarrollo integral es el camino del bien que la familia humana está llamada a seguir. Los animo a continuar esta acción con paciencia y constancia, confiados en que el Señor nos acompañará. Él bendiga a cada uno de ustedes y la tarea que llevan a cabo al servicio de la justicia y la paz. Gracias.
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