Jueves 25 de abril de 2024

El Papa presidió la celebración de 20 matrimonios

  • 14 de septiembre, 2014
  • Ciudad del Vaticano
En la mañana de este domingo, 14 de septiembre, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, el papa Francisco presidió la misa, en la basílica de San Pedro, con el rito del sacramento a veinte parejas de novios de la diócesis de Roma. Acompañaron a los emocionados novios sus familias y cuarenta sacerdotes amigos de los nuevos esposos. En su homilía, el Obispo de Roma recordó que el matrimonio "es símbolo de la vida, de la vida real", y afirmó que no es una "novela". Sino que es el sacramento del amor de Cristo y de la Iglesia, "un amor que encuentra en la Cruz su prueba y su garantía".
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En la mañana de este domingo, 14 de septiembre, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, el papa Francisco presidió la misa, en la basílica de San Pedro, con el rito del sacramento a veinte parejas de novios de la diócesis de Roma. Acompañaron a los emocionados novios sus familias y cuarenta sacerdotes amigos de los nuevos esposos. Algunas de las parejas vivían juntas desde hace algún tiempo y tienen hijos.

La ceremonia, la primera en el pontificado de Francisco, nació de su deseo de celebrar matrimonios. Se envió la solicitud del Papa a todos los sacerdotes de la diócesis de Roma para que escojan una pareja que exprese su sí en la basílica de San Pedro, con la bendición del Papa.

En su homilía, el Obispo de Roma recordó que el matrimonio "es símbolo de la vida, de la vida real", y afirmó que no es una "novela". Sino que es el sacramento del amor de Cristo y de la Iglesia, "un amor que encuentra en la Cruz su prueba y su garantía".

El amor de Jesús bendijo y consagró la unión de los esposos, dijo el Papa y es capaz de mantener su amor y de renovarlo cuando humanamente se pierde, se hiere, se agota. El amor de Cristo puede devolver a los esposos la alegría de caminar juntos; porque eso es el matrimonio: un camino en común de un hombre y una mujer, en el que el hombre tiene la misión de ayudar a su mujer a ser mejor mujer, y la mujer tiene la misión de ayudar a su marido a ser mejor hombre. Esto es "la reciprocidad del amor".

Homilía el Santo Padre
La primera Lectura nos habla del camino del pueblo en el desierto. Pensemos en aquella gente en marcha, siguiendo a Moisees; eran sobre todo familias: padres, madres, hijos, abuelos; hombres y mujeres de todas las edades, muchos ninños, con los ancianos que avanzaban con dificultad. Este pueblo nos lleva a pensar en la Iglesia en camino por el desierto del mundo actual, nos lleva a pensar en el Pueblo de Dios, compuesto en su mayor parte por familias.

Y nos hace pensar tambieen en las familias, nuestras familias, en camino por los derroteros de la vida, por las vicisitudes de cada diea. Es incalculable la fuerza, la carga de humanidad que hay en una familia: la ayuda mutua, la educacioen de los hijos, las relaciones que maduran a medida que crecen las personas, las alegrieas y las dificultades compartidas. En efecto, las familias son el primer lugar en que nos formamos como personas y, al mismo tiempo, son los "adobes" para la construccioen de la sociedad.

Volvamos al texto bieblico. En un momento dado, "el pueblo estaba extenuado del camino". Estaban cansados, no teniean agua y comiean soelo "manae", un alimento milagroso, dado por Dios, pero que, en aquel momento de crisis, les pareciea demasiado poco. Y entonces se quejaron y protestaron contra Dios y contra Moisees: "¿Por quee nos sacaron?". Es la tentacioen de volver atraes, de abandonar el camino.

Esto me lleva a pensar en las parejas de esposos que "se sienten extenuadas del camino", del camino de la vida conyugal y familiar. El cansancio del camino se convierte en agotamiento interior; pierden el gusto del Matrimonio, no encuentran ya en el Sacramento la fuente de agua. La vida cotidiana se hace pesada, y muchas veces "da naeusea".

En ese momento de desorientacioen ?dice la Biblia?, llegaron serpientes venenosas que mordiean a la gente, y muchos murieron. Esto provocoe el arrepentimiento del pueblo, que pidioe perdoen a Moisees y le suplicoe que rogase al Senñor que apartase las serpientes. Moisees rezoe al Senñor y Eel dio el remedio: una serpiente de bronce sobre un estandarte; quien la mire, quedarae sano del veneno mortal de las serpientes.

¿Quee significa este siembolo? Dios no acaba con las serpientes, sino que da un "antiedoto": mediante esa serpiente de bronce, hecha por Moisees, Dios comunica su fuerza de curacioen, fuerza de curacioen que es su misericordia, maes fuerte que el veneno del tentador.

Jesues, como escuchamos en el Evangelio, se identificoe con este siembolo: el Padre, por amor, lo ha "entregado" a Eel, el Hijo Unigeenito, a los hombres para que tengan vida; y este amor inmenso del Padre lleva al Hijo, a Jesues, a hacerse hombre, a hacerse siervo, a morir por nosotros y a morir en una cruz; por eso el Padre lo ha resucitado y le ha dado poder sobre todo el universo. Asie se expresa el himno de la Carta de San Pablo a los Filipenses. Quien confiea en Jesues crucificado recibe la misericordia de Dios que cura del veneno mortal del pecado.

El remedio que Dios da al pueblo vale tambieen, especialmente, para los esposos que, "extenuados del camino", sienten la tentacioen del desaenimo, de la infidelidad, de mirar atraes, del abandono. Tambieen a ellos Dios Padre les entrega a su Hijo Jesues, no para condenarlos, sino para salvarlos: si confiean en Eel, los cura con el amor misericordioso que brota de su Cruz, con la fuerza de una gracia que regenera y encauza de nuevo la vida conyugal y familiar.

El amor de Jesues, que ha bendecido y consagrado la unioen de los esposos, es capaz de mantener su amor y de renovarlo cuando humanamente se pierde, se hiere, se agota. El amor de Cristo puede devolver a los esposos la alegriea de caminar juntos; porque eso es el matrimonio: un camino en comuen de un hombre y una mujer, en el que el hombre tiene la misioen de ayudar a su mujer a ser mejor mujer, y la mujer tiene la misioen de ayudar a su marido a ser mejor hombre. Eesta es su misioen entre vosotros. "Te amo, y por eso te hago mejor mujer"; "te amo, y por eso te hago mejor hombre".

Es la reciprocidad de la diferencia. No es un camino llano, sin problemas, no, no seriea humano. Es un viaje comprometido, a veces difiecil, a veces complicado, pero asie es la vida. Y en el marco de esta teologiea que nos ofrece la Palabra de Dios sobre el pueblo que camina, tambieen sobre las familias en camino, sobre los esposos en camino, un pequenño consejo. Es normal que los esposos discutan. Es normal. Siempre se hizo. Pero les doy un consejo: que sus días jamaes terminen sin hacer las paces. Jamaes. Basta un pequenño gesto. Y de este modo se sigue caminando.

El matrimonio es siembolo de la vida, de la vida real, no es una "novela". Es sacramento del amor de Cristo y de la Iglesia, un amor que encuentra en la Cruz su prueba y su garantiea. Les deseo, a todos vosotros, un hermoso camino: un camino fecundo; que el amor crezca. Deseo que sean felices. No faltaraen las cruces, no faltaraen. Pero el Senñor estarae allie para ayudarlos a avanzar. Que el Senñor los bendiga".+