Consagraron en la costa atlántica un templo en honor a la beata Laura Vicuña

  • 23 de enero, 2013
  • Ostende (Buenos Aires)
El obispo de Mar del Plata, monseñor Antonio Marino, consagró en la tarde del martes una capilla de la localidad balnearia de Ostende en honor a la beata chileno-argentina Laura Vicuña. El prelado recuperó el sentido pedagógico que tiene la ceremonia y rito de dedicación del recinto. Amparado en diversos pasajes del Nuevo Testamento, reseñó la vida de la niña glorificada y propuso a la comunidad rezar para tener la valentía de afrontar las dificultades de la vida a semejanza de la niña que ayer la iglesia recordó con la fiesta litúrgica.
El obispo de Mar del Plata, monseñor Antonio Marino, consagró en la tarde del martes 22 de enero una capilla de la localidad balnearia de Ostende en honor a la beata chileno-argentina Laura Vicuña. Durante el rito de consagración y posterior misa, se hicieron presentes decenas de fieles, seminaristas, diáconos, sacerdotes e incluso el recientemente electo obispo auxiliar de La Plata, monseñor Alberto Bochatey. En su homilía, monseñor Marino recuperó el sentido pedagógico que tiene la ceremonia y rito de dedicación del recinto. Amparado en diversos pasajes del Nuevo Testamento, el prelado valoró las numerosas metáforas que utiliza el lenguaje evangélico para referirse a Cristo como "piedra angular" o a los fieles cristianos como "templos de Dios". "De esta manera es presentado el misterio de la Iglesia ?explicó el prelado-. Al mismo tiempo que constituimos ese templo a modo de piedras vivas, también llevamos la responsabilidad de intervenir en su construcción hasta que el mismo alcance las dimensiones de la sociedad, del mundo y de la historia. Todos, por tanto, debemos tener conducta edificante". Enseñanzas sobre la beata Monseñor Marino destacó la sabiduría regalada por Dios a la beata Laura Vicuña. "Rememorar su breve vida, que ni llegó a los trece años, es alabar a Dios, que en todo tiempo y lugar puede obrar los prodigios de la santidad, en toda edad y condición social", sostuvo el obispo. A su vez, el obispo aprovechó para relatar la breve vida de la niña glorificada el 3 de septiembre 1988 por el beato papa Juan Pablo II. Laura Vicuña Pino nació en Santiago de Chile en 1891, pero al fallecer su padre en 1893, la familia se muda a Junín de los Andes a fin de evadir la indigencia y la persecución política que les valía el apellido Vicuña. Ya en la Patagonia argentina, se asientan en la estancia Quilquihué, de Manuel Mora, un patrón que al poco tiempo comenzó a convivir con la madre de la beata. "En el colegio María Auxiliadora, de Junín de los Andes, Laura comenzó a destacarse por su sensibilidad y vivo interés por la fe cristiana. En su instrucción religiosa, tomó conciencia del peligro espiritual en el cual se encontraba su madre, y así, deseó salvar el alma de su mamá a a costa de ofrecer su vida al Señor Dios, en sacrificio para salvarla", relató el obispo. El prelado también indicó que, en su agonía, Laura reveló a su madre su secreto y le arrancó la promesa de separase de aquel hombre y de vivir santamente. Hacia el final de la homilía, los presentes rezaron una oración propuesta por el obispo: "Padre de inmensa ternura, que en la adolescente de Laura Vicuña uniste de modo admirable la fortaleza de espíritu y el candor de la inocencia, concédenos, por su intercesión, la valentía para superar las dificultades de la vida y dar testimonio ante el mundo de las bienaventuranzas de los limpios de corazón".+ Texto completo de la homilía