La desconexión de Dios es la explicación a los males morales de la humanidad

  • 13 de diciembre, 2012
  • Corrientes (AICA)
El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, recordó que "la Navidad, a cuya celebración nos preparamos mediante el Adviento, señala el acontecimiento en el que Dios se hace visible a los hombres. Sin ella, o con ella falsificada, los hombres pierden la única oportunidad de verlo y escucharlo". "Esa desconexión de Dios es la explicación de los enormes males morales que padece la humanidad. Sin conciencia de la presencia de Dios todo pierde la debida perspectiva para la construcción de un mundo auténticamente humano", advirtió en su sugerencia para la homilía del próximo domingo. "La presencia de Dios, en el Hijo encarnado, es la respuesta a las grandes cuestiones de la actualidad; es también el bálsamo que cura las heridas causadas por la injusticia y la violencia, por el deterioro de las instituciones, particularmente la familia, y el descuido culpable de la salud y de la educación. Tantos otros males, comprendidos en un etcétera interminable, aparecen torme
El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, recordó que "la Navidad, a cuya celebración nos preparamos mediante el Adviento, señala el acontecimiento en el que Dios se hace visible a los hombres. Sin ella, o con ella falsificada, los hombres pierden la única oportunidad de verlo y escucharlo". "Esa desconexión de Dios es la explicación de los enormes males morales que padece la humanidad. Sin conciencia de la presencia de Dios todo pierde la debida perspectiva para la construcción de un mundo auténticamente humano", advirtió en su sugerencia para la homilía del próximo domingo. Tras señalar que "la predicación apostólica y la celebración litúrgica contribuyen a despertar esa necesaria conciencia, sin la cual el mundo se autoexcluye de la vida, y resulta herido como el de la parábola del ?Buen Samaritano?", subrayó que "Jesús, en su Iglesia, es el Buen Samaritano que recupera al mundo herido y le devuelve la salud". "La presencia de Dios, en el Hijo encarnado, es la respuesta a las grandes cuestiones de la actualidad; es también el bálsamo que cura las heridas causadas por la injusticia y la violencia, por el deterioro de las instituciones, particularmente la familia, y el descuido culpable de la salud y de la educación. Tantos otros males, comprendidos en un etcétera interminable, aparecen tormentosamente en el horizonte de la historia contemporánea", sostuvo. Texto completo de la sugerencia De nada sirve el signo externo sin conversión. No alcanza el llamado a la penitencia, ni el signo de un bautismo que la signifique públicamente, es preciso ejecutar las obras que correspondan a ese llamado. El Bautista es muy concreto, como lo será Jesús. Nuestro mundo corre el riesgo de especular y quedarse allí: oyendo sin escuchar, mirando sin ver. Juan es realista. En su predicación no permite que nadie se escape "por la tangente". Por ello, después de anunciar reclama, despeja el panorama del comportamiento humano e indica qué es lo que debe corregirse. De nada vale sumergirlos en las aguas del Jordán si no abandonan el pecado. Creo que estamos en condiciones de asumir el mismo estilo de acción pastoral. No haberlo hecho atrajo inconvenientes, en la práctica de la fe, que desdibujaron la auténtica experiencia cristiana. La figura ejemplar de San Juan Bautista viene a auxiliarnos para rectificar el sendero recorrido. No es suficiente decir que pertenecemos a una determinada confesión religiosa, aunque el hecho de esa pertenencia abra una perspectiva prometedora; se nos pide ser honestos hasta el grado de que la doctrina de la fe rija nuestro compromiso con la sociedad y la historia. Ser parte de la Historia de la Salvación. Es útil escuchar la Palabra de la fe y observar a los santos protagonistas de aquellas escenas bíblicas. La lectura del Evangelio es la oportunidad, presente en nuestra vida cotidiana, de involucrarnos en la Historia de la Salvación y ser parte de ella. Este Adviento es irrepetible y demanda nuestro sencillo esfuerzo de atención y de fe. Como es tiempo de saludable penitencia, requiere que se active de verdad nuestra fe y otorgue vigor sobrenatural a la conducción de nuestro comportamiento cotidiano. Pero volvamos a Juan Bautista y aprendamos de él - como lo acaba de decir el Papa Benedicto XVI - adoptando las actitudes virtuosas de la humildad y del amor inquebrantable a la Verdad. Nos falta la práctica de estas virtudes. El mundo, aquejado de indecibles sufrimientos, está reclamando de los cristianos un testimonio que lo reoriente, por el camino correspondiente, al Dios Amor que apasiona los corazones de hombres y mujeres santos. Dios se hace visible a los hombres. La Navidad, a cuya celebración nos preparamos mediante el Adviento, señala el acontecimiento en el que Dios se hace visible a los hombres. Sin ella, o con ella falsificada, los hombres pierden la única oportunidad de verlo y escucharlo. Esa desconexión de Dios es la explicación de los enormes males morales que padece la humanidad. Sin conciencia de la presencia de Dios todo pierde la debida perspectiva para la construcción de un mundo auténticamente humano. La predicación apostólica y la celebración litúrgica contribuyen a despertar esa necesaria conciencia. Sin la misma el mundo se autoexcluye de la vida, y resulta herido como el de la parábola del "Buen Samaritano". Jesús, en su Iglesia, es el Buen Samaritano que recupera al mundo herido y le devuelve la salud. La presencia de Dios, en el Hijo encarnado, es la respuesta a las grandes cuestiones de la actualidad; es también el bálsamo que cura las heridas causadas por la injusticia y la violencia, por el deterioro de las instituciones, particularmente la familia, y el descuido culpable de la salud y de la educación. Tantos otros males, comprendidos en un etcétera interminable, aparecen tormentosamente en el horizonte de la historia contemporánea. El Precursor de Cristo en nuestras vidas. Debemos encontrar sentido a la vida, y a los acontecimientos que la indican como desarrollo del don de Dios. La Navidad - momento de la presencia del Misterio de Dios revelado a los hombres - no es una ingenua ocasión para montar una aparente y romántica cordialidad. Es la que aparece en la filmoteca universal y que invade, durante este tiempo, las pantallas de nuestros televisores. La Navidad, pedagógicamente preparada durante el Adviento, exige ser expresión de la verdad. Seamos siervos de la verdad, especialmente en acontecimientos como éste. Celebramos lo que fue y se mantiene vigente. La Iglesia rememora, gracias al Evangelio anunciado, que luego hace presente, mediante la celebración sacramental, el Misterio en el que está incluida la Navidad. La Eucaristía colma de sentido cada Fiesta religiosa. En Ella se cumple la totalidad del Misterio que nos redime en la verdad y en el amor. Es oportuno escuchar el llamado a la penitencia de Juan Bautista y aceptar el signo penitencial que nos ofrece. De esa manera él será el Precursor de Jesús también en nuestras vidas necesitadas de Dios.+