Mons. García Cuerva: 'El Espíritu Santo rompe fronteras y abate muros de indiferencia'

  • 30 de septiembre, 2025
  • Buenos Aires (AICA)
El arzobispo de Buenos Aires llamó a superar la apatía ante el sufrimiento ajeno y a construir, con amor y fraternidad, una sociedad más justa y cercana a los más pobres.

El arzobispo de Buenos Aires, monseñor Jorge García Cuerva, exhortó a los fieles a romper las barreras de la indiferencia y a dejarse transformar por el Espíritu Santo, "que rompe las fronteras y abate los muros del odio", para vivir el mandamiento del amor como fuerza capaz de unir a todos los hijos de Dios.

Partiendo de la primera lectura del profeta Amós, el prelado advirtió sobre el peligro de "sentirse seguros" en las propias ideas, logros o riquezas, una falsa seguridad que "nos hace impermeables y dueños de la verdad, incapaces de dialogar y de conmovernos ante el dolor ajeno".

Citó el lamento del profeta: "No se afligen por la ruina de José", para subrayar que el disfrute excluyente de la abundancia "deshumaniza y nos vuelve crueles e injustos".

En ese contexto, recordó la parábola evangélica del rico Epulón y el pobre Lázaro, destacando que el pecado de aquel hombre no fue su riqueza, sino la ceguera de corazón que le impidió ver al necesitado "a la puerta de su casa y de su corazón".

"La seguridad que tenía en sus bienes hacía que no lo conmoviera la desgracia de Lázaro, ni siquiera sus llagas", advirtió.

Una interpretación del presente
Monseñor García Cuerva alertó que la parábola no es una descripción de la vida después de la muerte, sino "una interpelación para el presente", un llamado a escuchar la Palabra de Dios y a vivir la fraternidad.

"Podemos vernos reflejados en los cinco hermanos del relato, a quienes se les pide que escuchen la ley y los profetas. También a nosotros hoy se nos invita a dejarnos tocar el corazón, a no permanecer indiferentes", subrayó.

El arzobispo pidió a la Virgen María, "que cantó en el Magníficat que a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos", que ayude a los fieles a romper los abismos que generan las seguridades y la indiferencia.

Finalmente, evocó palabras del papa León XIV en la homilía de Pentecostés: "El Espíritu Santo rompe las fronteras y abate los muros de la indiferencia y del odio, e imprime en nuestros corazones el mandamiento del amor, donde no hay espacio para prejuicios, distancias de seguridad ni lógicas de exclusión". 

"Que el Espíritu de amor y de paz abra las fronteras, disuelva el odio y nos ayude a vivir como hijos del único Padre, venciendo el pecado de la gran indiferencia que reina en el mundo", concluyó.+