Mons. Buenanueva ordenó a los primeros diáconos permanentes de San Francisco
- 25 de septiembre, 2025
- San Francisco (Córdoba) (AICA)
En vísperas de las fiestas patronales de Nuestra Señora de la Merced, el 23 de septiembre, se celebró en la ciudad de Arroyito la ordenación de Luis Rolando y Raúl Quinteros.

En vísperas de las fiestas patronales de la parroquia Nuestra Señora de la Merced, el 23 de septiembre, se celebró en la ciudad de Arroyito (Córdoba), la ordenación de los primeros diáconos permanentes de la diócesis de San Francisco, Luis Rolando y Raúl Quinteros, quienes se encontraban junto a sus esposas Cecilia Devallis y Adriana Pagani.
La celebración, presidida por monseñor Sergio Buenanueva, obispo de San Francisco, fue concelebrada por el vicario general, presbítero Gustavo Zaninetti; el Director de la Escuela de Diaconado Permanente, presbítero Mario Ludueña; el párroco Nuestra Señora de la Merced, presbítero Sergio Fernández y demás sacerdotes diocesanos. También participaron de la celebración varios diáconos permanentes de la arquidiócesis de Córdoba.
Monseñor Buenanueva destacó en su homilía que, "si hoy nos alegramos de ordenar a los primeros hombres casados como diáconos permanentes es porque, en su momento, y a través de un camino eclesial muy rico, sentimos que el Señor nos ordenaba disponernos para dar este paso evangelizador".
"En esta obediencia a la palabra del Señor, que nos llega también a través de María, está el fundamento de nuestra alegría y también de la gracia con la que contaremos para ese desafío que, como intuimos, será la incorporación de la figura de los diáconos permanentes a nuestra vida y misión eclesial", resaltó el prelado.
"¿Tenemos todavía algo valioso que ofrecer a nuestros hermanos, aquí y ahora?", cuestionó, y planteó que, "para indicar una respuesta, vuelvo al Evangelio, a la segunda mención que el texto hace de los diakonoi, los servidores. Son solo dos versículos, preciosos y enormes: 'El encargado probó el agua cambiada en vino y como ignoraba su origen, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo y les dijo: "Siempre se sirve primero el buen vino y cuando todos han bebido bien, se trae el de inferior calidad. Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta este momento" (Jn 2, 9-10). Nos dice san Juan que, lo que ignoraba el encargado de la boda, 'lo sabían los diakonoi, los servidores'".
Finalmente, dirigiéndose a los nuevos diáconos y a sus esposas les dijo: "Ustedes que, con Cecilia y Adriana, sus esposas, han aprendido a celebrar en la vida cotidiana las bodas de Cristo, su amor, su paciencia y su entrega, dispongan el corazón para el don que están a punto de recibir y, sobre todo, de vivir en el ministerio diaconal".+