León XIV advirtió sobre el riesgo de idolatrar la riqueza

  • 21 de septiembre, 2025
  • Ciudad del Vaticano (AICA)
En la misa dominical que presidió en la parroquia de Santa Ana en el Vaticano, el pontífice recordó que "no se puede servir a dos señores, por lo tanto no se puede servir a Dios y a la riqueza".

El papa León XIV presidió este domingo 21 de septiembre la misa dominical en la parroquia pontificia de Santa Ana, en el Vaticano, confiada a la Orden de San Agustín. 

El pontífice comenzó su homilía saludando "con afecto a los agustinos que aquí realizan su servicio, en particular al párroco padre Mario Meardi. Doy la bienvenida al nuevo prior general, padre Joseph Farrell, y con alegría saludo también al padre Gioele Schiavella, que alcanzó la venerable edad de 103 años".

En el Evangelio del día de hoy, (Lucas 16, 1-13), Jesús contrapone la fidelidad a Dios y el apego a la riqueza. "Jesús plantea una alternativa muy clara entre Dios y la riqueza, pidiéndonos tomar una posición definida y coherente. Ningún siervo puede servir a dos señores; por tanto, no pueden servir a Dios y a la riqueza", recordó León XIV.


Y subrayó que no se trata de una elección secundaria, sino fundamental: "No es una opción revisable con el tiempo según las circunstancias. Es necesario decidir un verdadero estilo de vida. Se trata de elegir dónde poner nuestro corazón, de aclarar a quién amamos sinceramente, a quién servimos con dedicación y cuál es nuestro verdadero bien". 

El riesgo de idolatrar la riqueza
El Santo Padre advirtió sobre el peligro de convertir los bienes materiales en un ídolo: "La sed de riqueza corre el riesgo de ocupar el lugar de Dios en nuestro corazón. La tentación es pensar que sin Dios podríamos vivir igualmente bien, mientras que sin riqueza estaríamos tristes y afligidos. Este es el engaño que nos hace desconfiados y recelosos hacia los demás".

"Quien sirve a Dios se hace libre" 
"Quien sirve a Dios se hace libre de la riqueza, pero quien sirve a la riqueza queda esclavo de ella", apuntó León XIV. "Quien busca la justicia transforma la riqueza en bien común; quien busca el dominio transforma el bien común en empresa de su propia avidez".


El Papa además invitó a una auténtica conversión interior: "La Palabra del Señor no contrapone a los hombres en clases rivales, sino que anima a todos a una revolución del corazón. Cuando éste se abre a Dios, nuestras manos se abren para dar y nuestras mentes para proyectar una sociedad mejor".

Oración por la paz y los gobernantes 
En este sentido, el pontífice elevó una súplica por los responsables políticos. Ha comenzado recordando las palabras de San Pablo: "ruego, lo primero de todo, para que se hagan súplicas, oraciones y acciones de gracias por toda la humanidad, por los reyes y por todos los constituidos en autoridad".

En particular, ha pedido que los líderes no caigan en la tentación de instrumentalizar la riqueza: "Oremos para que los gobernantes de las naciones estén libres de la tentación de usar la riqueza contra el hombre, transformándola en armas que destruyen pueblos y en monopolios que humillan a los trabajadores".


Con dolor, el Papa denunció la indiferencia global ante las guerras: "Pueblos enteros son hoy aplastados por la violencia y aún más por una descarada indiferencia que los abandona a un destino de miseria. Ante estos dramas no podemos ser pasivos, sino anunciar con palabras y obras que Jesús es el Salvador del mundo, el que nos libera de todo mal". 

"Perseverad con esperanza en un tiempo amenazado por la guerra"
Finalmente, el Papa agradeció a la comunidad parroquial de Santa Ana por su compromiso: "Les agradezco porque, de distintas maneras, cooperan en mantener viva la comunidad y ejercen un generoso apostolado. Los animo a perseverar con esperanza en un tiempo seriamente amenazado por la guerra y la injusticia". Y añadió: "Nutriéndonos de la Eucaristía, supremo tesoro de la Iglesia, podemos ser verdaderos testigos de caridad y de paz".+