El Card. Rossi llamó a 'contemplar la Cruz como árbol de vida'
- 16 de septiembre, 2025
- Córdoba (AICA)
En la fiesta de la exaltación de la Cruz, el arzobispo cordobés señaló que, ante la cruz, solo hay dos caminos: huir o permanecer, y animó a la contemplación de la cruz como signo de vida y redención.

El arzobispo de Córdoba, cardenal Ángel Rossi SJ, invitó a los fieles a vivir la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz como una jornada de contemplación y compromiso personal.
"La Iglesia nos invita, a través del evangelista Juan, a contemplar la cruz, no como sitio de suplicio, sino como árbol de vida", expresó el purpurado en la misa celebrada en la parroquia Santo Cristo.
Inspirado por San Ignacio de Loyola, el cardenal Rossi propuso "componer el lugar" frente a la cruz, no solo con los ojos sino con el corazón, elevando la mirada hacia Jesús crucificado.
Durante la celebración, el arzobispo alentó a los presentes a personalizar la pasión de Cristo: "El Señor va a la cruz por mí", afirmó, llamando a cada uno a apropiarse de ese gesto redentor no solo con agradecimiento, sino también con compromiso.
El cardenal Rossi subrayó, además, que la contemplación de la cruz debe llevar a una actitud activa frente al sufrimiento ajeno. "Jesús crucificado contempla a los abandonados, excluidos, explotados y nos pide que seamos sus instrumentos para acercarles alivio y liberación", planteó.
El arzobispo cordobés también alertó sobre las múltiples formas de evasión de la cruz cotidiana: desde la falta de oración y diálogo en la familia, hasta la indiferencia frente al dolor del otro. "A la cruz no se la puede gambetear. O se abraza, o te aplasta", remarcó.
A continuación, evocó el "fuerte grito" de Jesús antes de expirar, un eco que resuena -según el arzobispo- en todos los gritos humanos: los de la soledad, la enfermedad, el desempleo, la trata, los niños de la guerra, y tantos otros rostros del sufrimiento contemporáneo. "En ese grito, también me nombra a mí", afirmó.
El cardenal también hizo referencia a las palabras de Cristo en la cruz, "Tengo sed", interpretándolas como una expresión de su humanidad y de su deseo de amor. "Jesús no aparece como un héroe victorioso, sino como un mendigo de amor. Su sed es la nuestra, la de toda la humanidad herida que sigue buscando agua viva", señaló.
Finalmente, el arzobispo resaltó el papel de la Virgen María al pie de la cruz, presentándola como "el más precioso regalo" del Crucificado. Animó a los fieles a refugiarse en ella en momentos de fragilidad: "Es un lugar del que difícilmente podemos huir".
Citando al poeta León Felipe, concluyó con una súplica para vivir con humildad la propia cruz y acompañar con compasión la de los demás: "Hazme una cruz sencilla, carpintero".+