"Lo que hoy cumplimos es un acto solemne de agradecimiento. En él, no sólo reconocemos que Jesús es el Señor, sino que todo lo que somos y tenemos es un don de Dios. Agradecer significa, por lo tanto, hacer de Dios el punto de referencia y el centro de nuestra vida. Esto es al mismo tiempo un acto de humildad, con el que exaltamos la grandeza de Dios que, como recuerda el Magnificat, ha hecho grandes cosas con nosotros", dijo el nuncio apostólico, Mons. Emil Paul Tscherrig, en su homilía de la misa que presidió el 26 de noviembre por los 90 años del Seminario de La Plata. "En el acto de agradecimiento que culmina en la Eucaristía -agregó-, reconocemos que Dios es el Señor, y la salvación nos ha sido dada por la fe en su Hijo Jesucristo. La misma historia de este Seminario es parte de esta historia de fe y de salvación y signo de la presencia activa del Señor en su Iglesia en la Argentina. Entonces, agradezcamos todo el bien que los testigos de la fe que han salido de esta institución
"Lo que hoy cumplimos es un acto solemne de agradecimiento. En él, no sólo reconocemos que Jesús es el Señor, sino que todo lo que somos y tenemos es un don de Dios. Agradecer significa, por lo tanto, hacer de Dios el punto de referencia y el centro de nuestra vida. Esto es al mismo tiempo un acto de humildad, con el que exaltamos la grandeza de Dios que, como recuerda el Magnificat, ha hecho grandes cosas con nosotros", dijo el nuncio apostólico, monseñor Emil Paul Tscherrig, en su homilía de la misa que presidió el 26 de noviembre por los 90 años del Seminario de La Plata.
"En el acto de agradecimiento que culmina en la Eucaristía -agregó-, reconocemos que Dios es el Señor, y la salvación nos ha sido dada por la fe en su Hijo Jesucristo. La misma historia de este Seminario es parte de esta historia de fe y de salvación y signo de la presencia activa del Señor en su Iglesia en la Argentina. Entonces, agradezcamos todo el bien que los testigos de la fe que han salido de esta institución, llevaron al mundo".
Monseñor Tscherrig había iniciado su homilía agradeciendo al arzobispo de La Plata y al rector del seminario. "Estoy muy contento de poder celebrar con ustedes el nonagésimo aniversario de este ilustre Seminario Mayor de La Plata", expresó. "Sobre todo agradezco a monseñor Aguer y al Rector por esta invitación. En nombre del Santo Padre los saludo con las palabras de San Pablo a los cristianos de Corinto: "Llegue a ustedes la gracia y la paz que proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo". El Papa se alegra con ustedes en este día de fiesta y les envía su especial bendición Apostólica, la que al fin de esta liturgia tendré el privilegio de impartirles".
Luego, comentando el episodio evangélico de los diez leprosos, trazó un paralelo entre la formación de los seminaristas y la curación de los leprosos. "De los diez ?enfatizó- solo uno volvió para darle gracias al Señor. No solo quedó curado, sino que el encuentro vital con Cristo le trasformó la vida, ¡lo salvó! Así también los seminaristas están llamados a formarse humana, espiritual e intelectualmente del mejor modo. Sabiendo, de todas maneras, que siempre deben volver hacia el Señor", porque "Cristo debe ser todo para ustedes".
"Queridos seminaristas -siguió diciendo-, cada uno de ustedes ha sido llamado por Jesús con su propio nombre. Cada uno de ustedes, como los leprosos del evangelio, encontró a Jesús fuera del poblado, viéndolo desde lejos. Ahora se trata de recorrer el camino del samaritano curado y volver a Jesús para conocerlo mejor, para entrar en intimidad con su vida. Por esto, para ustedes, como para los leprosos, no es suficiente ir a los sacerdotes y profesores que los acompañan para mostrar que son verdaderamente dignos de su vocación sacerdotal, sino que lo que vale es el encuentro personal con Jesús. Todos los estudios, la práctica espiritual, la oración y la vida comunitaria son, por lo tanto, instrumentos para conducirlos a los brazos de Jesús".
El Nuncio continuó dirigiéndose a los seminaristas, "llamados a participar en la continua acción de gracias de toda la Iglesia, anunciando a sus contemporáneos la salvación eterna que no se compra con dinero o con una vida meritoria, sino que es don de la fe en Cristo resucitado. Por lo tanto su misión no es la de crear ?el orden justo de la sociedad y del Estado?, porque eso es ?la tarea principal de la política?, en cambio, nuestro deber es dar esperanza al mundo a través del anuncio de la fe".
Tras otros conceptos, relacionados ahora con la santidad, monseñor Tscherrig agradeció, en nombre del Santo Padre, al rector y a los profesores del seminario y a todos los que los precedieron y que colaboraron en la formación de los candidatos al sacerdocio. "Les ruego -dijo- que sean siempre conscientes de la gran responsabilidad que el Arzobispo les ha confiado, porque son los custodios del más precioso tesoro de la Arquidiócesis. Tenemos necesidad de sacerdotes santos y bien formados, que sean capaces de transmitir la herencia de la fe a las generaciones futuras. Este Año de la Fe debería ser, sobre todo, una oportunidad para renovar su compromiso de sacerdotes y profesores, que enseñan no sólo con la palabra, sino también con el ejemplo de su vida".
El nuncio apostólico concluyó su homilía dirigiéndose nuevamente a los seminaristas: "El Señor los llamó a ser sus discípulos. Él los ama tanto que les pide ser apóstoles, sus embajadores en el mundo. Pero amar y ser amados no es posible sin el sacrificio y la aceptación de la cruz. Para encontrar a Jesús Salvador, el leproso tuvo que dejar a sus compañeros que eran parte íntima de su pobre vida. También ustedes deben dejar sus familias, amigos y compañeros para ofrecer sus vidas al Señor. Por lo tanto deben renunciar a muchas cosas, pero ésta es la condición para tener una vida feliz y la paz interior. Rezo por ustedes, con la ayuda del Espíritu Santo, reciban la gracia y el coraje de abandonar todo para ganar todo. Así serán verdaderamente libres para hacerse todo en todos y un don de Dios para la humanidad".+
Texto completo de la homilía