Mons. Carrara: 'Educar para escuchar el dolor, el grito de la tierra y a los más pobres'
- 4 de marzo, 2025
- La Plata (Buenos Aires) (AICA)
El arzobispo de La Plata se refirió a la realidad de los barrios populares, la educación, la violencia y la pobreza. Advirtió sobre prejuicios y afirmó que hay que tender puentes de integración.

En una entrevista concedida al portal 90 Líneas, el arzobispo de La Plata, monseñor Gustavo Carrara, ahondó sobre diversos temas referidos a los barrios populares, entre ellos la educación y la violencia. También describió cómo encuentra la ciudad en la que vive desde que asumió como pastor arquidiocesano.
"La pobreza, los pobres, las villas, generan prejuicios y preconceptos en la gente. Suele escucharse con frecuencia: 'en las villas se crían y salen los chorros' o bien 'al que vive en una villa le gusta estar ahí, no lo sacás más'", planteó.
Para el arzobispo platense, estos prejuicios "de alguna manera nos condicionan y todos tenemos que revisarnos en eso, de ver que estoy ante un ser humano como yo".
"Si esa persona sufre no es solamente porque tiene una situación de pobreza socioeconómica, no es porque no quiso hacer otra cosa. Muchas veces arrancan con menos diez la carrera de la vida, por así decirlo, y los preconceptos levantan muros cuando nosotros tenemos que tratar de tender puentes", diferenció.
Carrara, quien además es presidente de Cáritas Argentina, realiza su trabajo pastoral en los barrios populares desde hace ya varios años, por ejemplo en el Bajo Flores porteño donde viven más de 50 mil familias o en Quilmes con más de 12 mil.
"Hay un anhelo en el corazón de los vecinos y vecinas de los barrios populares que lo refleja bien el Papa Francisco cuando habla de tierra, techo y trabajo, una tierra para trabajar, para construir un techo y cuidar una familia. Si uno mira a la Argentina en su totalidad, hay una mala distribución de la población en un territorio tan extenso", graficó y completó: "Además hay falta de orden y planificación estratégica, y de oportunidades en ciertas zonas del país que hace que la gente emigre hacia otros lugares buscando un futuro mejor para sus hijos. Todos ellos tienen el deseo de trabajar y de sacar a la familia adelante".
"Las familias de los barrios populares -señalo el pastor arquidiocesano- quieren vivir con dignidad, claramente; y bueno, han transformado muchos lugares para buscar ese progreso y no se han quedado sólo en la chapa, el nylon o el cartón, sino que cuando tienen la posibilidad pasan a hacer viviendas de material. Mi experiencia es que la gente de los barrios populares busca trabajar para dar de comer a sus hijos y, cuando ahorra, lo hace para mejorar la casa. No está en una posición de comodidad y por eso hay que tender puentes, ayudarlos".
La importancia de la integración
Carrara también habló sobre el concepto de integración. Al respecto señaló que los pobres "no sólo dan que pensar, sino que piensan. No sólo despiertan sentimientos de ayuda, de compasión o de rechazo, porque despiertan distintos sentimientos ¿verdad?, sino que también sienten".
"Los pobres no sólo padecen las injusticias, sino que muchas veces se organizan para buscar una solución a esas injusticias", destacó.
"El concepto de integración habla de tender puentes que van de un lado al otro y en el que uno también puede aprender y recibir. La Ciudad de Buenos Aires, pero también La Plata, tienen muchas herramientas, posibilidades para tender puentes, por ejemplo con el cordón de frutas y verduras, que puede permitir ayudar a la gente que no está en una posición cómoda", ejemplificó.
Monseñor Carrara señaló que, "a veces, las personas trabajan en condiciones de mucha indignidad. Entonces, hay situaciones laborales que son para prestar atención. No hay que perder de vista que los más pobres aportan la fuerza de su trabajo, por ejemplo en la construcción de las casas en las que vivimos, la atención de los adultos mayores o de los niños, muchas veces como personal en casas de familias o cuidando personas, están en los trabajos más humildes que generalmente nadie quiere hacer, y que hacen tanta falta para que una ciudad se mueva".
Aseguró que "la gente siempre quiere trabajar y necesita cobrar un sueldo digno. Suele escucharse que muchas personas no quieren trabajar, pero si está recibiendo un salario social complementario que son menos de 70.000 pesos, ¿quién puede afrontar un mes con 70.000 pesos? ¿O cuánto le podés exigir a una persona que trabaje por 70.000 pesos?".
"Por supuesto que soy arzobispo de todas las realidades. Hace poco encargué que me pasen un relevamiento realizado por el área de integración de barrios populares de Cáritas desde donde me acercaron un listado de seis páginas, con más de 250 villas donde no hay tenencia de la tierra o es precaria, donde la accesibilidad a servicios básicos es insuficiente, como puede ser el agua potable, la electricidad segura y las cloacas", puntualizó y agregó: "Todo eso también hace a la salud de la población que vive allí. Entonces empecé a conocer algunos de esos barrios, aunque recién estoy en una fase de escucha y conocimiento".
Con respecto a los más necesitados, agregó: "Puede haber políticas y gobiernos que apoyen más o menos a esos sectores. Pero yo quisiera ir a algo que mencionamos anteriormente, ir creciendo en una transformación de la mirada ¿no? Nosotros estamos ante seres humanos, no tenemos que perder la humanidad. El Registro Nacional de Barrios Populares, refleja que a nivel nacional hay más de 6.000 villas en la Argentina, estamos hablando de más de 5 millones de personas que viven en malas condiciones, más de la mitad niños, niñas y adolescentes".
"Hay una lógica -señaló- que he escuchado del desalojo o de las topadoras que no permite entender la realidad, porque ¿dónde ponemos 5 millones de personas? Esta mirada de erradicación violenta no es viable lógicamente; por eso se empezó a hablar de urbanización, o sea lo que la urbe le da al barrio popular para que las familias puedan vivir dignamente, agua potable, electricidad segura... Eso es un paso adelante. Es un concepto de integración sociourbana que, en parte, lo generó el equipo para villas".
El arzobispo platense se refirió también a la violencia que "atraviesa a nuestra sociedad desde el comienzo de los tiempos, ese hecho arquetípico de Caín y Abel que me tocó relatar en la misa por el Jubileo de la Educación, es donde empezó, no hablar un hermano con otro, terminó en un hecho violento".
"No estoy explicando todo desde ese lugar, pero estoy dando una pista. La violencia brota en algunos niveles por la descalificación del otro, la falta de escucha al otro, y vemos la violencia que se da, por ejemplo, a través de las redes, de los medios digitales, ahí también hay un nivel de violencia, que suele darse además en los medios periodísticos, entre los mismos periodistas ¿verdad?", prosiguió.
"Entonces -dijo- hay distintos niveles y formas. La violencia de los robos, la de no tener para comer, la inseguridad de no tener para mandar a un chico a la escuela, de no tener agua potable. Eso no es que genere violencia, sino que es violencia ya. O sea, que una persona no pueda cubrir sus necesidades básicas ya es violencia".
Trabajar por una educación abierta a la fraternidad
Finalmente, se refirió a la educación y aseguró que quienes realizan esta tarea llevan "esperanza, realmente, porque la educación transforma, abre horizontes, hace desplegar potencialidades que los más chicos tienen o que todos tenemos, descubre vocaciones y un sentido en la vida. La educación es transformadora", manifestó.
Carrara afirmó que "tenemos que trabajar por una educación que se abra a la fraternidad y a la amistad social, citando al Papa Francisco en Fratelli Tutti; una educación que escuche el dolor, el grito de la tierra y el de los más pobres, que sea cristiana y ayude a volver al corazón de Jesús y a los sentimientos de nuestro Salvador. Es algo que es característica de la educación cristiana, católica? Volver al corazón de Jesús".
Y concluyó: "La universidad tiene el acompañamiento de la Iglesia desde hace mucho tiempo, o sea que está metida en su historia. Por ejemplo tuvo incidencia en el comienzo de la UBA y también en la UNLP. La universidad tiene un potencial enorme de transformación, puede tender puentes y ayudar mucho a que la sociedad se transforme y así no pensar solo en el progreso o el sueño personal, que es necesario hacerlo, pero no cerrarse en eso. El joven universitario no debe cerrarse sobre sí mismo. Me gusta mucho escuchar cuando dicen 'quiero devolverle a la sociedad lo que la sociedad me dio a través de la universidad, ¿no?', y luego lo realizan, eso es muy lindo".+