Mons. Ojea: 'Mirarnos con humildad y reconocer también nuestros defectos'

  • 4 de marzo, 2025
  • Buenos Aires (AICA)
En su reflexión dominical, el obispo emérito de San Isidro animó a construir una comunidad de hermanos desde la verdad, la caridad y una humildad para con el prójimo.

El obispo emérito de San Isidro, monseñor Oscar Ojea, compartió su reflexión para el octavo domingo del tiempo durante el año.

El prelado inició recordando aquella pregunta de Jesús en el Evangelio: ¿Puede un ciego guiar a otro ciego?  Para corregir a un hermano es necesario ver, tener la mirada limpia. Tener la mirada limpia significa corregirlo con caridad, buscar solo el bien de él; no buscar tener razón, ni ganar una partida, ni imponerse sobre él; sino buscar su bien. Es la primera condición para poder corregir al hermano", señaló.

Recordó luego que la caridad "nos quita toda ceguera. Tengo que decirle esto nada más que por su bien, no tiene que haber otra motivación. La ceguera de la mirada se verifica en esa viga que tengo delante de mi ojo, que me hace ciego, que me tapa la mirada y, sin embargo, creo que estoy viendo la realidad cuando veo la pajita que hay en el ojo de mi hermano. Para nosotros mismos somos tan indulgentes y para los demás somos terribles, no les perdonamos nada; así es muy difícil construir puntos".

Monseñor Ojea se refirió también a la verdad: "No se puede falsear la verdad, no me puedo dirigir a mi prójimo basado en críticas, juicios que tantas veces se agrandan. Tenemos el enorme defecto de sacar las culpas afuera y hacer culpables a los demás. Para no ser ciego tenemos que tener la capacidad de mirarnos a nosotros mismos y es la tercera condición. Mirarnos con humildad y reconocer también nuestros defectos, nuestras imperfecciones y nuestros pecados".

Y continuó: "Decía un viejo refrán que debíamos tener un corazón de oro para Dios, un corazón de carne para con el hermano y un corazón exigente para con nosotros mismos. En el fondo nosotros hacemos al revés, tenemos un corazón tremendamente exigente para con los demás y un corazón de oro para nosotros mismos. En este sentido, tenemos que decir: 'Yo también soy pecador'; Y, con esta humildad que hace que me mire a mí mismo, voy a mi hermano y con sencillez le planteo lo que tengo que plantear".

Finalmente, pidió que el Señor "nos regale esta mirada para poder convivir, para no estar haciendo de la vida de relación con nuestros hermanos una crítica continua, un juicio continuo y nosotros quedamos fuera como los grandes paladines de la moral, de la sabiduría, de la verdad a quienes no se les puede contestar nada".

"No podemos construir una comunidad de esa manera; la comunidad se construye con caridad, con verdad, no con cualquier tipo de comentarios críticos al vacío. El Señor nos conceda practicarla para poder vivir una auténtica comunidad".+