Una vigilia de oración precedió la beatificación de Crescencia Pérez

  • 17 de noviembre, 2012
  • Buenos Aires (AICA)
Una vigilia de oración en la plaza principal de Pergamino, ante el templo parroquial de Nuestra Señora de la Merced, precedió en la noche del viernes la beatificación de la religiosa del Huerto María Crescencia Pérez, que se realizó el sábado. Una procesión de fieles con velas marchó a lo largo de varias cuadras desde el Hogar de Jesús, donde estudió siendo jovencita la religiosa, hasta la plaza de la Merced. La monja se convierte en la séptima de nacionalidad argentina en ser declarada beata. La ceremonia es la primera en territorio bonaerense y la segunda en el país, después de que Ceferino Namuncurá fue proclamado beato en la localidad rionegrina de Chimpay en 2007.
Una vigilia de oración en la plaza principal de Pergamino, ante el templo parroquial de Nuestra Señora de la Merced, precedió en la noche del viernes la beatificación de la religiosa del Huerto María Crescencia Pérez, que se realizó el sábado. Una procesión de fieles con velas marchó a lo largo de varias cuadras desde el Hogar de Jesús, donde estudió siendo jovencita la hermana María Crescencia, hasta la plaza de la Merced. Alrededor de esa plaza se encuentran el colegio de Nuestra Señora del Huerto, en cuya capilla (en esta ocasión iluminada con luces violetas) se encuentra el cadáver incorrupto de la nueva beata; las tradicionales sedes de la Municipalidad y del Club Social, amplias casonas de un clasicismo ecléctico de principios del siglo XX; varios altos edificios de departamentos, alguno de quince pisos, desde cuyos balcones había gente contemplando la ceremonia; la sede de la AFIP, una vieja estación de servicio convertida en un quiosco y hasta un local que alguna vez fue un banco y ahora lo ocupa la Iglesia Universal del Reino de Dios (ayer con muy pocas personas ante una plaza casi llena de vecinos o gente llegada para la beatificación). Unos 200 chicos y chicas con casacas amarillas hacían de voluntarios. Emilia Vecino, de 16, y Cecilia Marincovich, de 15, ambas alumnas del colegio del Huerto, contaron que todos los domingos tuvieron charlas en su escuela para prepararse a ayudar a la gente, servir, informar o estar atentas a lo que puedan facilitar. En el frente de la parroquia de la Merced se levantó un estrado, desde el cual dos sacerdotes animaban a la oración, los aplausos, la reflexión sobre la beatificación y el llamado de Dios a la santidad. Hubo cantos, música, bailes. El obispo de San Nicolás, monseñor Héctor Cardelli, dio la bienvenida a todos y animó a escuchar, como lo hacía María Crescencia, el mensaje de Jesús cuando invitó a sus discípulos a ir por el mundo y anunciar el Evangelio. "Les deseo de corazón, vivamente, que pasemos un momento de comunión, adelantando las alegrías de mañana", dijo el obispo. Durante el acto, estaban sentados a su lado el arzobispo de Córdoba, monseñor Carlos Ñáñez, y el padre Carlos Pérez, rector del santuario de María del Rosario de San Nicolás y sobrino de la religiosa que sería beatificada. Una a una fueron llegando banderas de los países presentes con delegaciones en la beatificación: entre otros, India, República Democrática del Congo, Estados Unidos, Italia, España, entre los más lejanos. Había, como es natural, muchos de América Latina. Especialmente numerosa era la delegación chilena, con 120 personas procedentes del colegio Nuestra Señora del Huerto de Quillota, a unos 30 kilómetros de Viña del Mar, donde durante unos años estuvieron enterrados los restos de María Crescencia, hasta su traslado a Pergamino hace unas décadas. Los chilenos agitaban banderitas con entusiasmo. Una banda de 45 jóvenes alumnos, varones y mujeres, de entre 8 y 17 años, de ese colegio chileno, marchó acompasadamente, ejecutando distintos himnos y melodías. Y un muchacho de 15 años, estudiante secundario, Luis Villalobos, pronunció una encendida pieza oratoria, que él mismo había preparado. Cada vez que se aproximaba el abanderado de alguna de las delegaciones, un pequeño coro, con guitarras y charangos, cantaba: "Bienvenidos a la casa de Crescencia, los que vienen en el nombre del Señor". Una religiosa de la India acercó un ejemplar de las Santas Escrituras y varias mujeres paraguayas, con vestidos típicos, cántaros con agua. Hubo bailes chilenos y paraguayos, y distintas canciones. Fue proyectado un video referido a la vida de María Crescencia, con frases suyas, como una que decía: "Los sufrimientos de esta vida no se pueden comparar con las alegrías del cielo". Más tarde, el arzobispo de Córdoba, monseñor Carlos Ñánez, trazó un perfil espiritual de la religiosa del Huerto que la Iglesia eleva a los altares. Hubo también un momento de oración en silencio ante el Santísimo Sacramento que fue trasladado desde una capilla hacia el final del acto y expuesto en el estrado delante de la iglesia. La celebración se extendía hasta la medianoche. Por carteles u otros indicios, se advertía la presencia de gente de Rosario, Córdoba, Salta, Buenos Aires, y otros puntos del país. Había también un camarógrafo de televisión y un fotógrafo enviados por la diócesis de Chiavari, Italia, donde San Antonio María Gianelli fundó la congregación de las hermanas de María Santísima del Huerto, en la cual entregó su vida al servicio de Dios la ahora proclamada beata María Crescencia Pérez. (Jorge Rouillon)