Mons. Castagna: 'La gracia está al servicio de la libertad'
- 15 de noviembre, 2024
- Corrientes (AICA)
El arzobispo emérito de Corrientes consideró que es el momento de situar a Cristo en el centro de una existencia que intenta calificarse "cristiana".
Monseñor Domingo Castagna, arzobispo emérito de Corrientes, aseguró que "es el momento de situar a Cristo en el centro de una existencia que intenta calificarse "cristiana".
"¿Por qué el centro? Porque, como Dios que es, se constituye en el absoluto del hombre y Señor de la historia. La referencia a la centralidad de Cristo, responde a la verdad", sostuvo.
"Su intervención, ante la hecatombe producida por el pecado de Adán, no constituye una invasión, al contrario. El estilo misionero de los apóstoles es un llamado a la libertad, no un atentado contra ella", explicó.
El arzobispo advirtió que "cuando en nombre de Dios se llega a la destrucción, de los considerados 'infieles', se peca contra la obra de Dios".
"El método evangelizador de Cristo y de los apóstoles y, por ende, de la misma Iglesia, rechaza imponer violentamente la Verdad. La gracia de Cristo está al servicio de la libertad, para sanearla", concluyó.
Texto de la sugerencia
1. El mundo necesita estremecerse. El panorama apocalíptico descrito dramáticamente por Jesús, debe ser leído en el contexto cultural de su pueblo y de su época. De todas formas la verdad cobra actualidad, como respuesta de la Iglesia al mundo y sus circunstancias. Al encarnarse en las vidas de sus creyentes, no deja indiferentes a quienes huyen de ella, atacándola y persiguiéndola. Es la hora en que la santidad de los cristianos gravite en los espacios principales que definen a la sociedad actual. La fe y la santidad son contagiosas, requieren un contacto directo y explícito con la Palabra. La visión realista, que transmiten las enseñanzas de Jesús, estremece pero no asusta. El mundo necesita "estremecerse", para reorientar su vida en base a la verdad. Cristo es la Verdad y la transmite, sin deformaciones oportunistas y aletargantes, como lo pretende el mundo. Es preciso, como el mismo Jesús lo dice, que estemos alertas y bien dispuestos para una respuesta honesta e inmediata. Todo tiempo es propicio, son las personas quienes lo pierden de manera irresponsable. No tenemos otro tiempo que el actual, como no disponemos de otra ocasión. Perdida o mal administrada, nos urge que ahora la aprovechemos. Mientras tanto, la fidelidad rehecha hoy, absuelve las infidelidades de ayer. Mientras hay tiempo, hay esperanza de oportunas correcciones, hasta la perfección o la santidad. Jesús viene en busca de la oveja perdida y, con su muerte en Cruz, la recupera, por más extraviada que se encuentre. Hasta el último instante de la vida terrestre, subsiste la posibilidad de una total reintegración a la Casa familiar, inexplicablemente abandonada. Cada pecado es un abandono de la Casa paterna y, las faltas más leves, constituyen, un alejamiento o peligroso debilitamiento de la fe. Es preciso que no dejemos de examinar nuestra conciencia para medir la coherencia entre la fe y nuestra vida. La Iglesia nos ofrece esa posibilidad cuando nos propone la lectura piadosa de los diversos textos bíblicos. Es allí donde hallamos la saludable confrontación de la Palabra con nuestro comportamiento actual.
2. El pecado es un mal uso de la libertad. El panorama que Jesús despliega ante sus discípulos es atemorizante. La inconciencia que rige hoy la vida del mundo, necesita ese sacudón. La Iglesia no asusta a nadie, simplemente advierte del peligro que amenaza a los irresponsables. Dios es tan respetuoso de la libertad humana que no evita la loca decisión -de los hombres- de arrojarse al abismo. El mal es consecuencia de una mala opción. El pecado es fruto del mal uso de la libertad. Dios no quita el don de la libertad a quienes lo mal usan. Perdona al pecador arrepentido, dispuesto, en virtud de la conversión, a cambiar la mala opción por la buena. El ministerio de Jesús, y de sus apóstoles, es inspirar y acompañar el tránsito del pecado a la gracia, de los ídolos a Dios. Jesús lo repite para quienes quieran escucharlo: "Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan" (Lucas 5, 32). Los apóstoles progresan en la comprensión de la misión de su Maestro, de quien la heredan legítimamente: "Como mi Padre me envió yo los envío a ustedes" (Juan 20, 21). El propósito de Jesús es la conversión de los pecadores. Todos los hombres y mujeres, por causa del pecado original, son considerados "pecadores". Los pecados personales y sociales constituyen la consecuencia del primer pecado. El Bautismo elimina el pecado original pero deja frágil la carne para una ulterior etapa de purificación. El bautizado es quien, por la gracia de Cristo, progresa hacia la perfecta caridad o santidad, mediante una vida virtuosa. No es entendido así el Bautismo. Se lo considera un rito humanizador, más que una "forma de vida". Por ello se le atribuye un valor cultural, que caracteriza a sectores amplios de la sociedad actual, pero que no gravita en el pensamiento, en las leyes y en las costumbres. La práctica de la fe se orienta a la coherencia, entre la fe y la cultura de los pueblos evangelizados. Nuestro aporte de cristianos es manifestar la obra de santificación que el Espíritu Santo está cumpliendo. El endurecimiento que causa el pecado espera el impacto espiritual que lo resquebraje. El testimonio de la santidad es el ofrecimiento que los bautizados deben interponer entre sus coetáneos, para que Cristo les revele su poder redentor.
3. Cristo ejerce su autoridad, dando la vida por sus gobernados. El resquebrajamiento, que causa la Palabra encarnada, constituye una terapia que sana. El realismo manifestado en las expresiones apocalípticas de Cristo desvela el final de los tiempos. Es éste casi la conclusión del año litúrgico 2024. Dentro de quince días iniciaremos, con el primer domingo de Adviento, un nuevo año. Tiempo propicio para evaluar el pasado año y para iniciar uno nuevo. Será un tiempo para recordar que el Hijo de Dios tomará posesión de su Reino: "Y se verá al Hijo del hombre venir sobre las nubes, lleno de poder y de gloria" (Marcos 13, 26). Muy lejos del espíritu triunfalista de los Emperadores Romanos y de sus históricos imitadores. Cristo es el Señor por derecho propio y ejerce su gobierno en el servicio humilde y, como Pastor que es, da su vida por sus gobernados. Necesitamos contemplarlo como es, no como las diversas expresiones ideológicas pretenden presentarlo. El mundo, que se ufana en presentar una pretendida áurea de poder -que falsifica el auténtico poder- insiste en imponer, en términos absolutos, su proyecto. Nadie parece tolerar un auto examen, que cuestione los viejos esquemas del poder. Pero es preciso lograrlo, también en lo interior de la institución eclesial. El Evangelio requiere encarnarse en quienes tienen la misión de presentarlo hoy al mundo. Son inseparables: la Palabra encarnada y su presentación a quienes está destinada. Todos, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, son sus destinatarios. Como don gratuito, nunca es merecida. Produce un gran alivio que la Palabra provenga exclusivamente de Cristo, ya que "es Dios". Lo que procede de Dios es, siempre don gratuito -"es gracia"- que por la infinita generosidad divina es ofrecido a todo hombre. Es como recibir una herencia merecida por Quien, siendo Dios, se hace hombre para hacernos partícipes de ella. El año está declinando y la alborada del 2025 nos permite observar ya su fulgor. Depende de cada uno que sea una página mejor redactada que la anterior. Atentos a la Palabra eterna, nos aseguramos que -obedeciéndola- llenemos sus espacios con mayor prolijidad. La fe, que nos revela la voluntad de Dios, requiere de nosotros el compromiso a ser fieles. La gracia nos impulsa a vivir en fidelidad a Dios, superando las innumerables tentaciones del desierto. Para ello, se nos exhorta a desoír las propuestas seductoras de un mundo derrumbado (sin rumbo), aferrado a estándares acordados por sus principales conductores, sin referencia a Dios. Es el momento de situar a Cristo en el centro de una existencia que intenta calificarse "cristiana".
4.- La gracia está al servicio de la libertad. ¿Por qué el centro? Porque, como Dios que es, se constituye en el absoluto del hombre y "Señor de la historia". La referencia a la centralidad de Cristo, responde a la verdad. Su intervención, ante la hecatombe producida por el pecado de Adán, no constituye una invasión, al contrario. El estilo misionero de los apóstoles es un llamado a la libertad, no un atentado contra ella. Cuando en nombre de Dios se llega a la destrucción, de los considerados "infieles", se peca contra la obra de Dios. En algunos pueblos y épocas se han producido esos incalificables abusos. La llamada "guerra santa" es una aberración, opuesta a la esencia misma del Evangelio. El método evangelizador de Cristo y de los apóstoles y, por ende, de la misma Iglesia, rechaza imponer violentamente la Verdad. La gracia de Cristo está al servicio de la libertad, para saneada. Los grandes misioneros, como Santo Domingo de Guzmán, en la justa de la controversia apologética, empleaban el método de la convicción, con el aval testimonial de la santidad. Jesús, prefiere dejarse matar, que matar. Será así siempre, y el celo por evangelizar no se vale de formas persecutorias o dictatoriales. La propiciación del diálogo incluye la exposición honesta de la Verdad y el testimonio de la santidad de quienes la exponen.+