Card. Rossi animó a preguntarse: '¿Quién somos ante los niños de hoy?'

  • 24 de septiembre, 2024
  • Córdoba (AICA)
El arzobispo de Córdoba destacó que, "cuando los más pequeños son recibidos, amados, custodiados, tutelados, la familia está sana, la sociedad mejora, el mundo es más humano".

El arzobispo de Córdoba, cardenal Ángel Rossi SJ, presidió la misa dominical en la catedral Nuestra Señora de la Asunción. En su homilía, señaló que "la bondad es muy molesta, su presencia, su palabra es motivo de incomodidad para el que pretende tener campo libre para las operaciones, digamos así, 'no transparentes'".

Así, "el testimonio de los buenos se convierte en un acto de acusación contra las maquinaciones y las complicidades de un poder que no tolera contestación; el justo, el bueno, muestra con su suavidad su fortaleza interior. La mansedumbre, dice allí Santiago, es pura, es amante de la paz, es comprensiva, es dócil, es llena de misericordia y de buenas obras, es constante, es sincera,", enumeró, haciendo alusión a la segunda lectura.

"Los mansos son como la orilla de un río donde uno tiene deseos de sentarse y tomarse un respiro, los buenos están rodeados de gente necesitada que pide ayuda, y los niños se le acercan a los buenos porque en esos brazos son bien recibidos", resumió, y destacó que "cuando los niños son recibidos, amados, custodiados, tutelados, la familia está sana, la sociedad mejora, el mundo es más humano".

En referencia a la realidad de los niños en el país, recordó el caso de Loan, "que ya quedó casi en el olvido", y denunció la situación de "nuestros jóvenes maltratados y manoseados, a veces disfrazado de entretenimiento y de cuidado con esto de la apuesta, de los juegos, donde el título de entretenimiento está encubriendo un negociado".

Pasando al texto evangélico, indicó: "Queda muy claro que en la comunidad existen rivalidades, competencias, celos, voluntad de destacarse para llegar a ser el más importante", pero aseguró que, "si vivimos el Evangelio en serio, preferiríamos mil veces quedar marginados de la realidad antes que soltarnos de la cruz. Este es un mandamiento claro y lapidario para la comunidad y para la Iglesia: que el primero sea el último y el servidor de todos".

Por eso, describió el signo que distingue a un servidor: "es quien acoge, quien sabe abrazar a aquellos que no son tenidos en cuenta en una determinada sociedad".

"Se muestra servidor aquel que sabe cómo recibir, cómo cuidar a los pequeños, a los pobres, y solo alguien así debe ocupar el primer puesto. De lo contrario, terminará por seguir el modelo de las autoridades de este mundo, que tienen miedo de preguntarle a Jesús qué es este asunto de la cruz, para los que lo único que cuenta es el éxito propio", advirtió.

"En definitiva, el test decisivo de quién es el más grande es ponerse en el último lugar, el servicio. Y lo otro es acoger al niño, al no considerado en nuestro mundo", puntualizó, y lamentó que "todavía por desgracia hay tantos niños en condiciones inhumanas que viven al margen de la sociedad, en las periferias de las grandes ciudades, en las zonas rurales; todavía hay muchos niños que son explotados, utilizados para beneficio del propio bolsillo, maltratados, esclavizados, objeto de violencia y de tráfico ilícito".

"De todo esto nos avergonzamos hoy delante del Dios que se hace niño, y nos preguntamos quién somos ante los niños de hoy: ¿somos como María y José que reciben a Jesús y lo cuidan con amor materno y paterno, o somos como Herodes que desea eliminarlos?", concluyó.+