Los estigmas de San Francisco cumplen 800 años

  • 18 de septiembre, 2024
  • Roma (Italia) (AICA)
Un 17 de septiembre de 1224, San Francisco de Asís recibió en el Alverna (Arezzo, en la Toscana) los estigmas de las cinco llagas de Cristo en la Cruz.

Los franciscanos de todo el mundo celebraron ayer, 17 de septiembre, los 800 años de los estigmas de San Francisco de Asís, el primer santo del que se tiene registro con este don en la historia de la Iglesia Católica.

Fue el 17 de septiembre de 1224, y con ese motivo 120 franciscanos se congregaron allí para un Calvario Franciscano que incluyó en la víspera, el lunes por la noche, una peregrinación al santuario conducida por el obispo de Arezzo-Cortona-Sansepolcro, monseñor Andrea Migliavacca, y la celebración de una misa presidida por fray Massimo Fusarelli, ministro general de los frailes menores.

Tras una vigilia de oración toda la noche, el martes 17 se celebró una misa y procesión hasta la Capilla de los Estigmas, seguida de una bendición al mundo con la reliquia de la sangre del Poverello.

Se unieron a esta celebración numerosas comunidades y parroquias franciscanas en todo el mundo, que realizaron diversas actividades para conmemorar los 8 siglos de los estigmas de su fundador, con paz y bien.

Carta del ministro general y el Definitorio general
Con motivo de esta celebración, ministro general, fray Massimo Fusarelli y el Definitorio General de la Orden de los Frailes Menores dirigieron un mensaje a toda la familia franciscana.

En primer lugar recuerdan en su mensaje que "fue precisamente hace ochocientos años cuando Francisco subió al Alverna para vivir un período de retiro y oración -una "Cuaresma", como él decía- entre aquellos bosques y rocas, desde la fiesta de la Asunción de María hasta la fiesta de San Miguel Arcángel", de ahí que cuestionan en el texto: ¿Cuáles son los momentos a los cuales dedico un tiempo privilegiado o incluso exclusivo a la oración, al retiro, a aislarme un poco de los compromisos y contactos,  para dedicarme "exclusivamente" a Dios?"

"Estamos invitados, escriben, a comparar esta respuesta con el modelo que nos ofrece Francisco, subiendo al Alverna para la "Cuaresma de San Miguel", haciendo hincapié en que el Francisco "que sube al Alverna", es un Francisco "cansado y sufriente, que ha experimentado la dificultad de relacionarse con los hermanos y es consciente de su fragilidad: en ese momento de retiro él lleva consigo toda esta experiencia y la pone en las manos del Señor".

"¿No debemos hacer lo mismo, llevando nuestra vida en la oración y confiándola al Señor, con sus fragilidades y alegrías, con las dificultades que experimentamos en la fraternidad y en los trabajos de la misión?", se preguntan los frailes en su mensaje.

Una mirada de misericordia
"A veces nos preguntamos ?sigue el mensaje- sobre qué debemos meditar: Francisco nos enseña que el primer material para la oración es nuestra vida, con todos sus aspectos, para ponerla bajo la mirada misericordiosa del Señor, que nos recibe y nos cura".

Y añaden: "Francisco en el Alverna se expone, con sus alegrías y debilidades, a la mirada del Crucificado Resucitado y en esta relación sincera "algo" sucede: Cristo actúa y su mensaje es "Yo estoy contigo". Los estigmas son el signo exigente de esta cercanía de Jesús con Francisco, son la "demostración de la sabiduría cristiana esculpida en el polvo de la carne de Francisco", tal como lo diría Buenaventura".

En su mensaje el maestro general subraya que así como el encuentro con Cristo transformó a Francisco, "el verdadero encuentro con el Cristo crucificado y resucitado actúa también en nosotros, al igual que en Francisco, y nos lleva a reconocer a los estigmatizados de nuestro tiempo, a los que hay que acercarse, consolar y cuidar, del mismo modo que nos invita a mirar el cosmos, en el que hoy reconocemos un trabajo de muerte y de vida: un cosmos que lleva los estigmas de la explotación violenta, pero que sigue revelando la fuerza de la vida, impresa por el Creador".

De ahí que "cada uno de nosotros está invitado a dar un nombre a estos estigmas de nuestra historia y a reconocer los signos de muerte y de vida en la creación, que reclaman nuestro compromiso: que el Señor imprima también en nosotros, en nuestros corazones, manos y pies la disponibilidad para reconocer las llamadas concretas a trabajar por su Reino".

"Agradecemos a Dios el gran don que nos ha hecho en Francisco, hombre transformado por el Espíritu, y les deseamos de corazón que vivan la fiesta de nuestro Seráfico Padre con alegría y con gracia renovada de ser, como él, testigos del misterio del Señor Crucificado y Resucitado", concluye el mensaje.+