Recordaron a la hermana Elena Lugo, de Schoenstatt

  • 6 de septiembre, 2024
  • Buenos Aires (AICA)
Considerada una autoridad en materia bioética, se rogó por su eterno descanso en una misa que ofició monseñor Alberto Bochatey, secretario general del Episcopado, en la capilla del sanatorio Mater Dei

Monseñor Alberto Bochatey OSA, administrador apostólico de la arquidiócesis de La Plata y secretario general de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), celebró una misa por el eterno descanso de la doctora Elena Lugo, hermana del Instituto Secular de las Hermanas de María de Schoenstatt, el miércoles 4 de septiembre en la capilla del sanatorio Mater Dei.

Participó la superiora general de ese instituto, autoridad mundial de esa rama del movimiento de Schoenstatt, la hermana Joanna Buckley, norteamericana, quien dijo que tenía 20 años y era novicia cuando conoció a la hermana Lugo, que era puertorriqueña.

Estaba totalmente cobijada en Dios, dijo, en lo sobrenatural, y era plenamente humana. Señaló que no ha conocido una religiosa con un vuelo intelectual tan alto y que era, al mismo tiempo, 100% hermana de Schoenstatt. "Para mí es un regalo estar con ustedes", agregó, y agradeció la acogida que brindaron a la hermana recordada en sus años en la Argentina (donde residía la mayor parte del año durante más de dos décadas).

La invitación a la misa decía: "Damos gracias a Dios por el generoso servicio que la hermana María Elena Lugo ha prestado a nuestra comunidad en la Argentina, Paraguay y Uruguay a lo largo de 25 años, con sus conferencias y aportes en el ámbito de la Bioética tanto a nivel pastoral como académico".

Doctorada en Filosofía Contemporánea en la Universidad de Georgetown, Washington, Estados Unidos, y nombrada en 2001 integrante de la Pontificia Academia para la Vida por el papa san Juan Pablo II, la hermana Lugo era reconocida por su altísimo nivel académico en bioética y organizó 16 jornadas anuales en el santuario de Schoenstatt en Florencio Varela, a las que concurrían centenares de médicos, psicólogos, asistentes sanitarios y público en general. Era profesora de Filosofía en la Universidad de Puerto Rico en Mayagüez cuando inició su postulantado en Schoenstatt, a sus 37 años.

Antes de la misa, una religiosa leyó una breve semblanza. "Su vida nos deja el mensaje de una persona consagrada a Dios, muy capaz, pero también muy cercana a la vida. Su amor a María atravesó su vivencia personal y su enseñanza en todos los niveles", vinculando la naturaleza y la Gracia, "con un fundamento filosófico, basado en el orden del ser, y un fundamento antropomórfico, teniendo a María Inmaculada como modelo". Se mencionó su impresionante actividad, que incluyó más de 700 conferencias en casi todos los países de América y varios de Europa, y la ética organizacional del Mater Dei y otras instituciones. 


Humildad, ofrenda, no imposición
Concluida la misa, evocaron su personalidad varias personas que trabajaron cerca de ella, que la conocieron, apreciaron y quisieron mucho; en un ambiente de familia, todos los presentes la recordaban con cariño, con sonrisas, valorando su potencia intelectual y su gran corazón. "A muchos les hizo sentir que eran importantes, se sintieron escuchados y valorados", se había leído antes de empezar la celebración.

El doctor Lorenzo García Samartino, médico psiquiatra, que colaboró siempre en esas jornadas, recordó: "Conocí a la hermana Lugo en una conferencia que dictó en la Universidad Católica Argentina (UCA) a fines de 1999. Me sorprendió su manera de enfocar el tema. Fundamentaba las cuestiones en la realidad y en la verdad. No solo no hacía apología del deber ser, señalando el error de otros modelos, sino que presentaba sus consideraciones con preciso lenguaje académico, matizado con una fina simpatía de dama con acento portorriqueño que hacía amena y empática su propuesta".

"Tuve la oportunidad de verla moverse como miembro de su comunidad, como académica y como mujer de fe -dijo después-. La humildad era una constante. Se ponía de relieve cuando hablaba con sus pares académicos con respeto y atenta escucha, siempre en busca de la parte de verdad que había en sus argumentos, proponiendo el suyo como una ofrenda, nunca como imposición.

"Fui testigo del respeto, reconocimiento y agradecimiento hacia los que la ayudaron, alentaron o le ofrecieron su amistad o la invitaron a participar, merecidamente, de ámbitos académicos de prestigio. Me vienen a la mente verla conversar con el doctor Hugo Obiglio o con el doctor Vicente Gutiérrez. Verlos dialogar era un programa aparte, ella los escuchaba con el respeto de una alumna y ellos le manifestaban la estima que se tiene por una maestra. Eran diálogos entre humildes buscadores de la verdad".

El doctor Vicente Gutiérrez Maxwell fue presidente de la Academia Nacional de Medicina; tiene casi siete décadas de ejercicio de la medicina y se encontraba presente en el acto. Es miembro de la Comisión de Bioética Padre José Kentenich. 


Bioética personalista
García Samartino destacó que la hermana era integrante la Pontificia Academia por la Vida y pudo establecer un vínculo de confianza con su secretario, monseñor Elio Sgreccia, "a tal punto que logró que en uno de sus viajes participara en una jornada" que ella organizó.

El orador subrayó el modelo filosófico en el que "ella engarzó el aporte de Schoenstatt en la Bioética Personalista, que denominó Personalismo Orgánico. Su centro es la Inmaculada, en la que vio el punto clave para resolver los dilemas bioéticos. La Inmaculada siempre estaba presente, implícita o explícitamente en sus conferencias, no como un comodín, sino como la piedra angular para la resolución de los mencionados conflictos".

El matrimonio de Marina y Hernán Schulz (de la Federación de Familias, coordinadores de la Liga Pareja a Pareja) dio su testimonio. Les sorprendía que una gran filósofa, que se movía en altas esferas intelectuales, era muy humana. "Siempre preguntaba por nuestros hijos, por nuestra perra Lolita". Destacaron su amor por la Mater (denominación con que en Schoenstatt tratan cariñosamente a la Virgen María) y cómo hacía fácil entender la verdad que amaba y que trataba de transmitir. 

Disponibilidad y humildad
A su vez, el doctor Christian García Roig, médico pediatra y actual coordinador del comité de ética asistencial del sanatorio Mater Dei, subrayó la disponibilidad de la hermana para responder ante cualquier problema complejo "que tenemos a diario en el sanatorio". 

Destacó el valor de tener a mano a una persona de su nivel académico y generosidad, que tenía el don de explicar lo más difícil y hacerlo fácil a la mayoría de las personas. Y mencionó la humildad de alguien de "sus quilates científicos".

En la homilía, monseñor Bochatey recordó su devoción a la Inmaculada, su aporte a la bioética, su especial cuidado a los enfermos, que entendía como una obligación moral grave. El obispo fue director del Instituto de Bioética de la UCA y recordó afanes compartidos durante años con la hermana Elena. Elogió su amor por la verdad, su generosidad, su respeto por la dignidad de las personas. Y al señalar los abundantes frutos de su labor, estimó que partió con el deber cumplido. 

Asistentes 
Con sus hábitos azules, una docena de hermanas de Schoenstatt participó en la ceremonia, junto con su superiora provincial, la hermana Cecilia María Flecha Cosp. Entre otras personas, asistieron también el doctor Enrique Camerlich, director del Sanatorio Mater Dei; el matrimonio Silvina y Raúl Viñas, miembros de la Comisión de Bioética Padre Kentenich y actuales jefes internacionales de la Federación de Familias de Schoenstatt; el vicepresidente del Consorcio de Médicos Católicos, doctor Fabián Romano, y el doctor Siro De Martini, especialista en Filosofía del Derecho y Bioderecho, miembro de número de la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales. 

Aunque es norteamericana, tras un breve saludo en castellano, la hermana Buckley se expresó no en inglés, sino en alemán, por contar con otra religiosa que podía traducir bien ese idioma, el propio del Fundador de Schoenstatt, el padre José Kentenich (1885-1968), sacerdote alemán en proceso de beatificación. Precisamente, en la oración de los fieles, al tiempo que se rogó por el Santo Padre Francisco en su viaje apostólico a Asia, se pidió "para que la causa del padre José Kentenich signifique una profundización en su carisma que haga posible el reconocimiento de su santidad". + (Jorge Rouillon)