Catamarca: el grupo Esperanza Viva compartió su experiencia contra las drogas
- 31 de octubre, 2012
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San Fernando del Valle de Catamarca (AICA)
El Grupo Esperanza Viva, dedicado a asistir a las personas con problemas de adicciones a través de la convivencia comunitaria en fazendas, compartió su experiencia en la capital catamarqueña, donde fue recibido en la parroquia Santa Rosa de Lima. Miembros de la entidad compartieron su testimonio con jóvenes y adultos afectados por el flagelo de las drogas.
El Grupo Esperanza Viva, que se dedica a la asistencia de personas con problemas de adicciones a través de la convivencia comunitaria en fazendas, desembarcó en la provincia de Catamarca y fue recibido en la parroquia Santa Rosa de Lima, de la ciudad capital, donde miembros de la entidad compartieron su testimonio con jóvenes y adultos afectados por el flagelo de las drogas.
Al finalizar la misa de las 20, el párroco anfitrión, presbítero Antonio Bulacio, agradeció a todos los presentes por apoyar este nuevo proyecto pastoral en la diócesis y en forma particular en la comunidad parroquial. Destacó la presencia de los integrantes de la fazenda de la ciudad de Aguilares, Tucumán, quienes compartieron su testimonio con los presentes.
Testimonio de vida
Mario, un joven paraguayo que está en la fazenda desde hace 4 años, manifestó la alegría de ver concretada en Catamarca "esta gran aventura de caminar como familia, de la mano de Jesús, en la rehabilitación de tantos niños, jóvenes y no adultos acechados por las drogas".
Acompañado por su familia, un joven catamarqueño brindó un emotivo testimonio: "Desde los 12 años comencé a drogarme con marihuana a la salida de la escuela, y lo que había comenzado como una curiosidad pronto se convirtió en una necesidad de consumir otras sustancias; éstas me llevaron a ser violento con mis padres y delinquir sin sentir culpa alguna, ya que consideraba que el daño sólo me lo hacía a mí".
"Un día me llevaron a la Fazenda en Tucumán ?relató el joven-. Me costó adaptarme porque era muy bromista, nada era importante para mí. La paciencia y el cariño de todos los que viven en la granja y la lectura de la Biblia me llevaron a descubrir la presencia de Dios en mi vida".
"Estoy comenzando a valorar el amor de mi familia y la convivencia con todos los que vivimos en la Fazenda; y todos los días le pido a Dios que aumente mi fe", confesó el muchacho.
También compartieron sus experiencias integrantes "externos" del grupo: un matrimonio compartió la experiencia de una hermana en la Fazenda que hay en Paraguay, una joven docente y un médico coincidieron en que ingresar al grupo para ayudar a sus propias familias les cambió la vida, la manera de buscar un camino de comprensión y ayuda para todos.
La oración, pilar fundamental
La jornada concluyó con un mensaje del presbítero Julio Ávalos, asesor de la Pastoral de Adicciones en la diócesis de Catamarca, quien dijo que "este caminar del grupo Esperanza Viva en Catamarca está en la etapa de la prevención, que debe ser llevada a cabo en unión con todos los organismos para evitar que niños, jóvenes y adultos caigan en las diferentes adicciones" rescató el sacerdote, quien aseguró que "lo primero que tenemos que hacer es rezar, porque la oración tiene un poder incalculable".
Luego, expresó que en medio de "la cultura de la muerte, que avanza en tantos barrios de nuestra provincia, y que creemos que no la podemos parar, no debemos perder de vista que Cristo es Vida, Camino y Amor".
"Otro camino fundamental es la actitud de escucha, principalmente en el seno de las familias, de modo que prevengamos, ayudemos y curemos en familia", añadió el presbítero.
El grupo
Esperanza Viva es un grupo de autoayuda ligado a la Fazenda da Esperança. Trabaja en el acompañamiento de familias y de jóvenes que precisan ayuda para enfrentar el problema de las drogas. Puede participar cualquier persona con el deseo de vivir experiencias relacionadas con el Evangelio. No hay restricción de edad, religión, condición social, profesión o estudio.
La Fazenda da Esperança recibe personas de entre 15 y 45 años de edad y les propicia morada, alimentación y otras necesidades básicas "para que continúen firmes en su camino rumbo a su retorno a la vida", según se desprende de su sitio oficial.
La organización de las casas se basa en la vida comunitaria de las familias, a fin de provocar cambios de valores morales y principios. Toda la convivencia está apoyada en las Sagradas Escrituras, y también se sustenta en el carisma de la unidad de Chiara Lubich, fundadora del movimiento de los focolares.