Mons. Ojea invita a vivir la fe cristiana como 'una verdadera misión'
- 7 de abril, 2024
- Buenos Aires (AICA)
En su reflexión semanal, el presidente del Episcopado animó a hacerlo dando "testimonio de la misericordia con que el Señor nos ha amado y nos ha perdonado".
El presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor Oscar Ojea, recordó que, en este domingo de la octava de Pascua, Jesús resucitado se presenta en el Cenáculo con sus llagas, con las marcas de sus clavos en las manos.
“Se presenta a sus discípulos, escondidos por miedo; Él viene de la Pascua, viene de transitar todo, el gran combate, y el Señor lo ha resucitado de entre los muertos. Los apóstoles están llenos de miedo, vienen del temor; no estaba con ellos Tomás, llamado ´el mellizo´”, graficó en su reflexión semanal.
“En realidad, todos somos mellizos de Tomás, ¡todos nos parecemos tanto a él!; nos sentimos tan identificados con él tantas veces. ‘Si no veo, no creo; si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y no pongo mi mano en su costado, no voy a creer’. No cree en el testimonio de los apóstoles, tampoco. Nosotros nos parecemos tanto a él”.
El obispo de San Isidro describió al apóstol Tomás como “un hombre que, en circunstancias determinadas, se ha dejado llevar por impulsos, se ha dejado llevar por el entusiasmo; ahora lo visitan el desaliento, la incertidumbre, la oscuridad, la duda”.
“¡Nos parecemos tanto a él!, ¡cómo nos cuesta creer! Nuestra fe tiene siempre como el rescoldo de la incredulidad, en el fondo de nuestra fe, siempre hay algo de incredulidad”, agregó.
“El Señor vuelve ocho días después. El Señor vuelve a hacerse presente, a abrir nuestro corazón de tantos miedos; vuelve a presentarse ante la cerrazón de Tomás. El Señor vuelve, paciente y misericordioso, se hace más cercano que antes todavía; lo invita a tocar, a palpar para que pueda llegar a la fe, y Tomás trasciende lo que toca, y lo llama: ‘Señor mío y Dios mío’”, destacó.
Monseñor Ojea señaló "esta experiencia profunda, de cercanía, que tiene Tomás al ser visitado por la presencia de Jesús resucitado con sus llagas; podía haber estado sin ellas, pero Él quiere mostrarle aquellas llagas que son las cicatrices de su lucha, de haber compartido con nosotros las heridas y de haber curado nuestras heridas; es la experiencia de la Misericordia del Corazón de Jesús”.
“Tomás no puede tocar esa realidad, por eso con él nos sentimos enviados: ‘Así como el Padre me envió, Yo también los envío a ustedes’. Todos los cristianos somos enviados, pero somos enviados por la misericordia de Dios, por haber experimentado la cercanía del corazón misericordioso de Jesús, que ha abierto todos nuestros miedos, que ha abierto de verdad nuestro corazón, que nos ha sacado de esa cerrazón después de la muerte de Jesús”, añadió.
Hacía el final de su reflexión para el segundo domingo de Pascua, el obispo sanisidrense animó: “Que el Señor haga, a través de ese corazón inmenso de Jesús resucitado, que podamos sentirnos enviados en misión a todos los hermanos; que cada uno pueda reconocer aquello singular que tiene la misión de cada cristiano. ‘Así como el Padre me envió, Yo también los envío a ustedes’, dice Jesús. Y sopló sobre ellos y nos regaló el Espíritu”.
“Que podamos cumplir y vivir nuestra fe cristiana, como una verdadera misión que dé testimonio de la misericordia con que el Señor nos ha amado y nos ha perdonado”, concluyó.+