La comunidad paraguaya honró a la Virgen de Caacupé

  • 9 de diciembre, 2022
  • Buenos Aires (AICA)
El obispo auxiliar de Buenos Aires, José María Baliña, presidió la celebración central en la parroquia Nuestra Señora de Caacupé, en el barrio porteño de Caballito

La comunidad paraguaya honró a su patrona, la Virgen de Caacupé, en su día, el 8 de diciembre, solemnidad de la Inmaculada Concepción de María, participando con fervor en misas, cantos y una procesión en la parroquia santuario Nuestra Señora de Caacupé, avenida Rivadavia 4879, en el barrio porteño de Caballito.

“¿Qué causa tanta alegría’”, preguntó el obispo auxiliar de Buenos Aires y vicario de la zona centro, monseñor José María Baliña, al comenzar la misa de las 17.30, una de las seis que se oficiaron durante el día, todas con el templo lleno. Y se contestó: “La concepción de María”.

Concelebraron con él esa misa el obispo emérito de San Juan Bautista de Misiones (Paraguay), monseñor Mario Melanio Medina, enviado especialmente por la Conferencia Episcopal Paraguaya, y los sacerdotes paraguayos residentes en la Argentina Ricardo Jesús González, capellán en la Gendarmería, y Mario Jiménez, que colabora en la parroquia Santo Tomás Moro, de Florida.

Este último cumplía el 8 de diciembre 59 años de su ordenación sacerdotal por el entonces obispo de San Justo, monseñor Jorge Carlos Carreras. Al final le pidieron que dijera unas palabras: dio gracias al Señor por su sacerdocio, invitó a amar a Jesús y a la Virgen, animó a rezar el Santo Rosario y a acudir a la confesión frecuente. Y entonó un canto a la Virgen de Caacupé en guaraní, que emocionó a los presentes, muchos de los cuales lo siguieron.

“¡Qué lindo ejemplo”, dijo monseñor Baliña, antes de pedir la bendición de Dios por intermedio de la Santísima Virgen. “Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas”, expresó. Seguidamente los fieles llevaron la imagen de la Virgen en procesión fuera de la iglesia.

El templo se abrió a las 7 de la mañana y el día de intenso calor no arredró a los fieles paraguayos y argentinos que se acercaron. La iglesia, de techos muy altos, tenía prendidos varios ventiladores. Estaba adornada con banderas de la Argentina, del Paraguay y del Vaticano.

En la organización y el apoyo logístico a los actos participó el Grupo de Animación Pastoral Comunidad Paraguaya Caacupé en Buenos Aires, que colabora en la parroquia. Nélida Goiburu, que encabeza ese grupo, comentó que los primeros domingos de cada mes, a las 11, se reúnen en una misa en la que las lecturas y el padrenuestro se dicen en guaraní.

El obispo Medina presidió asimismo la misa de las 19.30. A las 15 hubo una misa oficiada en guaraní por fray Juan Antonio, carmelita descalzo paraguayo. El párroco, presbítero Eusebio Hernández, estuvo detrás de todos los detalles de las ceremonias. El conjunto Mariachi Argentina cantó canciones religiosas a la Virgen, luciendo típicos atuendos y sombreros mexicanos. En realidad, es un conjunto formado por venezolanos, una comunidad nacional que en los últimos años ha encontrado un sitio acogedor en esta parroquia. A su vez, cuatro mujeres paraguayas hicieron su ofrenda a la patrona del Paraguay bailando despaciosamente con botellas en sus cabezas (una de ellas llegó a hacerlo con cinco botellas en su cabeza).

Durante varias horas, por la mañana y por la tarde, estuvo atendiendo confesiones el presbítero Juan Cruz Padilla, de la prelatura del Opus Dei, habitual colaborador de esa parroquia. Asimismo escuchó confesiones largamente el presbítero Emiliano Pierini, formador en el Seminario Metropolitano. Fueron muchos los fieles que se acercaron al sacramento de la reconciliación.

Entre los numerosos asistentes, uno de ellos, con bermudas, tenía tatuada una imagen de la Virgen de Caacupé en su pierna derecha. Era Modesto, paraguayo, de 25 años. Ante la consulta de AICA, dijo que trabaja en gastronomía, a unos tres kilómetros de la iglesia; que estaba trabajando, se hizo un hueco para estar en la misa y luego volvía a trabajar hasta la medianoche.

En los grandes patios que bordean el templo se vendieron cientos de chorizos y bebidas frescas a beneficio de la parroquia. Fuera, en los alrededores, en las veredas sobre la avenida Rivadavia, distintos vendedores instalaron sus puestos de comidas típicas paraguayas, imágenes, adornos y vestimentas. Mucha gente circuló a lo largo del día.

En su homilía, en tono sereno, el obispo Baliña dijo que Dios quiso prepararse esta Madre Inmaculada y Ella albergó en su seno al Salvador: “La Virgen nos trae a Dios”. Y con relación al género humano hizo el símil de la gallina que abraza a sus polluelos, al exaltar la protección de María.

Destacó qué alegría es para un padre o una madre ver a sus hijos bien, unidos, ayudando a los más chiquitos, acompañándose unos a otros. “Que podamos ser una alegría para nuestra Madre”, expresó. (Jorge Rouillon)