Mons. Castagna: "Vivir de la fe en Cristo"

  • 5 de agosto, 2022
  • Corrientes (AICA)
El arzobispo emérito de Corrientes afirmó que la pastoral de la Iglesia se orienta a la coherencia entre fe y vida, al advertir que su descuido constituye "una verdadera y nociva contradicción".

El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, recordó que “trasladar la verdad a la vida, es la tarea primordial que los hombres deben cumplir”.

“A nivel de la fe, como visión de la vida, corresponde al cristiano vivir de la fe en Cristo: ‘En el Evangelio se revela la justicia de Dios, por la fe y para la fe, conforme a lo que dice la Escritura: El justo vivirá por la fe’”, subrayó.

En su sugerencia para la homilía dominical, el prelado consideró que “el esfuerzo pastoral de la Iglesia se orienta necesariamente a la coherencia entre la fe y la vida”.

Tras advertir que “su descuido constituye una verdadera y nociva contradicción”, aseveró: “Al producirse tal incoherencia toda actividad eclesial se debilita e inutiliza para la misión”

“La poca gravitación social y cultural del Evangelio no corresponde, únicamente, a la resistencia a la Palabra, por parte del mundo, también - y en primer término - a la incoherencia mencionada. Es la ocasión de un sincero examen de conciencia”, concluyó.

Texto de la sugerencia
1. El Reino de Dios es para los pequeños. Jesús se dirige a nosotros como “pequeño Rebaño”. Porque somos un pequeño Rebaño, el Padre ha querido darnos el Reino. ¡Qué poco lo entendemos! Sufrimos la tentación de ceder a la ambición de ejercer un dominio absoluto sobre lo que consideramos nuestra propiedad. La “pequeñez” del Rebaño ofrece un amplio espacio para el auténtico servicio y el amor. Jesús exhorta a desprenderse de los bienes e intensificar la relación personal con Dios. Es entonces cuando esos “bienes” cobran una dimensión que lo presentan pobres y desechables: “Háganse bolsas que no se desgasten y acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde no se acerca el ladrón ni destruye la polilla. Porque allí donde tengan su tesoro, tendrán también su corazón”. (Lucas 12, 33-34) En otras oportunidades Jesús exhorta a desechar los bienes temporales por una vida más perfecta y expresiva de la Vida que nos participa. Sus enviados deben fundamentar el ministerio en la Palabra y exponerla desde la pobreza de la predicación.

2. Preparados, como lámparas encendidas. En su exhortación recomienda estar alertas: “Estén preparados, ceñidos y con las lámparas encendidas”. (Lucas 12, 35) El camino a recorrer es oscuro y requiere que aquellos enviados sean “lámparas encendidas”. Verdadera extensión de la presencia de Cristo resucitado, la Luz que disipa las tinieblas de un mundo en pecado. Tremenda misión apostólica, que necesita -de sus ministros- la fiel administración de los bienes evangélicos o misterios de Dios. ¡Qué mensaje para los responsables de la evangelización! El mundo, como el Demonio tentando a Jesús en el desierto, ejerce su callada seducción frente a una Iglesia proclive a confundir los reinos de la tierra con el Reino de Dios. ¡Cuidado! exclama Jesús. Los misioneros de todos los tiempos, y las instituciones de vida consagrada que los reunían e impulsaban, se distinguieron por la pobreza. Es oportuno recordar a San Francisco de Asís y a Santo Domingo de Guzmán. Hablamos de la “pobreza evangélica”, fundada en las bienaventuranzas. De esa manera un administrador de bienes económicos puede ser pobre, como el empresario y Venerable Enrique Shaw. Un ser carente de todo bien material puede no ser pobre si desea y pretende poseerlo para sí, de la manera objetada por Jesús.

3. El obsequio del Padre al mundo. Como es costumbre en Él, sintetiza su enseñanza en una parábola. No da margen a la duda, aunque la verdad que exponga quede palpitando en los oídos de sus oyentes, a veces con un número indeterminado de dudas e interrogantes. En la parábola contrapone a una tesis su anti tesis. Por un lado el servidor fiel y, a la sombra del mismo, el que incumple su misión y “conociendo la voluntad de su señor, no tuvo las cosas preparadas y no obró conforme a lo que él había dispuesto”. (Lucas 12, 47) La sentencia conclusiva se destaca particularmente: “Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho, y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más”. (Ibídem 12, 48) El mundo es amado con predilección por el Padre. Por ello, es obsequiado con el mayor de los dones: su Hijo encarnado. Se le pedirá una respuesta que corresponda al Don excelente. No es un imposible. La gracia del Redentor hace posible la respuesta. Innumerables santos constituyen una prueba irrefutable. En ellos se revela que “lo imposible para los hombres es posible para Dios”. (Lucas 18, 27)

4. Vivir de la fe en Cristo. Trasladar la verdad a la vida, es la tarea primordial que los hombres deben cumplir. A nivel de la fe, como visión de la vida, corresponde al cristiano vivir de la fe en Cristo: “En el Evangelio se revela la justicia de Dios, por la fe y para la fe, conforme a lo que dice la Escritura: El justo vivirá por la fe” (Romanos 1, 17). El esfuerzo pastoral de la Iglesia se orienta necesariamente a la coherencia entre la fe y la vida. Su descuido constituye una verdadera y nociva contradicción. Al producirse tal incoherencia toda actividad eclesial se debilita e inutiliza para la misión. La poca gravitación social y cultural del Evangelio no corresponde, únicamente, a la resistencia a la Palabra, por parte del mundo, también -y en primer término- a la incoherencia mencionada. Es la ocasión de un sincero examen de conciencia.+