Card. Parolin: "Es inaceptable que en el mundo actual se pueda vivir así"

  • 7 de julio, 2022
  • Juba (Sudán del Sur) (AICA)
El Secretario de Estado denunció que los refugiados "no tienen ni siquiera lo mínimo para sobrevivir" tras visitar un campo de acogida en "la periferia de las periferias" de Sudán del Sur.

El secretario de Estado del Vaticano, cardenal Pietro Parolin, regresó a la capital sudsudanesa, Juba, tras pasar un día en el campo de desplazados de Bentiu, a las afueras de la ciudad del mismo nombre, en el Estado de Unity, al norte del país. Un momento intenso, vivido por etapas entre los que ya no tienen nada, si es que alguna vez lo poseyeron. Son las personas desplazadas por la guerra civil del 2013, que estalló sólo dos años después de que el joven Sudán del Sur obtuviera la independencia que duró hasta el 2020.

Es en el Estado de Unity donde nació el vicepresidente, Riek Machar, uno de los protagonistas del conflicto contra el presidente Salva Kiir, y es uno de los lugares que ha visto los combates más intensos, que han producido un número impresionante de desplazados. A ellos, con el paso del tiempo, especialmente desde el 2019, se han sumado los que han huido de sus casas por las inundaciones que, en 2021, fueron de las peores que vivió este Estado en los últimos años. Una cantidad récord de lluvia inundó todo el territorio, impidiendo a sus habitantes poder vivir, poder cultivar, y provocando la pérdida de cientos de miles de cabezas de ganado.

Todo aquello de lo que depende la supervivencia de la comunidad ha sido destruido, el hambre ha alcanzado niveles aterradores, y el panorama que se abre a los ojos de quienes llegan al campamento, así como a los del Secretario de Estado Parolin, es el de una tierra devastada, sumergida durante largos tramos, con alrededor de 150.000 desplazados, arrastrados a vivir en condiciones sanitarias inimaginables, sin agua potable, con desagües abiertos y con el espectro constante de las epidemias, desde la hepatitis a la malaria pasando por el cólera, que periódicamente, incluso en las últimas semanas, sacuden este lugar y luego se extienden a los demás Estados sudaneses. 

"Estamos en la periferia de las periferias", dijo el cardenal Parolin, y denunció las condiciones de vida de quienes "no tienen ni siquiera lo mínimo para sobrevivir. Sin la ayuda internacional de la ONU no habría esperanza. Estas personas querían llevar una vida digna, criando a sus hijos, pero dos catástrofes, una humana, la guerra, y otra natural, las lluvias, han hecho que sus vidas sean vulnerables", explicó monseñor Stephen Nyodho Ador Majwok, obispo de la diócesis de Malakal, de la que forma parte Bentiu con su campo de refugiados, "y la situación está empeorando".

“El 90% de la población tiene menos de 40 años, hay muchos niños y no hay escuela para ellos, ¿cuál será el futuro? Es algo que impacta". Para el obispo, que permaneció junto al cardenal Parolin durante toda la visita al campamento, la llegada del purpurado fue "un momento maravilloso e histórico para la diócesis de Malakal", continuó, "ha venido a defender a nuestro pueblo". Una jornada inolvidable para la población del Estado de Unity y de Bentiu que, concluyó el prelado, "fortalecerá la fe en la Iglesia de este pueblo, tocado por las atrocidades, la guerra y los desastres naturales".

"Dios no olvida las injusticias que han sufrido"
El cardenal Parolin también celebró la misa en el campo de Bentiu, en el norte de Sudán del Sur, donde se concentraron más de 140.000 personas, en su mayoría niños. El encuentro con los representantes de la Unmiss y con los miembros de la gobernación local, pero sobre todo el abrazo con la gente que reservó una acogida indescriptible al Secretario de Estado quien les pidió: "Recen para que el Papa venga entre ustedes".

En medio de esta multitud, el cardenal Parolin entró en la parroquia de Santa Martina de Porres. No es una iglesia, sino una enorme cabaña semioscura, iluminada por dos hileras de pequeños ministrantes que sostenían velas verdes. Cantaban para el cardenal, al que tres ancianas que lograron pasar la seguridad le llevaron zapatillas de lona en señal de hospitalidad. Parolin casi se emocionó cuando tomó el micrófono:

“No he venido por mi cuenta sino para traerles el cariño del papa Francisco. Vengo a preparar su llegada como Juan el Bautista. El Papa quiere venir a Sudán del Sur, tiene previsto un viaje a Juba, pero la visita está pensada para todo el país, para encontrarse con todo el pueblo”, expresó.

Traducido al idioma local por un sacerdote, el cardenal vaticano pidió entonces que se rece por el Papa y añadió: “Estoy feliz de estar aquí, de compartir su fe y su alegría. Son realmente buenos cristianos, buenos católicos”.

La siguiente etapa fue en los contenedores del cuartel general de la Misión de Naciones Unidas en Sudán del Sur (Unmiss), donde el cardenal se reunió con el jefe de la misión para esta nación, Paul Ebweko, y le aseguró que "la Santa Sede aprecia lo que se está haciendo por la población del campo". Ya en el coche, el cardenal volvió a la zona norte para entrar en el campo y celebrar la misa.

Es difícil encontrar palabras adecuadas para describir la bienvenida que se le dio al Secretario de Estado, que fue llevado inmediatamente al jeep. De pie, resguardado con un paraguas amarillo para protegerse del sol, comenzó a saludar, aunque sin detenerse, en toda la decena de kilómetros que conducían a la puerta de alambre de púas que marca la entrada al campamento. Saludó a los más de 140.000 residentes del centro, que cantaban, agitaban banderas, mostraban fotos de Santa Josefina Bakhita y perseguían el coche. Algunos intentaban acercarse pero eran repelidos por los voluntarios con bastones de madera. Muchos iban descalzos, con las piernas y las manos llenas de polvo y moscas por todo el cuerpo. En algunos lugares el olor era nauseabundo por los excrementos de los animales y el agua estancada. Sin embargo, uno no puede evitar alegrarse de que se muestren así a los invitados, felices.+