Mons. Lozano: "Los mártires nos dan ejemplo de imitar al Maestro"

  • 3 de julio, 2022
  • San Juan (AICA)
El arzobispo de San Juan de Cuyo manifestó la "alegría para la Iglesia Argentina" que significa la beatificación de los mártires del Zenta.

“Este fin de semana tenemos una gran alegría para la Iglesia en la Argentina; la beatificación de los mártires del Zenta, cuyo martirio ocurrió al norte de Salta y Jujuy, diócesis de Orán, el 27 de octubre de 1683, dos sacerdotes y 18 laicos: dos españoles, uno negro, un mulato, una mujer, dos niñas y once varones oriundos de diversas etnias aborígenes. Un grupo que expresa de manera concreta la pertenencia de las diversas vocaciones del Pueblo de Dios”, destacó monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo y secretario general del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam), en su mensaje semanal.

El arzobispo sanjuanino recordó que “desde los tiempos iniciales de la Iglesia los cristianos hemos sufrido incomprensión, persecución y muerte. El primero fue Jesús, condenado a muerte en un juicio fraudulento, torturado y crucificado. Él amó hasta dar la vida, sin hacer uso de la violencia ni el rencor”.

La palabra “mártir” significa “testigo”, y se refiere a quien puede dar cuenta con certeza de una experiencia fundante de su vida, explicó monseñor Lozano y recordó que Tertuliano, uno de los Padres de la Iglesia, expresó antes de terminar el siglo segundo que “la sangre de los mártires es semilla de cristianos”.

“Ellos -añadió el arzobispo- nos dan ejemplo de imitar al Maestro. Mueren perdonando, como Jesús. Entregan la vida por amor, como Jesús. Pueden repetir con el Maestro “nadie me quita la vida, sino que yo la doy porque quiero”.

Y subrayó: “Anuncian la centralidad de Jesucristo para la vida plena de la humanidad y el lugar de la humanidad en el corazón del Padre”.

Monseñor Lozano repasó las vidas de los nuevos beatos: “Don Pedro Ortiz de Zárate nació en Jujuy y fue bautizado en 1626; cuando tenía 22 años fue elegido alcalde de esa ciudad. Se casó, tuvo dos hijos y, al poco tiempo, enviudó. Entonces fue creciendo en su corazón el deseo de consagrarse a Dios. Completó sus estudios en Córdoba y fue ordenado sacerdote en 1657. Los pobres y marginados fueron siempre sus predilectos, especialmente los indios. En 1682 logró concretar uno de sus anhelos más profundos: dedicarse a tiempo completo a vivir entre los indios para anunciar a Jesucristo”.

En cuanto al padre Juan Antonio Solinas, sacerdote jesuita, recordó el arzobispo de San Juan que “nació en la isla de Cerdeña (Italia) en 1643. Se educó en una escuela de sacerdotes jesuitas, y allí ardía su corazón al escuchar episodios de la vida de San Francisco Javier y otros misioneros. En 1663, con 20 años, ingresó al noviciado. Después de poco más de una década, en 1674 y con 31 años llegó a la Argentina. Se puso a estudiar guaraní para ser más cercano a los indios del norte argentino donde comenzó su tarea misionera entre los ríos Uruguay y Paraná. Tiempo después se sumó a un emprendimiento misionero junto con otros religiosos jesuitas y el padre Diego Ortiz de Zárate”.

El arzobispo de San Juan de Cuyo señaló, por último, que “la persecución y el martirio se siguen extendiendo a lo largo de los siglos y traspasan toda geografía”.

Al respecto enumeró que “hace pocos años hemos celebrado en nuestro país la beatificación de los 4 mártires de La Rioja. Este lunes 4 de julio haremos memoria de los 5 religiosos palotinos asesinados en la parroquia San Patricio de la ciudad de Buenos Aires en 1976, el mismo año que el obispo Angelelli. En Nigeria fueron asesinados en una iglesia 50 feligreses que estaban celebrando la fiesta de Pentecostés el pasado 5 de mayo. En México asesinaron a dos sacerdotes jesuitas el lunes 20 de junio. Y podemos enumerar una lista interminable”.

“Pidamos a Dios por la paz en el mundo, y la perseverancia de quienes viven la fe en medio de hostilidades, persecuciones y amenazas”, concluyó.+