Mons. Ojea: "Tenemos que aprender a amarnos al estilo de Jesús"

  • 15 de mayo, 2022
  • San Isidro (Buenos Aires) (AICA)
El obispo de San Isidro aseguró que "no hay alegría, no hay satisfacción, no hay gratificación en la vida más grande" que la de ponerse al servicio del hermano, como hizo el buen samaritano.

El obispo de San Isidro y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor Oscar Vicente Ojea, comenzó su reflexión semanal señalando que el Evangelio de este domingo presenta “una escena de mucha intimidad entre el Señor Jesús y sus apóstoles”.

“Se ha ido Judas, entonces, como si Él se sintiera un poco más cómodo para que su corazón se abriera y preparara su partida. Él sabe que va a morir y comienza a dejarles su herencia, su testamento; y Jesús comienza hablando de su glorificación”.

“Ha llegado la hora en que el hijo del hombre será glorificado y Dios será glorificado en Él. La gloria es la manifestación de Dios, es la manifestación de su poder, de su majestad”.

El prelado sanisidrense recordó que los hebreos tenían dos momentos, que transmitieron a los cristianos, en los que se ve claramente la gloria de Dios, y los detalló: “El primero es la creación, la gloria se manifiesta en el mundo, es la maravilla de la creación; y el segundo signo de gloria es la liberación de Egipto: la apertura del mar Rojo, la huida de Egipto para llegar a la tierra prometida. La Biblia describe estos momentos de gloria con un Señor que se presenta con manos fuertes y brazo poderoso”.

Promediando su reflexión, el obispo subrayó: “Esta es una imagen bíblica: la mano fuerte de Dios y el brazo poderoso que hacen maravillas, que crean y liberan; pero aquí esos brazos y esas manos aparecen clavadas en la cruz. ¿Por qué la Gloria entonces si los brazos poderosos de Dios están extendidos y aparentemente no pueden hacer nada? Porque allí, en la cruz arde el fuego del amor hasta el extremo”.

“Nosotros, los cristianos, en Jesús crucificado vemos el amor, vemos el amor más grande de la historia y al ver ese amor nosotros tratamos de recibir la herencia de Jesús; esto que les dice a los discípulos: ‘les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros como yo los he amado’. Este ‘como yo los he amado’ no significa que nosotros podemos amar con la intensidad con la que Cristo nos ama a cada uno y entregó su vida por nosotros; sino que tenemos que aprender a amarnos al estilo de Jesús, como Jesús ama y Jesús ama saliendo de sí mismo”, profundizó.

El presidente del episcopado explicó que el Concilio Vaticano II, en Gaudium et spes, “enseña que el hombre se realiza en la entrega sincera de sí mismo. Él es la única criatura que Dios ha creado para sí; dice ese sentido, el sentido de su vida, se realiza en la entrega sincera de sí mismo”.

“Cuando en la encíclica Fratelli tutti el papa Francisco nos propone la meditación de la parábola del buen samaritano encontramos un ejemplo clarísimo de como aquel que se detuvo en el camino para ayudar a su hermano herido o lastimado y caído. El buen samaritano transforma desde ese momento su vida, hay algo que cambia en su vida porque ha descubierto en el hermano a si mismo, ha descubierto el sentido de su existencia; lo que significa salir de sí para ponerse al servicio del hermano; no hay alegría, no hay satisfacción, no hay gratificación en la vida más grande que esa”, subrayó.

Monseñor Ojea finalizó su reflexión animando: “Que podamos recibir esta herencia de Jesús, esta herencia del mandamiento nuevo que es más importante o que está detrás del despojo, de la pobreza, del sufrimiento y de la cruz porque allí empieza a vencerse para siempre el pecado y la muerte”.+