Misa Crismal: Mons. Torrado Mosconi llamó a los sacerdotes a profundizar la oración

  • 8 de abril, 2022
  • Nueve de Julio (Buenos Aires) (AICA)
El obispo animó a los sacerdotes a "no pasar un día sin escuchar con el corazón la voz del Maestro". Al terminar la misa crismal, compartieron un almuerzo fraterno.

El obispo de Nueve de Julio, monseñor Ariel Torrado Mosconi, presidió la concelebración de la misa crismal en la catedral de Santo Domingo  Concelebraron los sacerdotes del presbiterio y participaron diáconos, seminaristas, consagrados y laicos provenientes de la mayoría de las comunidades parroquiales. 

La misa crismal es la celebración en la que se consagra el Santo Crisma, y se bendicen los restantes óleos o aceites para los enfermos y los que se van a bautizar. La palabra crisma proviene de latín chrisma, que significa unción. El crisma es la materia sacramental con la cual son ungidos los nuevos bautizados, son signados los que reciben la confirmación y son ordenados los obispos y sacerdotes, entre otras funciones.

Esta misa se celebra cada Jueves Santo, pero en algunas diócesis, se ofrece algunos días previos al Triduo Pascual, para que los sacerdotes de lugares lejanos puedan llegar y regresar a sus comunidades para vivir con ellas la Semana Santa.

En su homilía, monseñor Torrado Mosconi recordó la importancia de la reciente declaración como “venerable” del cardenal Pironio y, partiendo de una mirada sobre la realidad mundial, nacional y eclesial, convocó a los sacerdotes a renovarse en la santidad de su vida, misión y servicio. 

Además, advirtió: “Los cambios culturales vertiginosos casi nos han llevado puestos, resultándonos difícil comprenderlos, procesarlos y asumirlos. Además, en estos últimos tiempos se han visto agravados por el aislamiento y confinamiento sufrido con motivo de la pandemia, más recientemente aún la incertidumbre provocada por la guerra que está generando nuevos escenarios geopolíticos”.

Y reparó: "Todo ello puede llevarnos al desconcierto, el escepticismo y el desánimo”. Por otra parte, señaló que “en la Iglesia los escándalos han desnudado mucha suciedad por la cual nos sentimos humillados y avergonzados” y que este sentimiento puede “tirarnos atrás”

De cara a la situación espiritual de cada sacerdote, animó a profundizar la oración: “¡No puede pasar un día sin escuchar con el corazón la voz del Maestro, ni mirar a los ojos del Señor, ni dejarse llevar y cargar por el Buen Pastor!”.

"En la donación, en la entrega generosa sin cálculos ni retaceos, en la ofrenda, involucrándose con todo y por encima de las aspiraciones individuales, veo la motivación, el impulso y el remedio a la tentación de los primeros años de ministerio”, reconoció, en referencia a los sacerdotes más jóvenes.

Y dirigiéndose a los sacerdotes más adultos, señaló: “La última etapa de la existencia y del ministerio, que puede ser muy larga, conlleva también dudas y temores, descansar, saborear y comunicar desde la contemplación las experiencias vividas, la fecundidad y los frutos dados por Dios junto a la preparación para la ‘última entrega’, y es también un ministerio eficaz y feliz”.

La misa prosiguió con la renovación de las promesas sacerdotales de los presbíteros presentes, así como la bendición de los óleos para el bautismo y la unción de los enfermos junto con la consagración del santo crisma.

Al finalizar, compartieron un ágape fraterno en el salón de la capilla Sagrado Corazón.

En la mañana previa, los sacerdotes y seminaristas se habían reunido en la quinta Nuestra Señora de la Esperanza, donde rezaron la Liturgia de las Horas, tuvieron la bienvenida por parte del pastor diocesano, y un prolongado y fructífero momento de lectura y reflexión compartida acerca de la dimensión humano-afectiva en la vida del presbítero y la importancia del cuerpo presbiteral.+