Mons. Ojea: "La Cuaresma es un tiempo para ponernos delante de lo esencial"

  • 4 de marzo, 2022
  • San Isidro (Buenos Aires) (AICA)
El obispo de San Isidro celebró la misa del Miércoles de Ceniza en la catedral, y resaltó que "el hombre debería tener dos corazones: uno de oro para Dios y uno de carne para con el hermano".

En este Miércoles de Ceniza, monseñor Oscar Vicente Ojea, obispo de San Isidro, presidió la misa en la catedral local, done en su homilía definió a la Cuaresma como “un profundo llamado a la seriedad interior y a la responsabilidad como personas”. 

Además, recordó un autor medieval que señalaba que un hombre debería tener dos corazones: un corazón de oro para Dios y un corazón de carne para con el hermano. Sin embargo, el obispo advirtió que “nosotros muchas veces tenemos un corazón de oro para con nosotros mismos y un corazón de hierro para con los hermanos”. 

El prelado sanisidrense también destacó que “este es un tiempo en el que Jesús y la Iglesia quieren que nosotros nos encontremos con nosotros mismos, a través de un profundo examen de nuestra vida”.

Y agregó: “La Cuaresma es justamente un tiempo para ponernos delante de aquello que es esencial; mi vida, mi fe, mi familia, la solidaridad con mis hermanos”.

En ese sentido, monseñor Ojea remarcó que “las cenizas significan una invitación a reconocer que estamos hechos de barro” y explicó que este es un símbolo muy profundo: “Somos tierra, esto significa que somos muy frágiles, que somos débiles”, añadió. 

Con relación a esto, manifestó: “Si verdaderamente yo reconozco que estoy hecho de polvo, voy a terminar de entender que somos polvo enamorado, somos polvo lleno del amor de Dios; y es el amor de Dios lo que hace posible crearnos un corazón nuevo en la Cuaresma”.

El obispo hizo hincapié en la jornada de ayuno y oración convocada por el papa Francisco e invitó a decirle al Señor: “Somos tan pequeños, somos tan barro que no podemos nada”.

Asimismo, exhortó a creer en Dios, a través de el pequeño ofrecimiento de ese día “que hacemos para ponernos en la piel del pueblo ucraniano, aquellos hermanos que están huyendo, que tienen miedo, que tienen una incertidumbre total con respecto a su futuro su vida”. 

Por último, monseñor Ojea animó a pedirle al Señor que “este corazón nuestro pueda cambiar, pueda ser transformado por este Dios bondadoso y compasivo; y que nos regale el don de la paz, que es el primer don que el Señor nos quiere regalar, que es la primera palabra que nos dice Cristo resucitado: ‘La paz esté con ustedes’”, concluyó.+