La arquidiócesis de Tucumán tiene un nuevo sacerdote

  • 17 de febrero, 2022
  • San Miguel de Tucumán (AICA)
En vísperas de la fiesta de Nuestra Señora de Lourdes, el arzobispo de Tucumán, monseñor Carlos Alberto Sánchez, ordenó sacerdote al diácono Maximiliano Bacas.

Con una ceremonia presidida por el arzobispo de Tucumán, monseñor Carlos Alberto Sánchez, y concelebrada por el obispo auxiliar, monseñor Roberto Ferrari, el 10 de febrero, víspera de la fiesta de Nuestra Señora de Lourdes, fue ordenado sacerdote el diácono Maximiliano Bacas.

La celebración tuvo lugar en la gruta de Nuestra Señora de Lourdes, ubicada en San Pedro de Colalao, en el marco del rezo de la novena en honor de la Virgen.

"En este pueblo de Dios que peregrina en Tucumán, en este misterio de sabernos hijos del mismo Padre, y hermanos entre nosotros, sabiéndonos pueblo sacerdotal, raza elegida, nación santa, el Señor llama a algunos, como a Maxi, y como a algunos que estamos aquí, para un ministerio especial, para compartir esta misión de hacer presente el Reino del Señor, y lo hace a través del ministerio del obispo, eligiendo a los apóstoles y a los sucesores, para que este Reino siga extendiéndose a través del ministerio de la Iglesia", señaló el arzobispo en su homilía.

En ese sentido, animó al nuevo sacerdote a ser un hombre "que suscita la fe a través de la Palabra", convocando al pueblo santo de Dios. "Porque esta Palabra, que se ha hecho carne y se llama Jesucristo, es la Buena Noticia", afirmó. El ministerio sacerdotal, agregó, es también "ministerio de la misericordia, ministerio del perdón". 

Finalmente, animó al nuevo sacerdote a vivir la alegría del Evangelio, haciendo su vida más parecida a la de Cristo, "santificando al pueblo santo de Dios y conduciéndolo a que se encuentre con el Señor".

Luis Maximiliano Bacas tiene 33 años y es oriundo de la localidad de Ingenio La Florida, departamento Cruz Alta, Tucumán. Es hijo de Luis Alberto Bacas y Viviana Magdalena Pereyra. Pertenece a la comunidad parroquial de Nuestra Señora del Valle.

Desde muy pequeño sintió el llamado a la vida sacerdotal, para lo que Dios se valió de dos instrumentos, el sacerdote Carlos Carrizo y su abuela Sarifa.

Ingresó al Seminario Mayor Nuestra Señora de la Merced y San José en 2010, terminó la formación en 2018. La pastoral en los años del seminario la realizó en el Hospital de Niños y en el Hospital Padilla, en el pequeño Cottolengo Don Orione, en su comunidad de origen, en las parroquias Santísimo Sacramento, Medalla Milagrosa, Cristo Rey, de Villa Mariano Moreno, y en el último año de seminario hicieron la experiencia de vivir en parroquia, teniendo como destino la basílica de Nuestra Señora de la Merced, la patrona de los tucumanos. Desde el 2019 está viviendo en la comunidad parroquial de San Joaquín de Trancas.

Que la ordenación haya sido en la Gruta de Lourdes fue muy significativo para él, ya que desde niño la presencia de María "marcó su vida". Siendo niño también, "sin saber lo que hacía -reconoce- un día consagré mi vida a su protección".

Su lema sacerdotal es “¿Me amas?... Apacienta mis ovejas”. "Este dialogo de Jesús con Pedro es uno de los tantos textos bellos que encontramos en el Evangelio. Jesús dirige a Pedro una pregunta inquietante y es esa pregunta que nos hace a cada uno de nosotros que desde nuestro Bautismo somos discípulos – misioneros suyos. Una pregunta que muchas veces es difícil responder. Y a la que cada día trato de responderle como Pedro: '¡Sí Señor!' y asumir ahora como sacerdote lo que Jesús a continuación dice a Pedro… 'Apacienta mis ovejas'", reflexionó el nuevo sacerdote.

"Gracias Señor, me llamaste a ser pastor de tu pueblo, para amarlo con tu corazón, para hacerte presente en medio de mis hermanos. Me invitaste a construir tu Reino, a vivir con profundidad la alegría del Evangelio, hacer más digna la vida de los demás, a proclamarte que estás vivo y estás caminando junto a nosotros. Recemos por las vocaciones", expresó.

"A pesar de mis miedos, mis tantas limitaciones, fragilidades, de mis alegrías, certezas y esperanzas. Hoy te sigo diciendo ¡Sí Señor!", concluyó.+