Cristo constituye el cumplimiento de todas las profecías, asegura Mons. Castagna

  • 28 de enero, 2022
  • Corrientes (AICA)
Ya no habrá que esperar a otro porque Cristo constituye el cumplimiento de todas las profecías.

"Ya no habrá que esperar a otro. Cristo constituye el cumplimiento de todas las profecías. La misma Palabra, anticipada proféticamente por personas escogidas, llegará a la cima de su revelación mediante la adopción de la condición humana. Cristo es la Palabra encarnada, por obra del Espíritu Santo, en el seno virginal de María".

Así comienza el texto que el arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, preparó como sugerencia para la homilía del IV domingo durante el año, homilía que, según aconseja el prelado correntino, debe ser sencilla, clara y breve, teniendo como modelo la sencillez, claridad y brevedad de la “homilía” que Jesús pronunció en la sinagoga de Nazaret.

El siguiente es el texto completo de la sugerencuia homilética de monseñor Castagna.

1. San Lucas es el hagiógrafo inspirado de la infancia de Jesús
En esta escena, el Hijo de María ya es un adulto joven. Los nazaretanos lo conocen como un convecino particularmente dotado y admirado: “Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él” y más adelante: “Todos daban testimonio a favor de él, y estaban llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca”. (Lucas 4, 20-22) No obstante, conoce perfectamente a quienes le ofrecen su clamorosa adhesión. Su enseñanza, como es habitual en Él, se destaca por la claridad y capacidad cuestionadora.

2. Hoy se ha cumplido
La Escritura que se acaba de leer es una opaca expresión de Él mismo, la Palabra Eterna. Su explicación es breve y directa: “Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”. (Lucas 4, 21) Una especie de presentación de “cartas credenciales” ante el pueblo. Lo que dice Isaías acerca de Él está allí, ante la mirada sorprendida y descreída de sus convecinos. Jesús no se engolosina con los comentarios “sotto voce” de aquel auditorio. En la segunda parte del texto de Lucas se muestra desafiando la incredulidad de aquella comunidad: “Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra” (Ibídem 4, 24). En la secuencia del mismo texto, el Señor llega a irritar a quienes tildará de incrédulos, demostrando, con la misma Escritura, que Dios ha beneficiado la fe de personas no pertenecientes al pueblo de Israel: la viuda de Sarepta y Naamán el sirio. La reacción fue desproporcionada, pero sintomática en un grupo que no soporta que se lo despoje de su prestigio de “pueblo elegido”: “Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo. Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino". (Lucas 4, 28-30)

3. Sencillez, claridad y brevedad
Los pastoralistas presentan como modelo de homilía la sencillez, claridad y brevedad de esta “homilía” de Jesús en la sinagoga de Nazaret. No acabamos de decir lo que debemos en una exposición de 45 minutos, porque no ofrecemos la Palabra sino nuestras abigarradas y vacías palabras humanas. La salvación viene por la única Palabra, pronunciada eternamente por el Padre. Es Jesucristo, rechazado por la incredulidad de aquel auditorio emotivamente inestable. En labios de Jesús, y en los de sus enviados, constituye la Buena Nueva que salva a quienes la aceptan con docilidad. Aceptar a Cristo, como única Palabra que crea y redime, es llegar a todo bien y a toda verdad. San Juan lo expone en su prólogo del Evangelio: “Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios” (Juan 1, 12).

4. El estilo de Dios, que conduce a la Verdad
Los ministros de la Palabra debemos mantener el estilo -sencillez, claridad y brevedad- de la homilía de Nazaret. Así ha entrado la salvación en el mundo. Es el modo de introducirse -por parte de Dios- en la complicada historia humana. ¡Con qué insistencia Dios distingue su forma de actuar de la que los hombres escogen en su comportamiento habitual! Ya, por el profeta Isaías, se produce esa asombrosa distinción: “Porque mis pensamientos no son los de ustedes, ni sus caminos son los míos” (Isaías 55, 8-9). La simplicidad de los pobres y de los niños, constituye el sendero habitual para establecer un puente sólido entre Dios y el mundo. Así -en Cristo– el Padre se hace visible y audible. Exigirá que quienes quieren encontrarlo aprendan el lenguaje existencial de los pobres y de los niños. Vale decir, un comportamiento basado en la humildad y en el silencio.+